Ian Vásquez
El Comercio, 27 de mayo del 2025
“Bukele ha gobernado bajo un régimen de excepción que suspende derechos básicos”.
El presidente Nayib Bukele de El Salvador cumple seis años en el poder la semana que viene. Ha ganado admiradores por toda América Latina por haber derrotado la criminalidad.
Muchos piden que se reproduzcan las políticas salvadoreñas en sus países y, en la medida que el presidente Donald Trump alabe a Bukele por recibir inmigrantes deportados, hay cada vez más admiradores del líder centroamericano entre los conservadores estadounidenses.
El modelo Bukele, sin embargo, no es tan novedoso como se presenta. En el fondo, se trata de comportamientos y actitudes que caracterizan el populismo latinoamericano de siempre: la concentración del poder y el uso arbitrario del mismo, la violación de los derechos civiles, la disminución de las libertades económicas, etc. ¿Qué ha hecho Bukele para consolidar su poder? En febrero del 2020, invadió la asamblea legislativa con policías y Fuerzas Armadas para intimidar a los diputados que no apoyaban su agenda. Fue algo popular. En las elecciones legislativas un año después, obtuvo una mayoría que procedió a destituir al fiscal general y a los jueces de la sala constitucional de la Corte Suprema.
Los nuevos jueces permitieron que Bukele fuera reelegido en el 2024 a pesar de que lo prohíbe expresamente la Constitución. Bukele también agregó nuevos jueces a la Corte Suprema, algo que violó las reglas, y aprobó una ley que le permitió despedir a muchos jueces en el sistema judicial. Eso facilitó que se descartaran investigaciones de su propio gobierno, según la Human Rights Foundation. El Salvador fue uno de los primeros países en cerrarse al mundo a principios de la pandemia de COVID-19 en el 2020. Las medidas de Bukele fueron entre las más severas del mundo. Estableció centros de detención para gente que, por alguna razón, no observó alguna restricción. Por ejemplo, por haber salido sin autorización para hacer compras, o por no usar una mascarilla, hay gente que pasó semanas o meses encerrada en condiciones de hacinamiento.
Cuando la Corte Suprema declaró que tales medidas no eran constitucionales, Bukele simplemente la desacató. Su gobierno dice que fue muy exitoso en contener la pandemia, pero una investigación de “La Prensa Gráfica” encontró que había falsificado los datos y que en realidad El Salvador tenía uno de los peores récords en Centroamérica respecto de las muertes por COVID-19.
Desde marzo del 2022, Bukele ha gobernado bajo un régimen de excepción que suspende derechos básicos. Fue así que ha podido detener a más de 80.000 personas sin necesidad de que se les dé un debido proceso. El Salvador tiene la mayor tasa de encarcelamiento del mundo. Como en los tiempos soviéticos, se realizan juicios masivos de cientos de personas a la vez. Miles de salvadoreños inocentes padecen en el gulag de Bukele, que ha cometido abusos de derechos humanos y ha causado cientos de muertes.
Bukele vulnera otros derechos básicos de manera sistemática. Los periodistas salvadoreños sufren amenazas y la prensa practica la autocensura ampliamente. En los últimos cinco años, el país ha caído 61 puestos en el Índice de Libertad de Prensa. Hace unos días, varios periodistas de “El Faro” se exiliaron después de publicar un reportaje que mostraba negociaciones ilegales entre grupos criminales y el gobierno.
Bukele también vulnera las libertades económicas para realizar sus fines políticos. Cuando no le gustaron los precios en los supermercados, declaró que se bajasen o se tratarían como criminales a quienes no cumplían. Además, ordenó que ciertas empresas de buses ofrezcan sus servicios gratis por una semana. Cuando varios de ellos se negaron a acatar la orden, los mandó a arrestar. Recientemente, hizo aprobar una ley que impone un impuesto de 30% a los pagos que reciben individuos o ONG desde el exterior.
Bukele sigue siendo popular, pero su autoritarismo ha incurrido en crímenes. Tarde o temprano esta historia acabará mal.