Alejandro Deustua
10 de agosto de 2025
Para Lampadia
El distrito de Santa Rosa que forma parte de la provincia Ramón Castila del departamento de Loreto no es una isla. Es parte del territorio de la isla de Chinería asignada al Perú por la Comisión Mixta Demarcadora de Límites entre Perú y Colombia (1929) que fue un instrumento operativo del Tratado Salomón Lozano de 1922 ratificado en 1928. Esa Comisión Mixta asignó al Perú islas adicionales en el Amazonas y otras a Colombia mediante instrumentos adyacentes del tratado.
Al respecto se procedió siguiendo la línea fronteriza establecida por el tratado de 1922: la línea del thalweg del río Amazonas que conecta los puntos de mayor profundidad del río (el mismo criterio se aplicó al río Putumayo).
Posteriormente el Protocolo de Amistad y Cooperación de 1934, que “deploró” los “acontecimientos ocurridos” a partir de 1932 entre Perú y Colombia (el conflicto de Leticia), dispuso que el tratado de límites Salomón Lozano de 1922 “no podrá ser modificado o afectado sino por consentimiento de las partes o por decisión de la Justicia internacional”.
En ese Protocolo Perú y Colombia establecieron “como deber fundamental de los Estados proscribir la guerra, solucionar política o jurídicamente sus diferencias y prevenir la posibilidad de conflicto entre ellos”.
Varias décadas después la corriente del río Amazonas separó una parte del territorio de la isla de Chinería y luego la reunificó con ésta. Ese sector de Chinería es el actual distrito de Santa Rosa. En ella el Estado peruano ejerce autoridad y jurisdicción mediante gobierno local, destacamentos de la fuerza armada y policial, establecimientos de aduanas, migraciones y tributación, entre otros; la población local tiene identidad oficial peruana, se comporta como tal y la ley que rige es la peruana.
Hacia 1986 Perú y Colombia instalaron la Comisión Mixta Permanente para la Inspección de la Frontera Peruano-Colombiana (COMPERIF). La actividad de inspección tiene por objeto dar cuenta del estado de la frontera ya establecida (hitos, determinación de coordenadas). Esa actividad no implica la revisión de la línea de frontera ni a las asignaciones de islas ya realizadas.
El reciente 7 de agosto el presidente Petro declaró “con beneplácito” que recibió la invitación del gobierno peruano para participar en una reunión de la COMPERIF que se realizaría en Lima entre el 11 y 12 de setiembre.
Si ese foro de inspección está abierto, entonces la beligerancia del Sr. Petro al declarar su desconocimiento de la soberanía peruana sobre una isla inexistente (Santa Rosa) carece de sentido. Especialmente si ésta se ha organizado de manera provocadora.
Este modus operandi se refleja en las declaraciones previas de su ministro del Interior que incluyen una referencia metafórica a un eventual conflicto, a la violación de la soberanía aérea peruana por un avión militar colombiano cuando autoridades peruanas ejercían actividades oficiales en el distrito de Santa Rosa y al intento de invasión policial de agentes colombianos. Todo ello en consonancia con el traslado de contingente militar a la frontera (Leticia) para celebrar el Día del Ejército colombiano que se conmemora a propósito de la batalla de Boyacá.
Esos actos son contrarios al tratado de 1934 tan erróneamente invocado por el presidente Petro para manifestar aspiraciones territoriales que no le corresponden. Y constituyen una violación de la costumbre internacional que inhibe demostraciones, maniobras y acciones militares entre estados vecinos que conviven en paz.
La desorientación del presidente Petro es aún más compleja en tanto ha confundido la situación ecológica de Leticia con la de la inexistente isla Santa Rosa. Si el caudal del río Amazonas está alejándose del puerto de aquella ciudad, le corresponde al gobierno colombiano emprender las obras para atenuar el problema. Para ello podría intercambiar ideas con autoridades peruanas en tanto Iquitos tiene parecida problemática de enarenamiento portuario.
Esa cooperación también podría intensificarse a efectos de combatir con más eficacia el narcotráfico mencionado por el presidente Petro en su discurso. Para proceder, sin embargo, es necesario identificar con precisión la agenda en lugar de entreverarla con un insostenible reclamo de territorio ajeno.
Y si el presidente Petro desea esa cooperación, ésta debe plantearse de manera bien desligada de su aproximación al gobierno venezolano con el que ese mandatario teje una asociación geoestratégica orientada a la instalación de una “zona binacional” con Venezuela. El Perú no desea ser objeto de esa proyección. Lampadia