Miguel Palomino
La República, 14 de octubre del 2025
La presidencia de Dina Boluarte terminó más o menos como era predecible. Que durara más allá del mes de julio es más un testimonio de lo difícil que fue que los congresistas se pusieran de acuerdo en quién la sucedería. Todo parece salido de una extraña pesadilla: una presidenta vana cuyo único mérito era haber sido la segunda de Pedro Castillo, un gobierno tremendamente incompetente a merced de un Congreso igualmente incompetente. Corrupción y desidia por doquier.
¿Y ahora, quién podrá defendernos? Lamentablemente, al ser conscientes de que nuestra calamidad no es realmente un sueño, ya no podemos esperar que la respuesta sea ¡el Chapulín Colorado! Por ahora la respuesta parecería ser José Jerí, pero casi lo único que sabemos de él es que era el presidente de este Congreso, y eso no resulta alentador. Pero el Perú puede dar sorpresas. Ojalá.
Los dos poderes elegidos del Estado cuentan con aprobación de un solo dígito, con lo cual el futuro no parece pintarse bien para la democracia, que, como sabemos, es la peor forma de gobierno excepto por todas las demás. Cuando la gente está desesperada piensa en quién podrá defenderla, y la respuesta nunca es ¡elijamos a un mejor Congreso!, aunque esto sería lo lógico. El desprestigio del actual Congreso no puede ser ignorado por Jerí ni por los congresistas que hasta ahora no han hecho más que buscar cómo sacar provecho de su cargo sin, aparentemente, la más mínima preocupación por el futuro del país. En parte esto se debe a la ausencia de verdaderos partidos políticos, instituciones que convierten la conveniencia inmediata de cada congresista en la sobrevivencia del partido en el largo plazo, lo que, con un poco de suerte, se parecerá en algo a lo que es beneficioso para el país.
Parece claro que el Congreso seguirá jugando un rol preponderante en el nuevo gobierno. Si es así, y si el Congreso se porta de la manera en que lo viene haciendo hasta ahora (y las presiones electorales y el fin del periodo congresal van a tender a empeorar la situación en este sentido), entonces resultaría fácil vaticinar el fracaso de Jerí, por más que uno no lo quiera. Es decir, o Jerí muestra un lado hasta ahora desconocido de sí al gobernar y el Congreso pone de alguna manera freno a sus malas prácticas, o las cosas se pondrán peor. Si este es el caso, ¿qué habremos ganado con sacar a Dina, fuera de la satisfacción de castigar a quien hizo una pésima gestión?
Recordemos cuántas leyes entre malas, absurdas, contradictorias o sin sentido fueron promulgadas o están a punto de serlo en el último año por este Congreso. Están las leyes que establecen beneficios tributarios para determinadas actividades: los peluqueros, los hostales, la zona franca de Chancay (ya hay más de una docena de zonas francas, ninguna de las cuales funciona), la agricultura, etc. Todas estas leyes no solo disminuyen los impuestos que recaudaría el Estado, sino que tienen terribles consecuencias indeseadas. Aparte de complicar significativamente la labor de la SUNAT, estas leyes crean un fuerte incentivo para que cada empresa busque ser una de las beneficiarias. Legal o ilegalmente, lo que será de mayor valor para una empresa será lograr el beneficio tributario, en lugar de mejorar la calidad del producto o reducir los costos con una nueva tecnología, por ejemplo. Por ello, lo mejor es que haya una sola tasa de impuestos, igual para todo el mundo.
Un segundo grupo son las leyes contradictorias, como las dos leyes de AFP que tardaron dos semanas entre que la primera fue reglamentada y la segunda, que la contraviene, fue aprobada, con la opinión contraria de todas las instituciones especializadas consultadas. Ahí está también la creación de 28 nuevas universidades supuestamente para el beneficio de los jóvenes, por el mismo Congreso que anteriormente eliminó cualquier estándar de meritocracia que buscara la mejor enseñanza para nuestros hijos (por lo menos hay quienes en el Congreso se llaman a sí mismos Bloque Magisterial, para que no quepa duda de qué intereses están defendiendo). Todo el mundo sabe que estas universidades no van a cumplir su tarea de educar, simplemente van a engañar a los jóvenes que les dediquen su tiempo, dinero y esfuerzo, mientras se crean más plazas para más maestros sin importar su calidad.
En cuanto a las leyes sin sentido, tenemos las leyes que declaran que tal fecha es el día de la amistad entre Perú y algún otro país, o que declaran que tal fecha es el día de la guitarra criolla o del cultivo del copoazú, o la ley que declara que el pastor Chiribaya es patrimonio cultural y natural de la nación o que el festival del Pozuzofest es patrimonio cultural inmaterial de la nación. ¡Lo malo de estas leyes declarativas es que se podría haber utilizado el tiempo de elaboración y aprobación en cualquier otra cosa!
Otras leyes aparentan ser declarativas, pero tienen un propósito muy claro: son las leyes que declaran de necesidad pública e interés nacional determinados proyectos. Con esto se pretende, en la práctica, festinar el proceso de inversión pública aprovechando la decisión del Tribunal Constitucional que otorga al Congreso la iniciativa de gasto, que la Constitución expresamente prohíbe, siempre y cuando no sea para el año en curso. Así, buscan justificar proyectos que no han cumplido con las demás normas de la inversión pública, como probar que el proyecto es el mejor uso de los recursos públicos.
Es tan descarado el uso de este recurso que hay una ley que declara de necesidad pública e interés nacional “la construcción, el mejoramiento, la rehabilitación o la modernización de puentes, trochas y caminos vecinales en los departamentos de Amazonas, Arequipa, Ayacucho, Cajamarca, Huancavelica, Junín, Lambayeque, La Libertad, Loreto, Piura y San Martín”. Así, incontables proyectos, sin identificar siquiera, son habilitados para el gasto público.
Así podríamos seguir con las bonificaciones de los congresistas aprobadas por los mismos congresistas y, lo que es peor, los blindajes a casi cualquier congresista por actos que en el pasado hubieran motivado la renuncia al primer atisbo. Todo esto, y más, se hizo con el voto a favor del congresista José Jerí, de ahí que se explique nuestra desconfianza.
Jerí tendrá que dar rápidamente señales claras de que su gobierno no será simplemente más de lo mismo. ¿A quiénes convocará a su gabinete? ¿Habrá postores de calidad interesados? ¿Cómo hace para interesarlos? Mañana volveremos a hablar de la inseguridad como tema central. Pero no nos confundamos. Esta vacancia es nueva evidencia de que hay una enfermedad muy seria en nuestro sistema político, y que eso nos va a pasar factura a largo plazo, aunque no lo veamos inmediatamente. ¿Podría ser este el gobierno que empiece a sanarlo? El reto es grande, pero todos estamos rezando por usted, señor Jerí, porque su éxito verdadero es lo que más deseamos.