Alejandro Deustua
Contexto.org
29 de julio de 2025
Para Lampadia
En su último mensaje a la Nación mandado constitucionalmente, y como suplemento del recuento de actividades de los diferentes sectores de gobierno, la política exterior que dirige la presidenta Boluarte apenas mereció una sumarísima referencia mientras afirmaba algunos conceptos de cuestionable sustento.
Si bien el esfuerzo diplomático realizado desde su toma de posesión ha sido eficaz para consolidar la naturaleza democrática del mandato, la afirmación de que la proyección internacional consecuente ha implicado la recuperación del liderazgo internacional es una evidente exageración.
Antes de reclamar ese logro los asesores diplomáticos de la presidenta debieron advertir que para ejercer el liderazgo internacional es necesario definir el ámbito en el que éste se ejerce, señalar el rumbo seguido, referir el reconocimiento de terceros y mostrar resultados. Ninguno de estos requisitos se evidenciaron en el discurso.
Es más, sin una visión adecuada sobre la situación de quiebre del sistema internacional, del progresivo deterioro de organizaciones multilaterales y regionales y de la inercia funcional en la relación vecinal, el reclamo de liderazgo no pasó de ser una exuberancia publicitaria.
Especialmente cuando, la presidenta y sus asesores han sido incapaces de definir nuestro posicionamiento geopolítico y las condiciones de nuestra inserción internacional en momentos en que uno de sus componentes esenciales -nuestra política de libre comercio- está en cuestión por el arbitrio proteccionista de nuestro segundo socio comercial y por el impacto consecuente en nuestros mayores mercados y en la economía mundial.
Al respecto, la imprescindible búsqueda de alternativas eficaces en otros escenarios abiertos que no incluyan a Estados Unidos ni China (la Unión Europea, el CPTPP del Pacífico, p.e.) tampoco mereció atención alguna (salvo negociaciones de un acuerdo con la India).
En efecto, en lugar de mostrar disposición a la diversificación de mercados, la presidenta prefirió concentrase en los socios principales devenidos en agentes disruptivos.
Ello a pesar de que el Sr. Trump muy probablemente aplique al Perú el nivel universal de su política arancelaria (10%) luego de triplicar el nivel arancelario (15%) a un socio fundamental (la Unión Europea la que, respondiendo con plena apertura, consideró el negocio como mal menor). Al respecto, la presidenta sólo alcanzó a referirse a ese socio comercial mayor como generoso aportante de helicópteros para la seguridad ciudadana y de alguna cooperación espacial.
Y en relación a China, la presidenta destacó, como lo hizo durante su innecesaria visita de Estado a Pekín, los planes de acción conjunta de mediano plazo con esa potencia. Como se sabe, la creciente proyección china en la región es entendida como disruptiva por Estados Unidos y como avance estratégico en la disputa por escenarios de proyección occidental sin que el Perú haya limitado siquiera las gravosas políticas de competencia desleal de la potencia asiática.
De otro lado, si Francia es un destacadísimo socio y un muy importante cooperante en el ámbito de la infraestructura, la presidenta no atinó a referir siquiera otras fuentes principales de inversión extranjera como el Reino Unido, España o el conjunto de la Unión Europea otrora tan vinculada al mundo andino.
En lugar de ello, la presidenta destacó el concepto de “neutralidad activa” que afirma la relación simultánea con Estados Unidos y China al margen de la competencia sistémica que estos desarrollan. Al respecto se procedió prescindiendo del posicionamiento geopolítico e identidad históricos del Perú mientras se destacaba, en abstracto, afinidad de valores y de intereses con la primera potencia. En esa perspectiva el Perú parece sólo una entidad interesada carente de identidad, de piso material y de arraigo civilizacional.
Quizás ello explique su falta de interés por nuestro destino regional y de integración subregional salvo para la lucha contra el crimen organizado trasnacional (que no parece tan efectivo como debiera).
Como complemento de tal desatención de intereses concretos, la presidenta prefirió poner su atención en procesos. Estos ocurren, para bien, en ámbitos vecinales y plurilaterales (la OCDE y la APEC). Sin embargo, la reserva sobre la accesión a la primera entidad llega a tal grado que no le fue posible mencionar los serios impedimentos que la informalidad, el narcotráfico, la minería y la tala ilegales y el deterioro institucional oponen a ese proceso. Y sobre la APEC olvidó destacar que las reuniones que la distinguen sin resultados palpables son méritos también de gobiernos anteriores que las agendan.
Por lo demás, quizás considerando que los conflictos internacionales no nos afectan, la presidenta de un país que requiere de un más distendido progreso europeo y en el que la anemia condena a un altísimo porcentaje de la infancia peruana, prefirió desatender los efectos geopolíticos de la guerra en Ucrania y de la hambruna en Gaza.
La presidenta y sus asesores todavía pueden corregir su infértil y minimalista exuberancia. Lampadia