Andrés Velasco Brañes, Economista, académico, consultor y político chileno
El Mercurio de Chile
2 de setiembre, 2017
«No concibo un desarrollo a espaldas de las personas, donde solo importen los números», dijo la Presidenta Bachelet.
¿Hay alguien que crea otra cosa? Sin duda, los renunciados ministros Valdés y Céspedes y el también renunciado subsecretario Micco piensan que el desarrollo debe ser para las personas. De otro modo, la Presidenta no los habría incluido en su gabinete.
El diccionario contiene al menos dos nombres para esas afirmaciones a menudo repetidas, en las que todos estamos de acuerdo porque no dicen nada. Se llaman lugares comunes. También clichés. Y a punta de clichés no se puede gobernar.
Casi todas las decisiones de gobierno benefician a algunas personas y dañan a otras. Quien da el vamos a un proyecto minero beneficia a quienes trabajarán allí y lesiona a quienes sufrirán la contaminación que el proyecto genera.
Cuando un gobierno decide que la universidad sea gratis, beneficia a quienes no tendrán que pagar, y causa un perjuicio a los niños del Sename (o a los pensionados, a las mujeres sin trabajo o a los pequeños agricultores) que no recibirán esos mismos recursos.
Otras veces, el Gobierno afecta a una persona hoy -por ejemplo, al reducir su ingreso disponible obligándole a cotizar más para la previsión, como recientemente propuso la Presidenta- con el loable fin de beneficiar a esa misma persona en el futuro, garantizándole una mayor pensión.
La labor de gobernar consiste en optar entre estas alternativas imperfectas. Esa es precisamente la responsabilidad que el Gobierno, al refugiarse en los lugares comunes, ha abdicado.
Para elegir bien, de modo informado, los números que la Mandataria tanto desprecia son indispensables. ¿Cuántos empleos se perderán si, al subir la cotización previsional con cargo al empleador, se encarece la contratación? Con admirable honestidad intelectual, los ministerios del Trabajo y de Hacienda elaboraron un informe según el cual, en un mal escenario, se podrían perder hasta 394 mil empleos. Consultada al respecto, la Presidenta dijo desconocer el informe. Y añadió que dudaba de la seriedad del trabajo de sus propios subordinados. Cuesta imaginar que así se pueda llegar a una reforma previsional que de verdad beneficie a las personas.
Para elegir bien, la serenidad es indispensable. No puede decidir bien un ministro que recibe los antecedentes de un caso complejo el viernes en la tarde y se le exige que se pronuncie -le ocurrió al ex ministro Céspedes- el lunes a primera hora. Así no se gobierna para las personas.
La buena política es profundamente ética. Por algo los norteamericanos dicen que la Presidencia es un púlpito. La Presidenta utiliza ese púlpito al afirmar que jamás actuaría a espaldas de las personas.
Pero con la retórica no basta. Lo verdaderamente moral es hacer las cosas bien y evitar el daño.
El gobernante que descalabra la economía y causa una hambruna -como Maduro en Venezuela- o calibra mal la política monetaria y desata una hiperinflación, o administra mal un hospital y causa la muerte a un paciente, hace mal.
No solo comete un desliz tecnocrático, sino que causa daño; provoca dolor. Y causar dolor evitable es inmoral.
De modo menos dramático, pero no por ello menos importante, causa daño el gobernante que descuida el crecimiento en un país con millones de pobres y varios millones más que viven con el temor de caer en la pobreza. Asimismo, falla un gobernante que decide ignorar el efecto de sus decisiones en el empleo de mujeres y jóvenes. El fracaso no es técnico; ese gobernante contraviene lo que Max Weber llamó la ética de la responsabilidad.
La izquierda y la derecha tradicionales suelen ser prisioneras de su retórica. La derecha obsesionada con la libertad de mercado, y la izquierda, con la igualdad del Estado. El centro político, por contraste, cree que libertad e igualdad pueden y deben conciliarse, pero solo luego de un sinfín de decisiones difíciles entre opciones imperfectas.
Con la salida del equipo económico se acaba lo poco que quedaba del centro en la coalición gobernante. Y eso, señora Presidenta, tampoco será bueno para las personas. Lampadia