Iván Arenas
El Comercio, 12 de agosto del 2025
“Este capitalismo informal minero ha creado una industria no formal potente, una con brazos en la legalidad”.
Hay un capitalismo informal minero. No me refiero a la minería ilegal que merece todo el repudio y la ley. Escribo sobre el capitalismo informal minero, ese mundo que es ancho y ajeno, diverso y distinto. Es un fenómeno social y económico que va más allá de los “clanes familiares”, de algunos dirigentes y asesores ideologizados. Me remito al minero informal con suficientes recursos económicos y que sí quiere formalizarse.
Es un mundo tan diverso, no es lo mismo el informal en Pataz que en Madre de Dios. Son –si cabe la palabra– microcosmos distintos dentro de un cosmos informal. Pero antes vale hacer la siguiente acotación. Algunos mineros informales (por ejemplo, en Pataz) suelen invadir y atrincherarse en los socavones ajenos –concesiones, en términos técnicos– y pasan a la ilegalidad completa. En otras ocasiones, el ilegal camufla su producción gracias a los privilegios que da el Reinfo (vigente, por supuesto).
Este capitalismo informal minero ha creado una industria no formal potente. El oro y el cobre son los puntales. El carbón también. Es una industria con brazos en la legalidad, con medios digitales, tiktokers, partidos políticos y con asesores que dan soporte ideológico. Ha aparecido también un mercado de abogados, defensores a sueldo.
En un primer momento, los partidos políticos –de derecha e izquierda– decidieron que era una buena idea “representar políticamente” los intereses de este amplio sector informal, económicamente fuerte. Representar. Palabra clave en la política. Visto así, la idea no era tan mala.
Lo que sucedió fue una perversión de la idea de ‘representación política’. En el Congreso, por ejemplo, algunos partidos y políticos –que pretenden representar políticamente al minero informal– eligieron el lado oscuro. Estos partidos y congresistas, en lugar de elevar las demandas por una formalización técnica del mundo minero, se convirtieron en voceros de una facción de dirigentes, asesores ideologizados y “clanes familiares” (sobre todo de La Libertad). Allí se degradó la astuta idea de una ‘representación política’ clara de este capitalismo informal minero.
El resultado: un fiasco. A la fuerza, algunos de estos congresistas insistieron en aprobar un proyecto de ley para la minería artesanal y pequeña escala (ley MAPE) tan malo que mejor era un Reinfo ‘para siempre’. Los mineros del sur peruano se dieron cuenta de que una demanda puntual –la formalización minera– la convirtieron en una plataforma política y electoral con vistas a las elecciones presidenciales venideras. Todo lo anterior generó renuncias y disidencias en Secocha y Chala. En Puno y Madre de Dios, pasa lo mismo. Todo indica que gran parte de la “base minera” ya no reconoce a quienes fueron sus dirigentes y asesores. La Confemin hoy está debilitada.
¿Qué pasó? Como dijimos arriba, algunos de sus dirigentes y asesores pervirtieron la representación. Promovieron una ‘lucha de clases’, el ‘velascato’ en minería (“la concesión es para quien la trabaja”) y un ‘acaparamiento’ que técnicamente no existe. Además, crearon un nuevo sujeto revolucionario: el ‘minero ancestral’, cuyo objetivo es legitimar socialmente las invasiones de concesiones. Un dato sobre el ‘acaparamiento’: hay en el mercado más de 4.000 derechos mineros. Al final del día, este capitalismo informal minero no tiene representación política. El problema sigue allí.
En días sabremos quién preside la Comisión de Energía y Minas del Congreso, clave en todo esto. Los partidos políticos que defienden las inversiones han regalado dicha comisión a la izquierda, otra vez. Dicha comisión propondrá una nueva ley MAPE cuando el gremio minero –debilitado– amenaza con un nuevo paro si no restituyen los más de 55.000 Reinfos suspendidos y bien anulados. Al final, la minería ilegal se camufla en los 31.000 Reinfos vigentes.