Luis Carranza
Perú21, 2 de noviembre del 2025
«En este país de la confusión, ya el sector público y el sector privado no se sientan a conversar sobre lo que le conviene al país».
«El evento de CADE era un punto de encuentro donde se discutían propuestas transversales y/o sectoriales para que el país siga avanzando. En años preelectorales era el evento donde los principales candidatos hablaban al país de sus propuestas y se podían comparar y analizar las mismas»
Érase una vez un Perú que crecía muy por encima del promedio latinoamericano. Reducíamos la pobreza de manera significativa. Avanzamos en infraestructura, en eficiencia de la gestión pública, con fuerte reducción de la deuda; se desdolarizó la economía porque confiamos en nuestro sol; la desnutrición infantil empezó a bajar, y poco a poco íbamos consolidando una experiencia que en el exterior ya empezaban a llamar el “milagro peruano”.
Érase una vez un país donde teníamos problemas y brechas, pero se sacaban proyectos complicados desde el punto de vista social y ambiental. Se sacó Camisea, un proyecto sin el cual no podemos entender el sistema eléctrico hoy en día. Sacamos Las Bambas, un proyecto minero que ha generado una gran prosperidad a Apurímac, que de ser una de las regiones más pobres del Perú, hoy tiene un producto por habitante cercano al promedio nacional y donde la pobreza está en 24%, menor al 27.6% del país. Pero no solamente sacábamos proyectos; también se firmaron acuerdos de libre comercio que nos hicieron la economía más abierta y dinámica de la región. No importaba si había cambios de gobierno, las grandes políticas que beneficiaban a todo el país se mantenían.
Érase una vez un país donde el sector privado y el sector público se sentaban en la misma mesa para ver cómo resolver los problemas; no había intereses particulares ni había clientelismo político de por medio, había una visión de país y la búsqueda del bien común. En ese entorno, donde podían existir opiniones en contra, se explicaba a la población los beneficios de las reformas, se tomaban en cuenta las consideraciones de las comunidades y los temas ambientales. No era fácil, pero se hacía. Por eso, salieron estos proyectos y otras tantas reformas sumamente complejas y difíciles, como la reforma educativa, la eliminación de la 20530 o las rebajas arancelarias, porque se explicaba a la población que los intereses individuales, ya sea la estabilidad laboral de los maestros, los aumentos selectivos de las pensiones o los mercados protegidos para los empresarios, no podían estar por encima de la calidad de la educación, la estabilidad fiscal o la competitividad de la economía, respectivamente.
En ese país, el evento de la CADE era un punto de encuentro donde se discutían propuestas transversales y/o sectoriales para que el país siga avanzando. En años preelectorales era el evento donde los principales candidatos hablaban al país de sus propuestas y se podían comparar y analizar las mismas.
Pero entonces, como en todo cuento, apareció la bruja de la confusión y todo se fue malogrando poco a poco, y solo cuando estamos al borde del abismo nos percatamos de la caída.
Este país de la confusión empezó con frases “incluir para crecer” cuando todos sabemos que las políticas que generan el crecimiento y las que mejoran la distribución del ingreso son totalmente distintas y, de hecho, si hay causalidad, va de crecimiento a inclusión. En este país de la confusión, invertir en la refinería de Talara es patriotismo y no estupidez. Solo cuando vemos la factura de los 20,000 millones de soles es que reaccionamos. En este país de la confusión aceptar donaciones de oxígeno de parte de los empresarios en plena pandemia está mal visto por los políticos, pero cuando sale que el Perú fue el país con más muertos por millón de habitantes ni nos inmutamos. En este país de la confusión algunos de los puestos públicos ya tienen precio; es decir, no solo no importa la meritocracia, sino que regresamos a la corrupta institución de las encomiendas del Virreinato.
Por eso, en este país de la desconfianza las cosas no salen. Tía María se ha demorado más de 15 años. Majes Siguas II debería estar funcionando hace 10 años y se hubiesen generado 264,000 puestos de empleos en Arequipa. Loreto produce menos del 10% de su potencial petrolero, siendo la región que menos ha crecido en los últimos 30 años.
En este país de la confusión ya el sector público y el sector privado no se sientan a conversar sobre lo que le conviene al país. ¿Para qué? La desconfianza ganó terreno y cada uno baila con su pañuelo. La falta de interés de los candidatos para asistir a esta CADE preelectoral refleja esas líneas separadas por las que camina el Estado y la inversión privada.
¿Cómo acabamos este cuento? “¿Colorín colorado?” o nos ponemos a trabajar en recuperar esa confianza, nos ponemos a pensar en lo que necesita el país, entendiendo su enorme potencial, pero también sus grandes fracturas. Dejamos la ideología de lado y vemos que hay cosas que funcionan y otras cosas que no funcionan, sin etiquetarlas como liberales o socialistas.
En la CADE 2024 se lanzó esta propuesta de que la sociedad civil tenía que movilizarse y la Cámara de Comercio, Industria y Turismo de Loreto tomó la posta, y después de mucho esfuerzo está trabajando en un plan de prosperidad para Loreto hecho por los propios loretanos. Este es el ejemplo que debemos seguir para poder terminar nuestro cuento con un “comiendo perdices y siendo felices” o, como diría Basadre, alcanzando la promesa de la vida peruana.
			
			
									





