Ian Vásquez
El Comercio, 12 de agosto del 2025
“Sería un grave error caer en el intervencionismo militar, podría arrastrar a EE.UU. a inmiscuirse en otras guerras interminables”.
El presidente Trump, quien fue elegido con la promesa de terminar con las “guerras sin fin” en las que se ha metido Estados Unidos, ha escalado el combate contra los cárteles de la droga en América Latina. Ha declarado que varias son organizaciones terroristas y, de acuerdo con la prensa estadounidense, ha ordenado de manera secreta el uso de la fuerza militar en su contra.
Según Marco Rubio, el secretario de Estado estadounidense, a los cárteles “tenemos que empezar a tratarlos como organizaciones terroristas armadas, no simplemente como organizaciones dedicadas al tráfico de drogas”. Agregó que “ya no es un tema de aplicación de la ley, es un asunto de seguridad nacional. Podemos usar agencias de inteligencia, el Departamento de Defensa o cualquier otro elemento del poder estadounidense para atacarlos”.
Los republicanos han querido usar la fuerza militar en América Latina para estos propósitos por varios años. Pero el solo nombrar a cárteles mexicanos o al Cártel de los Soles de Venezuela como organizaciones terroristas no le da autoridad legal a Trump para usar la fuerza militar. Una acción militar en territorio soberano extranjero es un acto de guerra y requiere que el Congreso estadounidense se declare al respecto previamente.
No es creíble tampoco que EE.UU. sufre de una emergencia de seguridad nacional a la que Trump tiene que responder unilateralmente. El país ha sido consumidor de drogas por décadas y, por más trágicas que sean las muertes por consumo de fentanilo, estas han caído estrepitosamente en Estados Unidos desde el 2023. En todo caso, sería un grave error caer en el intervencionismo militar. No lograría su objetivo final, dañaría las relaciones diplomáticas por mucho tiempo y podría arrastrar a EE.UU. a inmiscuirse en otras guerras interminables.
Como ejemplo tomemos a México, donde varios republicanos han querido bombardear a los cárteles o enviar fuerzas armadas especiales. En primer lugar, cualquier incursión militar estadounidense sería rechazada por el pueblo y el gobierno mexicano, fortaleciendo el nacionalismo y dificultando no solo la lucha contra la criminalidad, sino también las relaciones comerciales y migratorias. Trump fácilmente podría amenazar con el uso de aranceles altos, como ya lo ha hecho, o el bloqueo comercial para presionar a México. Y México podría alentar una migración caótica hacia EE.UU. en vez de cooperar con su país vecino. Peor aún, una lucha militar contra los cárteles tiene poca posibilidad de ser exitosa. México ha librado una guerra contra los cárteles por casi 20 años, capturando a capos y logrando muchos “éxitos” tácticos militares. Pero el resultado ha sido mayor violencia, un incremento de grupos criminales y un flujo de drogas constante hacia Estados Unidos.
Los cárteles mexicanos cuentan con alrededor de 175.000 miembros, la mayoría armados y muchos con equipamiento avanzado de guerra. No es fácil rastrear sus actividades, sobre todo cuando se trata de drogas potentes como el fentanilo que no ocupa mucho espacio para ser producidas o traficadas. Esa tarea militar se tendría que hacer sobre en un territorio mexicano que es tres veces el de Afganistán e incluiría centros urbanos altamente poblados. Cualquier ataque implicaría muertes de mexicanos inocentes, lo cual, sin duda, resultaría en represalias letales contra ciudadanos estadounidenses.
Un reciente juego de guerra del grupo Win Without War Education Fund simuló un ataque de drones estadounidenses y llegó a semejantes conclusiones. No se redujo el flujo de fentanilo a largo plazo; “los ataques militares debilitaron a algunos cárteles, pero fortalecieron a sus rivales, provocaron conflictos internos y propagaron la violencia por todo México”; y México se sumió en “una recesión y devastó a los fabricantes de automóviles estadounidenses y otras industrias dependientes del comercio”. Toda una receta para una guerra interminable e imposible de ganar.