Para Lampadia
Acaba de fallecer Giovanni Sartori, poco antes de cumplir 93 años. Ha sido uno de los más influyentes estudiosos de la política y la cultura contemporánea, un verdadero “maestro de las ciencias políticas” como ha sido definido.
Nació en Florencia, Italia, en 1924, en cuya universidad estudió y comenzó su carrera académica enseñando filosofía y politología; y donde ocupó el cargo de Decano de la Facultad de Ciencias Políticas entre los años 1969 y 1971, que fueron de gran fermento estudiantil. En 1971 fundó la Revista Italiana de Ciencias Políticas, de la que fue Director por más de 20 años.

Desde 1976 fue profesor en universidades norteamericanas, como Stanford y Columbia University, de la cual ha sido profesor emérito. En 2005 recibió el premio Príncipe de Asturias para las Ciencias Sociales.
Ha escrito libros que han sido traducidos a muchos idiomas, pero también fue un notable divulgador a través de ensayos y columnas periodísticas: trataba de un modo sencillo y comprensible para el público amplio, temas de los más diversos como la democracia, el multiculturalismo, los desequilibrios ambientales, los efectos de la explosión demográfica y de la difusión de los medios audiovisuales en desmedro de los escritos. Sus trabajos más importantes han versado sobre la democracia y el sistema de partidos, como el célebre “Parties and Party Systems (1976).
Fue un crítico de pensadores de izquierda y de derecha. Ya en su juventud se opuso tanto al fascismo como al comunismo, de ahí su interés en el estudio de la democracia y de los sistemas de partidos. A la izquierda contemporánea criticaba el no tener en cuenta los efectos negativos del multiculturalismo llevado a sistema político y los efectos de las migraciones masivas. Al mismo tiempo, criticó el conflicto de intereses de los líderes de derechas, por ejemplo acuñó el término “sultanato político” para dar una explicación del régimen de Berlusconi. En el libro “Il sultanato” (2009), fustigó a la clase política italiana y a la cultura dominante desde el mayo 68, que encumbró el igualitarismo escolar, al punto de empobrecer culturalmente a las nuevas generaciones. Criticaba la masificación del sistema universitario, que rebajaba el valor de los títulos académicos. Se preguntaba: ¿Por qué todos deben estudiar en la universidad? El sistema educativo debía culminar en formación de excelencia académica y tener ramas de formación técnica para evitar la masificación y el empobrecimiento del sistema universitario. Estas últimas reflexiones son válidas también para países como el nuestro, donde el sistema universitario se ha masificado inorgánicamente, en desmedro de la formación técnica, a tal punto que la devaluación de los títulos universitarios llevan a la proliferación de “maestrías” y doctorados, justamente para subsanar la devaluación de los títulos profesionales de “pre grado”; cosa que es una admisión de la devaluación de la formación universitaria hecha en instituciones desbordadas. Es fácil comprender que, con esas ideas, se granjeara numerosos críticos y detractores.
Para el caso del sistema político italiano acuñó el concepto de “pluralismo polarizado”: caracterizado por la existencia de muchos partidos, algunos de los cuales anti sistema, con una enorme variedad desde la extrema derecha a la extrema izquierda, y con fuertes fuerzas centrífugas. Un concepto que bien podría ser aplicado al caso latinoamericano y al peruano en especial.
Donde Sartori demostró su gran capacidad de no ser políticamente correcto ha sido en su crítica al multiculturalismo, fenómeno derivado de las migraciones masivas, que no se adaptan y no aceptan la cultura de la sociedad donde se ingresa. Es importante distinguir entre multiculturalismo (fenómeno político) del pluralismo cultural y respeto por culturas diversas (fenómeno cultural). En tal sentido, fue un crítico de “la retórica de la acogida sin límites” de inmigrantes. Fue célebre su expresión según la cual la tolerancia étnica tiene límites y que no se puede tolerar la intolerancia. Temía la vocación teocrática del Islam; coincidió con su paisana florentina, Oriana Fallacci, en la crítica al multiculturalismo y en el peligro de la islamización de Europa.
También fue crítico de la Iglesia Católica, por su rechazo al control de la natalidad. Estaba preocupado por el crecimiento demográfico y lo que consideraba una sobre población del planeta que genera desequilibrios ambientales como la escasez del agua y el cambio climático. Expuso esas ideas en el libro “La tierra explota. Super población y desarrollo” (20013).
En sus últimos años advirtió acerca del peligro de lo que consideraba una regresión cultural. Expuso esas ideas en un corto pero contundente ensayo, “Homo videns” (2013). En él sostenía que la actual difusión de imágenes, vía los medios audiovisuales, en desmedro de los medios escritos, ha empobrecido la capacidad de comprender y conocer el mundo de las nuevas generaciones. Según él ha surgido un nuevo tipo de hombre, incapaz de abstracción conceptual porque está acostumbrado a nutrir su mente solamente con imágenes, de la ahí la expresión “homo videns”, que ya forma parte del vocabulario de los estudiosos de la cultura contemporánea. Expuso esas ideas y otras preocupaciones en su última obra “La carrera hacia la nada” (2015). En un estudio reciente sobre la cultura que se difunde en nuestras provincias más pobres, ha surgido la tentación de utilizar el término de “homo videns”, pues allí nuestros estudiantes, sobre todo los de menores recursos, no leen pero ven todos los días imágenes por televisión y celulares. En las ferias pueblerinas de nuestras provincias no se venden libros, pero sí muchos “DVD”. Quizás ésta es la causa de nuestros bajos estándares en “comprensión lectora”.
Algunos han considerado que Sartori exageraba, pero nadie puede negar que sus ideas, expuestas con valentía y con pasión (típica de florentinos, desde Macchiavello en adelante), han nutrido reflexiones y han animado el debate contemporáneo sobre la actualidad de la política y la cultura.