Pablo Bustamante Pardo
Expresidente de IPAE
Director de Lampadia
El caso de Stiglitz, el famoso ‘intelectual’ y ‘académico’ de izquierda estadounidense es de escándalo, como se aprecia en el despacho de Fernando Claro de la Fundación para el Progreso.
Este pregonero de una ideología muerta, el socialismo, se la pasa defendiendo a líderes socialistas en países menos desarrollados, así sean dictadores, violadores de derechos humanos y/o destructores del estado de derecho, a pesar de hacer sus increíbles loas una vez evidenciadas las graves falencias de sus perpetradores.
En verdad no debiera extrañarnos que personajes imbuidos de ideologías extremistas, encubran delitos del peor nivel y que mientan alevosamente para proteger a sus discípulos, cómo fue con el gran intelectual francés, Jean Paul Sartre, con respecto a los crímenes de Stalin en la URSS.
Ver: El odio homicida de Jean-Paul Sartre
Ideología mata ciencia. Necesitamos referentes no ideologizados, ni comprometidos con ‘salvo el poder, todo es ilusión’.
Promovamos una visión desarrollista. Lampadia
Stiglitz, otra vez
Fundación para el Progreso – Chile
Fernando Claro
Publicado en El Mercurio
24.07.2025
Glosado por Lampadia
Anda de visita en Latinoamérica por enésima vez el premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz. Esta vez, en Chile.
Ya sabemos que años atrás apoyó a Boric, escribiéndole un perfil para la revista TIME, así que sabemos bien lo que piensa. Y está acá porque es uno de los invitados a la extraña cumbre que inventó el presidente Boric para «defender la democracia», invitando a presidentes que han tenido harto poco respeto por ella como Lula, Petro y Pedro Sánchez.
Stiglitz dijo lo de siempre: que el «neoliberalismo» es una organización social demoníaca y que ha sido la causa de todos los males que existen en el mundo. Estaba en la Universidad de Chile, y no dijo a qué se refería con «neoliberalismo», pero no importa, así funciona —y funcionan—.
Dijo ahí también que Milton Friedman, a quién llamó el «mesías del neoliberalismo», no creía en la regulación estatal ni nada por el estilo.
Que Friedman no creyera en el rol Estado regulando los mercados, entre otras cosas, es una afirmación que tiene el mismo grado de veracidad que afirmar que Iván Zamorano era un jugador de tenis profesional, por lo que no vale la pena refutarla —«las sociedades necesitan normas», insistía una y otra vez Stiglitz—. Basta leer con un mínimo de concentración cualquier ensayos o libro de Friedman —o videos en YouTube, quizás.
Luego, en otro seminario, esta vez en la Universidad Adolfo Ibáñez, Stiglitz dijo que había hablado con Lula, y que reflexionado acerca de la importancia de defender la democracia, habían concluido en que había que concentrarse en tres cosas: respetar el Estado de Derecho, la prensa libre y la libre expresión, esto último especialmente considerando a las universidades.
Stiglitz destacó estos tres «derechos» a propósito de que Trump, «un fascista», dijo, los estaba destruyendo.
Relacionado a esto último, entre el público le preguntaron qué pensaba, hoy en día, de haber apoyado en el pasado a Chávez en Venezuela, a Correa en Ecuador, a Morales en Bolivia y a los Kirchner en Argentina.
Respondió que a veces, al principio de los gobiernos, los presidentes tienen «buenas ideas», buenas intenciones, y esto ocurre especialmente en los países ricos, donde hay mucha riqueza, pero a la vez mucha pobreza. Lo que pasa después con el poder —porque el poder corrompe, dijo—, él nunca se lo habría imaginado. «Es el riesgo de la democracia», dijo.
Stiglitz apoyó a Chávez explícitamente dos veces: en 2006 y, luego, en octubre de 2007.
Chávez, sin embargo, había asumido en 1999 y ya había destruido por completo el Estado de Derecho con su Asamblea Nacional, y luego con sus leyes habilitantes que violaban su misma constitución.
En 2004, de hecho, HRW informaba que ya se había destruido totalmente la independencia del Poder Judicial;
desde 1999 había asfixiado presupuestariamente a las Universidades autónomas —dejándolas prácticamente secas desde 2005 en adelante por «servir a los intereses de la oligarquía»—, creando además un sistema de universidades paralelas y subordinadas a él en 2003, como la Universidad Bolivariana;
y en 2007, ya había expropiado diferentes medios de prensa, incluido el emblemático caso de RCTV en mayo de 2007, que generó protestas callejeras históricas.
Chávez llevaba más de 8 años en el poder, tenía ese interesante prontuario, y Stiglitz nos dice, en la cara, que lo había «apoyado al principio y que luego se había corrompido porque el poder corrompe».
No es necesario detallar lo que ya habían hecho y prometido Morales, Correa y los Kirchner, en sus países, «al principio». Así piensa un intelectual oficial de izquierda. Qué más nos queda. Lampadia