León Trahtemberg
Correo, 3 de octubre del 2025
El año 2026 se perfila como un reflejo de décadas pasadas, con un sistema educativo resistente al cambio. Los ministerios de educación evitan transformaciones profundas, perpetuando una educación diseñada para un mundo obsoleto. Las reformas se limitan a ajustes cosméticos, mientras la burocracia prioriza la estabilidad sobre la innovación.
Las decisiones administrativas, alejadas de la realidad del aula, imponen sobrecarga a docentes, currículos homogéneos y métodos de evaluación anticuados. Esta parálisis responde a múltiples factores:
1. Docentes desprotegidos: Carecen de formación y recursos para innovar, enfrentando además una carga administrativa excesiva.
2. Administradores conformistas: Temen el riesgo de implementar cambios significativos.
3. Políticos cortoplacistas: Buscan resultados inmediatos, ignorando que las reformas requieren tiempo.
Esto perjudica principalmente a los estudiantes, atrapados en un sistema que limita su creatividad y habilidades para un mundo cambiante, perpetuando desigualdades. Los docentes, frustrados y agotados, sufren una crisis vocacional.
El cambio debe centrarse en los estudiantes, con currículos flexibles, metodologías activas y una mayor autonomía escolar. Si los ministerios no lideran, las comunidades y colegios deben impulsar la transformación. Padres y maestros deben exigir reformas, influyendo en legisladores actuales y futuros.
Evitemos perpetuar la inercia. Ser sensibles, valientes, autocríticos, escuchar voces expertas e innovadoras y con ello replantear el sistema para colocarlo al servicio de los estudiantes de estos tiempos.