Ian Vásquez
El Comercio, 16 de setiembre del 2025
“Milei tiene razón cuando dice que el peronismo destruiría el país para ganar una ventaja política”.
En las recientes elecciones en la provincia de Buenos Aires –baluarte del peronismo–, el partido del presidente Javier Milei obtuvo resultados muy por debajo de lo esperado. Al día siguiente, cayó la Bolsa de Valores y el peso se devaluó, pero el mercado se estabilizó y no se generó una crisis cambiaria como en otros episodios en la historia de Argentina.
Esta experiencia nos permite concluir lo siguiente: que la mayor amenaza a la estabilidad económica argentina sigue siendo la posibilidad de que el peronismo se fortalezca; que el compromiso de Milei con las reformas económicas de largo alcance sigue siendo creíble; y que es hora de dejar que el peso argentino flote libremente.
A medida que se acercan las elecciones legislativas de medio término a fines de octubre, la oposición argentina se ha envalentonado y ha intentado desestabilizar la economía. Ha votado proyectos de ley en el Congreso, vetados por Milei, que pondrían el presupuesto en rojo y revirtieron un veto presidencial.
Además, se ha filtrado un audio grabado en secreto que sugiere corrupción oficial en el alto mando. Milei lo niega y, mientras se está investigando, es difícil evaluar qué ha sucedido. Pero eso también ha generado cierta incertidumbre, impactando al peso y al partido de Milei.
Queda claro que, a medida que aumenta la posibilidad de que el peronismo gane protagonismo político, se incrementa la inestabilidad económica del país. Lo bueno es que, a escala nacional, Milei sigue teniendo una ventaja notable y que sus logros reformistas siguen limitando el daño que intenta causar el peronismo.
Pero Milei tiene razón cuando dice que el peronismo destruiría el país para ganar una ventaja política. Justamente por eso es necesario que se libere el tipo de cambio.
El gobierno de Milei decidió estabilizar la economía antes de abrirla al mundo. En poco tiempo, ha bajado la inflación, incrementado el crecimiento y reducido la pobreza. El peso, mientras tanto, fluctúa entre dos bandas establecidas por el gobierno, algo que requiere que de vez en cuando intervenga en el mercado para apoyar la moneda.
El problema es que ese sistema hace que la economía sea más vulnerable a la especulación e incrementa el riesgo de una crisis cambiaria, poniendo en peligro la agenda reformista de Milei. Tras haber perdido valor, el peso se encuentra muy cerca del límite que le ha impuesto el gobierno. En la práctica, lo que tiene Argentina hoy es parecido a un tipo de cambio fijo pero ajustable, la peor de las opciones disponibles.
En ese sistema, si se genera alguna duda acerca del valor de la moneda, el banco central se compromete a defenderla con sus reservas limitadas de divisas fuertes. Eso crea incentivos perversos para apostar contra la moneda porque es una apuesta segura. El banco central comprará la moneda local a un precio por encima del valor del mercado –hasta que se le acaben las reservas y, repentinamente, se desplome la moneda–.
Eso ha ocurrido numerosas veces en países que han abierto sus economías y mantenido un tipo de cambio fijo pero ajustable. Los ejemplos incluyen la crisis asiática de 1997-98, el tequilazo mexicano (1994-95) y Chile a principios de los ochenta.
Mucho mejor es un sistema de tipo de cambio acorde con los principios de mercado libre como aconsejaba el premio Nobel Milton Friedman: o completamente flotante o completamente fijo como la dolarización. Él observó que bajo sistemas flotantes no puede haber crisis de tipo de cambio porque la moneda se ajusta continuamente y desincentiva cambios abruptos.
Friedman nos recordó que no es viable mantener las tres siguientes políticas de manera simultánea: un flujo libre de capitales, un tipo de cambio fijo y una política monetaria independiente. Ahora que Argentina empezó a levantar su cepo, no puede considerarse una excepción a esta regla económica.