Damos la bienvenida a opiniones críticas
Agradecemos a François Legros su comunicación en la que critica nuestras publicaciones sobre Trump. El señor Legros plantea sus puntos de vista con una lógica interesante, que obviamente ha sido compartida por muchos estadounidenses que llevaron a Trump al poder.
El empecinamiento de Trump con los 11 millones de inmigrantes que no lo dejan dormir tranquilo, es una desviación de la tradición en el ‘país de inmigrantes’ que fue EEUU desde su nacimiento, un desconocimiento de la realidad que nos muestra la integración de esa gente con la economía, sociedad y hasta valores tradicionales de EEUU.
Por nuestro lado somos muy críticos de Trump, y no estamos siguiendo lo que hoy es políticamente correcto, pues en junio del 2015, hace 19 meses, publicamos en el ticker de nuestra página web una frase que ha terminado siendo precursora de la reacción global contra este personaje: «DEBEMOS DECLARAR A DONALD TRUMP PERSONA NON GRATA A LA HUMANIDAD»
François Legros
Para Lampadia
Soy desde hace unos meses un lector asiduo de Lampadia, cuya visión liberal aprecio. En el ámbito nacional, Lampadia ha tomado unas posiciones valientes con respecto a los conflictos mineros, alejándose de la postura izquierdizada de la mayoría de los medios, que prefieren seguir los clichés fáciles de la gran empresa abusadora contra el pobre campesino, sin darse la molestia de evaluar los hechos. Algunos de los artículos de Lampadia que analizan en detalle toda la estrategia de los anti-mineros son simplemente brillantes.
También noté que varios de sus artículos llaman al ejecutivo de PPK a co-gobernar con la mayoría congresal fujimorista, que comparte su visión pro-mercado. En el contexto del anti-fujimorismo exacerbado de un sector de la opinión, esa posición de Lampadia demuestra racionalidad y valentía.
Sin embargo, cuando de política extranjera se trata, y en particular de Donald Trump, Lampadia se suma al consenso mediático mundial que a diario lo sataniza. Me sorprende, pues Trump en mi opinión no tiene una posición en el ajedrez político muy lejana de la de Keiko (y con la ventaja de no tener una herencia política cuestionable).
Apenas Trump fue elegido, empezaron marchas de protestas en varias ciudades de EEUU, algo sorprendente y sin precedente en la historia reciente de ese país. Luego, cuando asumió el mando y firmó sus primeros decretos, volvieron a aparecer las protestas y los gritos indignados de los medios y de un sector de la población, pese a que las decisiones de Trump siguen sus promesas de campaña, es decir, tienen un respaldo democrático.
Es difícil no ver la similitud con las marchas anti-Keiko organizadas por la izquierda durante la campaña, y luego contra algunas decisiones de la mayoría congresal de Fuerza Popular. En ambos casos, existe un discurso que niega la legitimidad democrática del adversario acusándolo de no tener los ‘valores democráticos’ y en buena cuenta de ser nada menos que un peligro para la humanidad.
En realidad, no veo mucho que justifique esos temores. Trump tiene una visión proteccionista de la economía que no comparto, pero no es eso lo que le vale el mayor rechazo, pues al contrario esa visión proteccionista es compartida por la izquierda. Su inmenso, su imperdonable crimen es de querer frenar la inmigración. En un país que tiene 11 millones de ilegales y que ha sufrido atentados ¿acaso no es una posición válida, legítima y hasta sensata? Si cientos de miles de migrantes cruzan ilegalmente la frontera cada año ¿no es parte de una solución racional construir un muro?
Los detractores de Trump se arropan en la superioridad moral de su supuesta tolerancia y caricaturan sus posiciones haciéndolo pasar por un infame racista. La estigmatización es tal que se sienten moralmente autorizados a desconocer prácticamente la legitimidad de su mandato democrático y a tratar de bloquear sus reformas por todos los medios. Hemos visto un fenómeno similar en Colombia con el desconocimiento del resultado del plebiscito sobre los acuerdos de paz y en Inglaterra donde algunos pretenden deshacer el Brexit.
Pero en mi opinión lo que ocurre en EE.UU y Europa no es, como lo pretenden, la reaparición del fascismo. Es una legítima preocupación de la población ante una migración masiva y descontrolada que genera cambios importantes en la sociedad. En Europa por ejemplo, el Islam gana terreno rápidamente y entra en conflicto con los valores liberales occidentales (por ejemplo los derechos de la mujer, de los homosexuales, la libertad de expresión). Además están los problemas de los atentados islamistas y de la delincuencia común. ¿Es racista e intolerante querer mantener la cultura occidental y la seguridad en Europa? No lo creo.
En cuanto a Trump, si bien tiene un estilo autoritario poco simpático, también es el único mandatario que se atrevió a condenar la dictadura cubana sin ambigüedad, cuando la mayoría de los representantes del “mundo libre” la toleran con una cobarde complacencia. Y hace poco recibió a Lilian Tintori, esposa de Leopoldo López, lo que Santo Obama nunca había hecho. Pero sorprendentemente, esa posición no le permitió ganar simpatías en el mundo democrático. Y hoy muchos medios son más duros con Trump que con Castro o Maduro.
Me sorprende que Lampadia, una revista que demuestra valentía e inteligencia en el ámbito nacional, participe de esa cruzada, que en buena cuenta solo trae agua a los molinos de la izquierda.
Entiendo que en el Perú, la sensibilidad al tema de la migración sea diferente, pues es todavía un país de emigración más que de inmigración. Pero en EE.UU. y Europa, una parte creciente de la población siente que la migración masiva proveniente de países más pobres afecta su seguridad, su calidad de vida y hasta su identidad. El Brexit o la aparición de políticos como Trump, Le Pen o Victor Orbán es la respuesta democrática de esas poblaciones.
Frente a eso, tenemos dos opciones: la primera, es aceptar que las poblaciones tienen un derecho soberano de controlar la migración en su territorio y defender su cultura, modo de vida y seguridad. La segunda es negarles ese derecho, estigmatizando cualquier forma de reacción nacionalista como racismo para doblegarlos bajo un sentimiento de culpabilidad moral.
Esa segunda posición es la que ha sido seguida de manera sistemática desde hace décadas en Europa y EEUU. Los últimos resultados electorales muestran que alcanzó sus límites. Si las élites mundiales siguen sin escuchar la voz de sus pueblos, la polarización se volverá cada vez más extrema y llegaremos a una situación muy peligrosa. Lampadia