Jaime de Althaus, Periodista y antropólogo
El Comercio, 15 de setiembre de 2017
Es lamentable que esto haya terminado en la censura a un gabinete entero. La salida de la ministra debió manejarse de otra forma, conversando. Pero están negados para la conversación. Censurarla era un regalo al Movadef. Ahora ese regalo es todo el gabinete (aunque algunos ministros repitan).
Pero, en realidad, el objetivo de la cuestión de confianza no era salvar a la ministra, que ya estaba muy debilitada, sino conquistar gobernabilidad apenas se instale el nuevo gabinete. La apuesta es a que los ministros entrantes queden ‘blindados’ contra censuras, porque una segunda denegatoria de confianza al gabinete provocaría la disolución del Congreso, y los congresistas no querrían arriesgar sus curules. El Ejecutivo lanzó una confrontación, pero regulada por mecanismos constitucionales diseñados para disuadir luego más confrontación, para desactivarla. Perder en lo inmediato para ganar luego gobernabilidad. Era un cálculo racional.
No obstante, toda confrontación tiene sus propias leyes emocionales que pueden arrastrar a los actores fuera del marco de la razón. Los congresistas de Fuerza Popular lo dijeron varias veces: que no se van a dejar “pechar” por el gobierno, qué se ha creído Zavala (quien también ingresó al hemiciclo con un cierto aire desafiante). Concretamente, ayer hemos escuchado a Héctor Becerril y otros voceros proclamar, también desafiantemente, que no tienen temor a una disolución del Congreso.
Ser disueltos quizá sea una manera inconsciente de compensar la disolución del Congreso en 1992. O puede ser un juego de bravatas. Pero quizá conozcan el cuadro de la encuesta de Ipsos de agosto –que no ha sido publicado- [publicado en Lampadia ver: Gobierno abre caja de ‘Pandora’ y paraliza el país] que revela que si mañana se realizaran elecciones para un nuevo Congreso, Fuerza Popular pasaría a tener 91 congresistas (aunque mucha agua puede correr bajo el puente entre una encuesta realizada hace un mes y una elección futura).
Sería nefasto desembocar en una disolución del Congreso. Allí sí se paraliza completamente la inversión. Pero no ocurrirá, porque hay otros dos hechos paralelos que atemperarían el conflicto y la posibilidad de nuevas censuras: la sentencia del TC que permite que los congresistas puedan separarse de una bancada y formar otra –aunque esta otra sea solo el llamado “grupo mixto” aprobado ayer-, y la eventualidad del indulto a Alberto Fujimori.
Estos dos hechos coincidentes tendrían el efecto de fortalecer la posición de Kenji Fujimori y los moderados dentro de FP, que no querrán una política de hostilidades hacia el Ejecutivo. Si esto es así, la propia cuestión de confianza, sacrificando al propio Zavala, que en lo interno era un buen primer ministro, habría carecido de sentido.
El asunto ahora es aprovechar la nueva correlación de fuerzas e incentivos para avanzar en un acuerdo político sobre las grandes reformas. En el fondo, es lo único que interesa. Todo lo demás son vanidades. Y lo absurdo de todo esto que es PPK y FP estarían de acuerdo si no estuvieran separados por el 2021.