Jaime de Althaus
Para Lampadia
Fue lamentable, como hemos criticado, que Keiko Fujimori descartara la aprobación de la bicameralidad con el argumento de que el Congreso está deslegitimado para aprobar una reforma de esa magnitud. Ese es el argumento de la izquierda, de los que reclaman asamblea constituyente como único vehículo para realizar cambios constitucionales.
Pero ese argumento en boca de la bancada que tiene más congresistas y que preside la comisión de Constitución, es un contrasentido inexplicable. Equivale a una auto castración. A negar la propia razón de ser como congreso. Si los congresistas consideran que el Congreso carece de legitimidad para aprobar normas importantes, entonces debería autodisolverse, o inhibirse de aprobar nada. Menos aún inhabilitar a una Fiscal Suprema por razones más políticas que jurídicas. Zoraida Avalos puede haber tenido un desempeño negativo, pero la decisión de no investigar a Pedro Castillo se amparaba en la interpretación jurisprudencial vigente en ese momento.
Quienes formulan la crítica de la falta de legitimidad congresal, la asocian a la baja aprobación ciudadana. ¿A partir de qué porcentaje de aprobación el congreso adquiriría legitimidad? ¿De 40%? ¿De 50%? Es absurdo. Los congresos tienen siempre muy baja popularidad, y eso no tiene nada que ver con la legitimidad. La legitimidad es jurídica, constitucional, no plebiscitaria. Estamos en una democracia liberal, representativa, no en una democracia directa o en un autoritarismo competitivo. El concepto de la legitimidad del congreso puede convertirse en el argumento perfecto de un dictador para cerrarlo o someterlo porque, de hecho, con ese argumento, casi ningún congreso sería legítimo y por lo tanto no debería existir o convertirse en un apéndice del poder Ejecutivo.
Nosotros hemos argumentado que la única manera de resolver ese déficit esencial o constitutivo de apoyo popular al Parlamento es pasar, paradójicamente, a un régimen parlamentarista en el que el Ejecutivo nace del Congreso y por lo tanto tiene mayoría en él, lo que favorece la gobernabilidad y la colaboración entre poderes, sin dejar la fiscalización. Pero esa es otra discusión y si ni siquiera se puede aprobar la bicameralidad menos aun sería posible imaginar una evolución constitucional de esa naturaleza.
Por lo demás, si queremos que el Congreso recupere lo que llaman legitimidad, o una mejor apreciación ciudadana, lo que debe hacer es precisamente aprobar reformas como la bicameralidad y otras que ayuden a la gobernabilidad, a mejorar la representación y devolverle crecimiento al país, en lugar de aprobar leyes populistas o mercantilistas o particularistas o tomar decisiones arbitrarias. Lampadia