Por: Arturo Woodman
Expreso, 12 de octubre de 2021
A raíz de lo negativo que venía desarrollándose el gobierno de Castillo con la presencia del premier Guido Bellido, había esbozado mi artículo semanal con el título: “El gobierno de la confrontación e inacción” basado en los pésimos y preocupantes 75 días transcurridos, desde que se inició el gobierno “del pueblo”, con el alejamiento silencioso del presidente, dando señales que el ideario de Vladimir Cerrón, marxista, leninista y mariateguista tomaba fuerza, encaminándonos a un Estado comunista.
Independiente de este rumbo inaceptable que tomaba el país, ingresamos a una complicada confrontación entre el Congreso, que pedía censurar a varios ministros, así como llevar adelante un apresurado pedido de vacancia, y el Ejecutivo, liderado por la prepotencia e incapacidad del premier Bellido, quien esgrimía presentar la primera solicitud de confianza y de no darse, su gabinete en pleno renunciaría con la posibilidad de presentar una segunda cuestión de confianza, pero al no obtenerla, habrían logrado que el Ejecutivo quedase facultado para cerrar el Congreso, perdiéndose el único bastión defensor de la democracia, libertad y gobernabilidad.
Esta confrontación fue generada por Bellido, al apoyar la continuidad del ministro de Trabajo, Íber Maraví, a quien el Congreso en su función de control político del Estado, había solicitado su renuncia por tener antecedentes de haber estado ligado al terrorismo, Movadef y Conare.
Estos innecesarios enfrentamientos, los desatinados nombramientos de funcionarios públicos sin experiencia en gestión pública, sin preparación ni capacidad, y de persistir con esta política, convertirían rápidamente al país en inviable, sin inversiones, sin generar puestos de trabajo, con elevada inflación, incremento de la pobreza y lo peor, con la amenaza de una Constituyente para cambiar la positiva Constitución del 1993.
Pero este último miércoles, Castillo dio un corto pero “esperanzador” mensaje, anunciando la renuncia de Bellido y que habría cambios en su gabinete “por el bien de la gobernabilidad y poniendo primero al Perú”. De llevarse a la práctica sus anuncios, sumado a la importante permanencia de Velarde en el BCR y los cambios de ministros, la confianza en el Perú debería retornar, a pesar de las críticas al ministro de Educación y al del Interior Barranzuela por promover la suspensión de la erradicación de la hoja de coca en el Vraem y su discutible retiro de la PNP.
Dentro de este panorama, el Congreso debe cumplir una permanente fiscalización y sobre todo defender su función legislativa debatiendo cualquier reforma en la Constitución, imposibilitando una Asamblea Constituyente.
Respecto al programa denominado “segunda reforma agraria”, deberían cambiarle el nombre porque lo relaciona con la nefasta, autoritaria y expropiatoria reforma del Gobierno Militar, pero siempre llevando adelante el positivo proyecto en favor de los pequeños agricultores, dándoles apoyo económico, agua, tecnología, vías de acceso, etc., además, debería impulsar la masificación del gas y descartar su inoperante nacionalización, logrando así un país estable.
Finalmente, esperemos que los nuevos planteamientos de Castillo no cambien, teniendo al “Perú por encima de todo” sin Constituyente, consolidando la gobernabilidad, unión y desarrollo del país, en democracia, libertad y que los únicos descontentos sean los de Perú Libre.