Mara Seminario
Perú21, 16 de setiembre del 2025
«No se trata solo de perder un título. Se trata de perder una fuente vital de desarrollo económico, de visibilidad internacional, de orgullo nacional. Machu Picchu merece respeto, planificación y acción concertada».
No puedo quedarme callada. Como peruana, como ciudadana y como exministra de Comercio Exterior y Turismo, siento una profunda mezcla de indignación, pena y vergüenza al leer el reciente comunicado de New7Wonders, la organización que reconoció a Machu Picchu como una de las Nuevas Siete Maravillas del Mundo en 2007.
Ese título no fue un regalo. Fue el resultado de una movilización nacional histórica, donde millones de peruanos nos unimos para decirle al mundo que Machu Picchu no solo es una joya arquitectónica, sino el corazón palpitante de una civilización que aún vive en nuestra identidad. Hoy, ese símbolo está en riesgo. Y por responsabilidad propia.
New7Wonders ha emitido una advertencia clara: la falta de gestión sostenible, los conflictos sociales, las denuncias por irregularidades en la venta de boletos, la descoordinación institucional, y la mala experiencia de los visitantes están socavando la credibilidad de Machu Picchu como una de las grandes maravillas del planeta. Es más, podría incluso perder ese estatus. ¿Podemos permitirnos ese lujo?
No se trata solo de perder un título. Se trata de perder una fuente vital de desarrollo económico, de visibilidad internacional, de orgullo nacional. Machu Picchu merece respeto, planificación y acción concertada.
He tenido el privilegio de trabajar de cerca con este ícono del Perú, de conocer su impacto en las comunidades locales, su potencial para transformar vidas, y su enorme responsabilidad para con el país y el mundo. Por eso me duele aún más ver que, a pesar de tantas alertas, no hemos estado a la altura.
¿Qué nos está pasando como país? Tenemos normas, tenemos diagnósticos, tenemos recursos. Lo que nos falta es voluntad política real, visión de largo plazo y liderazgo con sentido de urgencia. La dejadez, la improvisación y los intereses personales están poniendo en riesgo lo que generaciones han cuidado con orgullo.
El llamado de New7Wonders no puede caer en saco roto. Es un ultimátum que debe movilizar al más alto nivel: a la Presidencia, al Congreso, a los gobiernos regionales, a los ministerios, pero también a nosotros, los ciudadanos. No podemos seguir siendo espectadores pasivos. La defensa de Machu Picchu es un deber colectivo.
Hoy más que nunca, el Perú necesita grandeza. Grandeza para actuar con responsabilidad, para poner el interés nacional por encima de la mezquindad, y para recordar que Machu Picchu no es solo nuestro, es del mundo entero. Y el mundo nos está mirando.