Ian Vásquez
El Comercio, 8 de julio del 2025
“El grupo [ los Brics ] tiene un problema de credibilidad y se ha vuelto un club de dictaduras opuestas a los valores liberales asociados con Occidente”.
El presidente brasileño, Lula da Silva, acaba de auspiciar una cumbre en Río de Janeiro de los Brics, el grupo de países emergentes que se formó para contrarrestar el peso geopolítico de Occidente. En vez de respaldar su objetivo, sin embargo, la reunión mostró una vez más la frivolidad, irrelevancia e hipocresía de ese club.
Los Brics se organizaron hace más de 15 años por países que tienen peso propio en asuntos internacionales y tomaron su nombre de los miembros originales –Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica–. El grupo luego ha ido agregando miembros como Irán, Etiopía, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, y miembros socios como Cuba, Bielorrusia, Turquía y Vietnam, entre otros.
Nunca estuvo claro cómo los países miembros originales, entre ellos dictaduras y democracias, iban a compartir los mismos intereses. La India y China son rivales continentales, por ejemplo. Pero en la medida en que la membresía de los Brics se ha ampliado, se ha vuelto más diversa y autocrática.
Por lo tanto, la falta de enfoque o eficacia de los Brics no nos debe sorprender. La declaración que emitió el grupo desde Río, por ejemplo, contiene 126 compromisos internacionales en áreas tan diversas como la paz, el sistema financiero, la salud mundial y el desarrollo sostenible. Cuando hay tantas prioridades, ninguna lo es realmente.
El grupo se compromete a promover “un sistema internacional y multilateral más justo, equitativo, ágil, eficaz, eficiente, receptivo, representativo, legítimo, democrático y responsable, en un espíritu de amplias consultas, contribución conjunta y beneficios compartidos”. Incluso si uno cree que Rusia, China, Cuba y compañía son los países ideales para crear tal sistema, no se sabe qué hará el grupo para llegar a tal paraíso.
El grupo también se compromete a “apoyar activamente los esfuerzos para reforzar la arquitectura sanitaria mundial fomentando la igualdad, la inclusión, la transparencia y la capacidad de respuesta”. ¿Será que China, luego de ocultar el estallido de la última pandemia global e información al respecto, cambiará de actitud en este ámbito?
La declaración de Río nos asegura que los Brics se mantienen comprometidos al “fomento y la protección de la democracia, los derechos humanos y las libertades fundamentales para todos, así como la cooperación basada en la solidaridad, el respeto mutuo, la justicia y la igualdad”. Por eso, el grupo condenó el bombardeo de Irán como una violación del derecho internacional. Por alguna razón, sin embargo, no criticó la invasión rusa de Ucrania a pesar de “condenar en los términos más enérgicos” los ataques de Ucrania en Rusia.
Por más que podamos criticar a las políticas de Estados Unidos bajo Donald Trump, los Brics no son el mejor foro para hacerlo. El grupo tiene un problema de credibilidad y se ha vuelto un club de dictaduras opuestas a los valores liberales asociados con Occidente. Hizo bien Javier Milei en retirar la candidatura argentina de los Brics por esa razón.
Respecto a Brasil, no queda claro qué ventaja obtiene de ser miembro. Como dice Matias Spektor de la Fundación Getulio Vargas, “cuanto más transforme China a los Brics en un instrumento de su política exterior, y cuanto más utilice Rusia a los Brics para legitimar su guerra en Ucrania, más difícil le resultará a Brasil seguir diciendo que es un país no alineado”.
Al fin del día, la frivolidad y retórica vacía de los Brics le ha restado credibilidad al grupo y disminuido a Brasil, su fundador latinoamericano y el supuesto gigante de la región.