Covid y dolarización
Ante la flexibilización de la cuarentena, Ecuador ve resurgir los casos de contagio en Pichincha, provincia en la que reside su ciudad capital Quito, así como en otras de la región interandina como Ibambura, Cotopaxi, por mencionar las que han reportado aumentos más significativos en los últimos días.
De no ser por el derroche fiscal del gobierno de Rafael Correa, que prevaleció un decenio atrás en el poder en pleno boom del petróleo, hoy en día el país exhibiría más hospitales, con un mayor número de camas y demás equipamiento para poder hacer frente a estos rebrotes.
Pese a estas carencias es de destacar el caso particular de Guayaquil, en el que la alcaldía entregó el trabajo de distribución de kits alimentarios y de artículos de limpieza en su totalidad al sector privado y otras organizaciones civiles, reduciendo significativamente las cifras de contagio y muertes (ver Lampadia: El gran ejemplo de Guayaquil en la derrota del Covid-19).
A nivel agregado, sin embargo, cabe señalar que el país muestra serios problemas en el diseño de la política económica, los cuales imposibilitan una rápida respuesta monetaria y fiscal que palien los impactos negativos de las cuarentenas, algo que sí ha podido ser implementado en nuestro país – aún con todas las críticas que suscitaron los bonos y los programas de crédito empresariales. Un reciente artículo publicado por The Economist resalta las principales limitantes, principalmente, la carencia de una moneda propia y la alta deuda pública.
Ecuador salió de una profunda crisis hace 20 años, dolarizando la economía. Esto le ha dado estabilidad y defendido del pésimo gobierno de Correa. Sin embargo, ahora, con el precio del petróleo por los suelos, sobre endeudado por el manejo de gobierno de Correa, y con la crisis del covid, se le hace difícil recurrir a nuevo endeudamiento.
Las reflexiones que hace The Economist a la luz de la crisis ecuatoriana deben llamarnos a retomar el cuidado de nuestros sólidos fundamentos macroeconómicos – una vez pasada la crisis sanitaria – los cuales están sustentados en reglas fiscales claras – que nos permiten tener un bajo endeudamiento público – y un BCRP independiente – que regula la tasa de interés de referencia para determinar endógenamente la masa monetaria para así poder inyectar liquidez a nuestra economía cuando considere pertinente. La carencia de ambas herramientas de política en nuestro vecino del norte agudizará su crisis, exacerbando los riesgos políticos el 2021 en sus próximas elecciones como también advierte finalmente The Economist.
Lampadia
Ecuador está en cuidados intensivos y con camisa de fuerza
Las dificultades de una economía dolarizada
The Economist
4 de julio, 2020
Traducida y comentada por Lampadia
Al comienzo de la pandemia del covid-19 en América Latina en marzo y abril, Ecuador ofreció al mundo imágenes dantescas de cadáveres arrojados en las calles de Guayaquil, un puerto tropical que es la ciudad más grande del país. El brote ha disminuido, pero no ha terminado. Después de que el gobierno relajó su cierre el mes pasado, los casos se recuperaron, especialmente en Quito, la capital. Eso también está sucediendo en otras partes de la región. Pero Ecuador enfrenta dificultades adicionales.
Una es que el gobierno centrista de Lenin Moreno, el presidente desde 2017, era económica y políticamente débil incluso antes de que atacara el virus. Otra es que desde el año 2000 Ecuador ha carecido de su propia moneda, utilizando en su lugar el dólar estadounidense. Ese cambio fue la consecuencia de la hiperinflación y una crisis económica previa. Ha traído un grado de estabilidad. Pero significa que cuando ocurre la recesión, Ecuador no puede imprimir dinero. Tampoco puede pedir prestado fácilmente porque el predecesor populista de Moreno, Rafael Correa, acumuló deuda durante su década en el poder, que el gobierno ha luchado por pagar. Entonces, mientras que los gobiernos de otras partes están aflojando los bolsillos, Ecuador tiene que recortar el gasto público justo cuando es más doloroso hacerlo.
Correa gobernó durante el boom de las materias primas. Utilizó los ingresos petroleros extraordinarios para duplicar el tamaño del estado. Si bien parte del dinero se invirtió en infraestructura, se siguió ampliando el empleo público y gran parte se desperdició o fue robado. A pesar del derroche de gastos, en proporción a la población, Ecuador tiene un puntaje apenas superior al promedio latinoamericano en número de médicos y por debajo de él en camas de hospital.
Cuando terminó el auge de los commodities, Ecuador se quedó con un gran déficit fiscal y una creciente deuda pública. A Moreno, un aliado convertido en enemigo de Correa, le han dejando pagar la cuenta. En marzo del año pasado, su gobierno firmó un acuerdo de tres años y US$ 4,200 millones con el FMI destinado a suavizar los efectos de la reducción del déficit y a impulsar las exportaciones no petroleras haciendo que la economía sea más competitiva. Este programa de reforma pronto se descarriló. En octubre, sin preparar el terreno político o compensar a los más afectados, el gobierno trató de eliminar los subsidios indiscriminados al combustible (el FMI lo había instado a aumentar el impuesto al valor agregado). Después de una quincena de protestas y disturbios que dejó diez muertos, Moreno retrocedió.
Con el déficit subiendo al menos al 6% del PBI, el gobierno está luchando por obtener efectivo. Desde marzo, ha ahorrado un 2.5% del PBI al acordar con los tenedores de bonos para posponer los pagos de intereses, y otro 1% al recortar las horas de trabajo de los empleados públicos. La ira del público por los escándalos por la adquisición médica ha reforzado su resistencia a los aumentos de impuestos. El FMI aprobó un préstamo de emergencia adicional de US$ 643 millones en mayo. El gobierno ha obtenido un préstamo de China y más alivio de los tenedores de bonos. Ha utilizado dinero del Banco Interamericano de Desarrollo para aumentar los pagos a los pobres y el número de quienes los reciben. Para tratar de impulsar la recuperación, ha introducido reformas modestas de la ley laboral y el código de bancarrota.
Las reformas impopulares son aún más difíciles porque se realizarán elecciones generales en febrero. Pero son vitales. Augusto de la Torre, ex presidente del Banco Central, señala que «la dolarización es la institución más popular en mi país, más popular que la iglesia o el ejército». Pero, agrega, «el país está aprendiendo de la manera difícil que la dolarización significa que no podemos imprimir dinero».
No es un sustituto de la disciplina fiscal y una economía más competitiva. El problema es «no hay coalición para aprobar las reformas necesarias», dice Andrés Mejía, un politólogo ecuatoriano en el King’s College de Londres. En cambio, hay lo que él llama «coaliciones fantasmas» que operan en las sombras, con partidos que se niegan a apoyar la austeridad públicamente, pero facilitándola en silencio. «Hacen lo suficiente para superar las emergencias del país, pero no lo suficiente para el desarrollo a largo plazo».
El salir del paso puede estar quedando sin camino. Con un índice de aprobación del 19%, Moreno ha dicho que no volverá a presentarse. Quizás sintiendo las dificultades por delante, Jaime Nebot, un poderoso ex alcalde de Guayaquil, se descartó como candidato el 25 de junio. Tras haber recibido una sentencia de cárcel en ausencia por corrupción, Correa, que vive en Bélgica, está buscando un candidato por poder. Con los votantes probablemente enojados, a menos que emerja un candidato reformista creíble, se puede preparar el escenario para el retorno del populismo, pero esta vez una versión sin dinero. Lampadia