Aldo Mariátegui
Perú21, 9 de junio del 2025
“La Habana cree que una cara nueva y masculina puede capturar a gran parte de ese 17%, que representa el voto del sur peruano que suele votar en bloque”.
Por fuentes confiables me he enterado de que Cuba (a través del espía Carlos ‘Gallo’ Zamora, que aún tenemos de embajador en Perú porque Torre Tagle ha sido muy cobarde de no echarlo y el mismo excanciller Javier González Olaechea también “arrugó”, a pesar de saber lo peligroso que es Zamora junto a su equipo de agentes en Lima, integrado por su esposa Maura Juampere y el consejero político Carlos Portela) le bajó el dedo a una nueva candidatura de Verónika Mendoza, por verla “quemada” y sin posibilidades, y ha decidido apostar por Vicente Alanoca, un aimara antropólogo puneño, bastante telúrico y palabrero.
La Habana cree que una cara nueva y masculina puede capturar a gran parte de ese 17%, que representa el voto del sur peruano que suele votar en bloque (además de buscar el voto de Cajamarca y otras partes de la Sierra), más aún después del éxito sorpresivo de Pedro Castillo en las elecciones pasadas, una victoria electoral que para la misma Cuba fue también inesperada. Capturar al Perú sería un interesante triunfo estratégico para el G-2 (servicio de inteligencia cubano), pues Cuba está por perder pronto a su aliada Bolivia, dado que Evo Morales está fuera de juego, el gobierno izquierdista allá está devastado por la crisis económica y, por todo ello, la derecha debería ganar en las elecciones presidenciales de este 17 de agosto.
Alanoca es más peligroso que Pedro Castillo, pues tiene un coeficiente intelectual y una preparación académica bastante más elevados, además de ser mejor demagogo: le encanta usar los clichés del “centralismo limeño” malvado, el racismo costeño, “los doscientos años de opresión”, el clásico victimismo andino de “los pueblos originarios”, etcétera.
Claro, Alanoca nunca les dirá a los puneños que allá les encanta trabajar al margen de la ley, pues el contrabando, la minería ilegal y el narcotráfico son los grandes negocios de la región, además de que no les gusta pagar IGV y otros impuestos, pero sí reclamar servicios y obras del Estado.