Ian Vásquez
El Comercio, 28 de octubre del 2025
“La dolarización no resolvería todos los problemas, pero sí limitaría el daño que pueden causar los políticos”.
El partido del presidente Javier Milei gozó de una victoria abrumadora en las elecciones de medio término en Argentina el domingo. Recibió el 41% del voto nacional, convirtiéndolo en la fuerza política más importante del país, mientras que el poder del peronismo se ha acotado seriamente.
Esto significa que la profunda agenda de mercado de Milei puede seguir avanzando y con mayor facilidad. A partir del 10 de diciembre, Milei podrá vetar proyectos de ley sin que los vetos sean revertidos por la oposición peronista, que ya no contará con los números en el Congreso para sabotear las reformas del presidente. Además, habrá segmentos de la oposición dispuestos a negociar con Milei, sobre todo ahora que recibió un mandato tan amplio.
En Argentina, el panorama político puede cambiar de un día para el otro, como acaba de ocurrir, en este caso para bien. Hasta hace poco, por ejemplo, la turbulencia económica, un mal desempeño del partido oficial en las elecciones provinciales en Buenos Aires y las encuestas pintaban otro resultado. Fue tan así que Argentina pidió un rescate financiero de Estados Unidos.
Hoy hay mayor optimismo sobre el futuro argentino, pero una lección clave es que Argentina puede fácilmente volver a ser volátil, algo que podría haber evitado y que podría todavía evitar en el futuro.
Más que nada, fue el temor de que los peronistas podrían debilitar las reformas de Milei y fortalecerse políticamente lo que causó la inestabilidad económica argentina reciente. En la medida en que eso afectaba a la economía de manera negativa, también perjudicaba las perspectivas electorales del partido de Milei. Al tener un tipo de cambio manejado por el gobierno y no determinado por el libre mercado, la defensa del peso obligó medidas que desaceleraban la economía (tipos de interés altos, mayores encajes bancarios y el uso de escasas reservas, por ejemplo). Todo eso lo tenía en cuenta el peronismo y alentó su intento de sabotear las reformas antes de las elecciones.
Toda la inestabilidad resultante podría haberse evitado si Milei hubiera implementado la propuesta central de su campaña presidencial: dolarizar la economía y cerrar el banco central. La razón es que, desde mediados del siglo pasado, cuando se instaló el peronismo, la irresponsabilidad fiscal ha sido apoyada por el manejo monetario irresponsable, terminando repetidamente en devaluaciones, defaults, inflación alta y crisis económicas.
En Argentina, el banco central ha sido un arma de destrucción. Ha habilitado y agravado severamente las crisis económicas. Y el partido peronista, cuya filosofía de gobernanza es gastar sin control, nunca ha rehuido usar esa arma. Siempre y cuando exista el banco central y siempre y cuando haya una “casta” política dispuesta a aprovecharse de ello, la amenaza de la inestabilidad existirá.
La posibilidad de que el peronismo pueda volver a fortalecerse o gobernar en el futuro puede poner en peligro la agenda de Milei. Incluso si Milei logra cumplir exitosamente buena parte de sus planes, la mera existencia del peronismo y el banco central será siempre una amenaza y hará que el desempeño económico del país nunca llegue a ser óptimo.
La mejor manera en que Argentina pueda superar su pasado monetario es dolarizando (dejar que la gente use la moneda que quiera) y aboliendo el banco central. La dolarización reduciría la inflación rápidamente, eliminaría el riesgo cambiario, bajaría las tasas de interés, estimularía las inversiones y produciría un ‘shock’ de confianza.
La dolarización no resolvería todos los problemas, pero sí limitaría el daño que pueden causar los políticos. La inestabilidad política ya no generaría la inestabilidad cambiaria tan destructiva.
Felizmente, Argentina reúne todas las condiciones para empezar a dolarizar hoy, incluso para quienes decían que faltaban dólares. Hay demasiado en juego para no implementar la propuesta con la que Milei ganó la presidencia con mayoría aplastante.






