Juan Manuel Ostoja
El Comercio, 9 de julio del 2025
“Necesitamos abrir el camino a cientos de miles de jóvenes más que aspiran a un futuro mejor, y que pueden alcanzarlo si se les da la oportunidad”.
En el Perú, dos de cada tres jóvenes que terminan la secundaria no acceden a la educación superior. Ni universitaria ni técnica, ni siquiera una capacitación básica. Muchos terminan en empleos informales, como mano de obra no calificada, o se convierten en los llamados ninis, jóvenes que no estudian ni trabajan. Hoy, esa población supera el millón y medio de jóvenes, una cifra que debería alarmarnos como país. Esta situación no solo limita su desarrollo personal, sino que también pone al Perú en desventaja frente a vecinos como Chile o Colombia, donde la cobertura de educación superior supera el 80% y el 50%, respectivamente.
Existen esfuerzos importantes desde el sector privado y el Estado. Programas como Beca 18, desde el Pronabec, han permitido –desde hace casi 15 años– que decenas de miles de jóvenes accedan a una educación superior de calidad en las mejores universidades e institutos tecnológicos del país. Es un avance importante, pero no suficiente. Necesitamos abrir el camino a cientos de miles de jóvenes más que aspiran a un futuro mejor, y que pueden alcanzarlo si se les da la oportunidad de estudiar y superarse.
Para lograrlo, además de fortalecer las becas existentes, el país necesita desarrollar sistemas sostenibles de préstamos estudiantiles, que permitan a los jóvenes estudiar por mérito propio y devolver lo recibido en función de sus ingresos futuros. Desde el Estado, deben promoverse fondos de garantía que respalden el talento, movilicen recursos ociosos –como líneas de crédito actualmente no utilizadas en Pronabec– y potencien vehículos de financiamiento manejados desde el sector privado, con experiencia y flexibilidad para llegar a más jóvenes. Este tipo de fondos ya fue ofrecido por el propio Gobierno en años recientes, pero todavía no se han hecho realidad. Es momento de pasar del anuncio a la acción.
Ese es precisamente el propósito de Escalo, antes conocido como el Instituto Peruano de Fomento Educativo: hacer posible lo que para muchos parecía inalcanzable. Desde el sector privado, Escalo trabaja por generar movilidad social a través de la educación, articulando con empresas e instituciones. Desde 1962, ha sido un puente entre el esfuerzo y la oportunidad, apostando por un modelo de triple impacto: educación, talento y comunidad.
A través de créditos educativos, becas, acompañamiento emocional y académico, formación digital y trabajo con familias y comunidades, Escalo ha transformado miles de vidas. Más de 1.000 créditos estudiantiles y 12.000 becas otorgadas, miles de jóvenes acompañados en su tránsito a la vida profesional, programas de mentoría, empleabilidad y desarrollo personal. No se trata solo de cifras, sino de jóvenes que hoy lideran, emprenden y devuelven al país todo lo que han recibido.
Invertir en el talento joven es abrir oportunidades reales, sembrar esperanza y construir un Perú más justo y competitivo. Porque a través de una mejor educación sí es posible construir el futuro que el país necesita. «Diario El Comercio. Todos los derechos reservados.»