Ismael Benavides
Expreso, 9 de mayo del 2025
Quiero referirme a la dramática situación que hoy sufre el Perú y los que viven en la burbuja política, ya sea en el Poder Ejecutivo, Legislativo o el Poder Judicial y Fiscalía tan venidos a menos; o las supuestas elites criollas incluyendo el sector privado que parecen subsistir en un mundo paralelo creyendo resolver la tragedia que vive el pueblo peruano ante la violencia, subversión y corrupción con comunicados, o “sesudos” análisis en las redes sociales, o legislando y actuando en función de pequeños intereses políticos, intereses personales, muchas veces lindando en la corrupción, y pequeñas guerras territoriales entre sectores que deben de actuar de la mano. La “sociedad civil” y el sector privado formal cometen el grave error de esconderse en sus ghettos residenciales o tras murallas de seguridad, involucionando a practicas mercantilistas, muchas veces soterradas, con poca conciencia del bienestar de la sociedad. No veo una reacción fuerte o una marcha protestando contra el gobierno por desproteger a la ciudanía pobre, como las que hacían en contra de Castillo, cuando sus privilegios estaban en peligro.
La tragedia de Pataz es una clarinada de alerta a la sociedad, tan importante como Chuschi que en 1980 marcó el inicio de la violencia de Sendero Luminoso. El Gobierno debe de actuar con energía y sin pudor, reforzando la inteligencia policial y creando un Comando Cívico Militar a cargo de un general, capitalizando la exitosa experiencia del gobierno de Alberto Fujimori. Asimismo, el Congreso debe ser más creativo y no renovar el Reinfo creado en él inepto Gobierno de “Agua si Oro No”, Ollanta Humala; y debe de buscar formalizar a los cientos de miles de peruanos que se dedican a la minería, creando un canal formal debidamente licenciado, que comercialice el oro y cobre un impuesto único que cubra los tributos al fisco y la contribución a la seguridad social. No se puede continuar criminalizando a los peruanos que ejercen la actividad minera de buena fe y lanzándolos a las manos de las bandas criminales que lucran de ellos para después amenazar a la sociedad en su conjunto.
El Congreso tampoco puede estar de espalda a las mayorías y continuar legislando populistamente para beneficio de unos pocos o los amigos de los congresistas. Con la ley de topes a las tasas de interés han condenado a casi 700 mil peruanos que han dejado de ser sujetos de crédito o no acceden al sistema financiero formal, a las fauces del préstamo gota a gota y a la violencia y muerte de los delincuentes prestamistas. También han condenado a la fecha, a otros 700 mil peruanos a llegar a su vejez sin pensión por los retiros innecesarios de los fondos de pensiones de las AFPs. Pareciera no remorderles la conciencia haber condenado a miles de peruanos a la inopia y a la violencia. Tampoco es capaz el Congreso de sacar adelante leyes que mejorarán la vida de los peruanos con empleo y reducción de pobreza como la Ley de Promoción Agraria y más bien responden a toda clase de lobbies con intereses mercantilistas que presionan para beneficios particulares.
No se queda atrás el sector privado que en vez de transitar a una sociedad más liberal, justa y amigable al emprendedorismo, buscan beneficios económicos, corrompiendo como fue el caso de las constructoras brasileras o del club de la construcción, o transitando por los Ministerios o el Congreso buscando intereses mercantilistas o beneficios particulares, muchas veces sofisticadamente camuflados. Ya no es solo el industrial mercantilista que busca aranceles para cobrar más caro los insumos como los hilados o los cierres a los confeccionistas de Gamarra, sino también buscando restringir la competencia afectando a los consumidores o productores, cómo es el caso en muchos sectores, como la electricidad, la farmacéutica o la propia agricultura de exportación. Lo que necesitamos es más electricidad, más farmacéuticos y más agroexportación.
El Perú hoy parece tierra de nadie y todos los actores están a la búsqueda de sus propios beneficios, dejando de lado el bien común de la mayoría de los peruanos que se fajan día a día por su sustento y hoy sufren la corrupción y la violencia mientras que quiénes están llamados a preocuparse están egoístamente en lo suyo.