Luis Estrada
Perú21, 22 de mayo del 2025
Hace 40 años, cuando se estudiaba marketing en las escuelas de negocio, se hablaba de las famosas “4P”: Producto, Precio, Plaza y Promoción.
Estos criterios debían alinearse en equilibrio para aspirar a resultados exitosos. El producto, su calidad y disposición debían satisfacer al público objetivo. El precio debía ser accesible.
Finalmente, el consumidor debía conocer, mediante publicidad, atributos reales y tangibles de un producto que debía no solo parecer, sino SER.
¿Ha evolucionado el marketing en estos 40 años? Mucho. El enfoque de producto ha cambiado sustancialmente: desde una perspectiva objetiva, se ha pasado a una de conceptos y percepciones dinámicas. Se empezó a decir: “lo importante no es el producto, sino la percepción que el consumidor tenga de él”.
Este vuelco de lo racional a lo emocional determinó nuevas técnicas de análisis y el uso intensivo de la psicología para segmentar. Pero este enfoque y su difusión en medios digitales ha traído serias transgresiones éticas. Y puede que, en esta explosión de estímulos emocionales, esté la causa raíz de la pérdida de confianza en la utilidad social de los productos, en la bondad del ejercicio empresarial y la exacerbación de la regulación.
En el ámbito público, el marketing político también ha recurrido a las percepciones y a la manipulación emocional, y ha “vendido” candidatos sin capacidades ni atributos reales, con resultados nefastos.
El populismo cínico y la izquierda “redentora”, con recetas imposibles, utilizan estas artes para conquistar el poder y someter a sus electores a fines innobles.
Regresemos al mundo de lo real, de la razón y de lo ético. Subordinemos las emociones en lo privado y desconfiemos de los arrebatos emocionales histriónicos a la hora de elegir autoridades.