José Antonio Olivares
Desde Cusco
Para Lampadia
No tenemos idea que pasara al fin de esta semana. Lo cierto es que la incertidumbre y la desconfianza rondan en la población y en el propio Gobierno. El manejo de una crisis, cualquiera sea su naturaleza se sustenta en generar confianza. Más aún si estamos en medio de una crisis sanitaria que tendrá correlato en la economía, en lo social y hasta en la vigencia de los derechos humanos. Las crisis sanitarias, y sobre todo está; sin precedentes válidos, moviliza muchos recursos públicos, al tiempo que genera preocupación en las autoridades sanitarias y en la ciudadanía. “La comunicación se ha convertido en una variable fundamental para el éxito de la gestión de este tipo de crisis”,(Dr. Jose Martínez Olmos, Generar confianza ¿Es posible?). Una buena comunicación, dice, es capaz de generar la confianza en la población. Pero también pasa al contrario: no comunicar bien genera desconfianza y miedo. En el Perú a pesar de un gran esfuerzo por manejar una imagen pública del ejecutivo, no se ha comunicado a la población la verdad.
Estoy convencido de que ningún Gobierno está preparado para una crisis, y menos de tipo infeccioso como puede ser el coronavirus, pero si se debe estar en aptitud para gestionarla de mejor manera, más allá de solo asumir decisiones políticas, se deben asumir decisiones técnicas, la crisis no terminara al levantar un aislamiento que de por sí ya ha fracasado, y no ha evitado que el sistema sanitario sea desbordado, y tampoco ha sabido usar bien el tiempo comprado, pagado por la ciudadanía a un precio muy alto, incluso coqueteando con el hambre y la pobreza. La crisis empieza recién y se manifestara en otros escenarios, en los que espero las autoridades puedan ser más amplias y deponer protagonismos populistas y gestionen de mejor manera lo que se vislumbra.
¿Nuevos escenarios? Si, se vienen nuevos escenarios, en lo sanitario definitivamente, con una medida de aislamiento agotada y un sistema hospitalario desbordado, las instituciones sanitarias tienen, que ser ágiles y plantear diferentes escenarios para estar preparadas. Algo en lo que aún no se trabajó con seriedad, el Ministro de salud y las políticas del Gobierno siguen a contrapelo de los médicos y los técnicos del sector. No es una crisis Ideológica, es una crisis sanitaria, ¿es que no lo pueden ver?
De hecho, descargar al ámbito hospitalario y empezar a reforzar a los equipos del primer nivel asistencial, tendría que ser una prioridad. Sin duda el colapso hospitalario es una de las amenazas actuales que se podría reducir con el manejo desde atención primaria. Sobre esto que opinen los entes deontológicos, las universidades, las facultades de medicina, ¡opiniones técnicas, no políticas por favor!
La presión mediática; lo que está claro es que el primer escenario en una crisis de Salud Pública por una enfermedad infecciosa, lo que plantea es una presión mediática “absolutamente descomunal”, por eso el papel que tienen los medios de comunicación es básicamente de responsabilidad y no de rentabilidad, como está ocurriendo. Este escenario debe ser cambiado, la responsabilidad es clave en este sentido. El problema, opinan estos expertos, es el daño que pueden hacer las redes sociales, con fakes news incluidas. “Es una batalla difícil de ganar que lo que hace es dificultar aún más el abordaje con serenidad de la crisis”. Gobernantes y la sociedad tienen que hacer un acto de reflexión y de responsabilidad. La peor epidemia es la epidemia del caos.
Las comunicaciones del Estado deben ser técnicas y deben recaer en un técnico/vocero socialmente aceptado. Es momento que se entienda que los gestores políticos deben poner al alcance de los técnicos sanitarios los medios adecuados y dejar que actúen sin presión política.
La clave para que todo el esfuerzo que se deba emprender desde la Administración no sea en vano es “la accesibilidad, la veracidad de la información, la honestidad y la transparencia”, es importante que se cuente también con la opinión de expertos —la visión más científica— que ayuden a interpretar también lo que está pasando en el mundo. Determinar por ejemplo que tipos de tratamiento dan resultado, ahora que se sabe que puede evitarse que los pacientes lleguen a respiradores, el Estado debe determinar, por ejemplo; si es necesario que se sigan mal comprando respiradores a 100,000 dólares c/u desdeñando proyectos de técnicos y universidades; o se implementen otro tipo de recursos, más eficientes y baratos como la medicación con azitromicina y otros fármacos. Los expertos deben opinar. Los tenemos y de los mejores y no solamente al televisivo Dr. Huerta.
De otra forma lo peor seguirá pasando para los pacientes y las personas que les afecte la infección que hasta ahora no se controla ni desciende.
Este trabajo tendrá que ser en estrecha colaboración con expertos globales, gobiernos y asociados para expandir rápidamente el conocimiento científico sobre este nuevo virus, hacer un seguimiento de la propagación y la virulencia del virus.
Se tiene que crear sistemas de alerta sanitaria. Un sistema sanitario atento a las necesidades de la población está obligado a perfeccionar los instrumentos para garantizar una adecuada preparación ante sus eclosiones.
La Transparencia de las instituciones públicas o privadas es fundamental. La percepción de las crisis se puede escapar del control de los expertos o de las instituciones sanitarias, y estar determinada por colectivos interesados en propagarlas o aportar soluciones interesadas. No puede permitirse voces de cambio de constitución en medio de esta crisis por ejemplo. Esto exige una difícil ponderación entre la necesidad de articular respuestas y la de desactivar temores poco fundados o magnificados.
El estado debe ser responsable de implementar una adecuada política de información. De lo contrario surgirá la irracionalidad cuando la información se tergiverse u oculte. Afrontar una crisis sanitaria implica: respeto a la sociedad, coordinación de las organizaciones, y una institución con peso científico ante la población y ante los medios de comunicación, que actué de portavoz ante situaciones de riesgo en salud pública, para conseguir la confianza de los ciudadanos. La capacidad técnica de los profesionales sanitarios está más acreditada que la de los responsables públicos, lo que aconseja una mayor participación de los primeros y una mejor capacitación de los segundos.
Después de levantar las medidas restrictivas de la libertad personal, el Estado debe tener objetivos concretos: «primero, disminuir el impacto de la enfermedad y las muertes, y segundo, evitar la fractura social”. Preparar planes de contingencia. La preparación ante lo que sigue de la crisis es clave, ya que permitirá una respuesta sólida, organizada, y con base científica. Los planes de actuación deben conocerlos los profesionales con suficiente antelación y estar adecuadamente formados; y los políticos deben ser coherentes en sus actuaciones y coordinar todos los medios disponibles. Es fundamental invertir en recursos de salud pública para preparar las acciones preventivas, y reducir las desigualdades de salud para minimizar las consecuencias de las crisis sanitarias, ya que en general siempre las sufren más los más pobres.
Ojala los escenarios sociales, económicos y de derechos humanos sean manejados democráticamente, ya tendré ocasión de ocuparme de ellos. Lampadia