Karen Hallberg, Diario «La Nación» de Argentina, GDA
El Comercio, 9 de setiembre de 2017
«Recordemos nuestra humanidad.» Con esta profunda y significativa frase concluye el Manifiesto de Bertrand Russell y Albert Einstein que, en 1955, convocó a las Conferencias Pugwash para Ciencia y Asuntos Mundiales. El texto fue escrito a raíz de la bomba termonuclear que Estados Unidos detonó en las islas Marshall, unas mil veces más potente que la lanzada sobre Hiroshima. Al tiempo que se refiere al enorme peligro para la humanidad inherente a estas armas, llama a los líderes mundiales y a los científicos a discutir sobre las nefastas consecuencias de las armas nucleares y a buscar soluciones pacíficas a los conflictos.
A partir de entonces se llevan a cabo las Conferencias Pugwash, con la finalidad de acercar, en un marco informal, conocimiento científico a la toma de decisiones.
La República Popular Democrática de Corea es el único país en el mundo que está realizando peligrosos ensayos nucleares, poniendo en riesgo no sólo a su propia población y territorio, sino a la relativa estabilidad política mundial. Estas detonaciones también desafían las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Desde 1945, los más de 2000 ensayos realizados por los países con armas nucleares no sólo han contribuido a su proliferación, sino que han provocado un daño enorme en el ambiente y en las personas, especialmente en las áreas adyacentes a los sitios de las detonaciones, aunque también globalmente.
Actualmente, más de 70 años después del lanzamiento de las bombas atómicas sobre las poblaciones de Hiroshima y Nagasaki, en Japón, quedan en el mundo más de 15.000 armas nucleares, principalmente en Estados Unidos y Rusia. Muchas de ellas están en situación de máxima alerta, y pueden ser lanzadas irreversiblemente en cuestión de pocos minutos, poniendo en vilo a la humanidad. Además, el mundo está expuesto al enorme riesgo de detonaciones nucleares que podrían ser generadas por error o por un ataque informático.
El 7 de julio pasado, 122 países acordaron por mandato de la Asamblea General de las Naciones Unidas el Tratado de Prohibición de las Armas Nucleares. Este acuerdo refuerza la normativa y el marco legal que contribuirían a que las armas nucleares no sean usadas nunca más y a su necesaria eliminación. Junto a las Convenciones de Armas Químicas y Biológicas, estos acuerdos declaran ilegales a las tres categorías de armas de destrucción masiva.
Algunos opinan que el tratado de prohibición de armas nucleares debilita al Tratado de No Proliferación Nuclear. Pero el problema es que los países nucleares no están cumpliendo con su compromiso de tomar medidas concretas para reducir, hasta su eliminación, las armas en su poder. Mientras existan las bombas nucleares hay serias posibilidades de que sean usadas, y más aún en la actual situación internacional, en la que hay riesgos de que algunos de los varios conflictos escale y se salga de control.
–Glosado-
La autora es miembro del Consejo de las Conferencias Pugwash para Ciencia y Asuntos Mundiales