Jaime de Althaus
Para Lampadia
El peor enemigo del trabajador peruano es la CGTP. Esa organización se dedica, con ahínco, a mantener a las mayorías en la informalidad y a los trabajadores formales en bajos niveles salariales. Su gran éxito ha sido mantener a las mayorías en la pobreza o cerca de la pobreza o impedirles ascender a niveles de ingresos dignos y prósperos.
¿Cómo lo hace? Pues defendiendo con uñas y dientes una normatividad laboral empobrecedora y excluyente. Sin la menor vergüenza, sin la menor autocrítica. Sin el menor esfuerzo por tratar de entender por qué el Perú tiene una tasa de informalidad que es por lo menos 20 o 30% superior a lo que le correspondería por el nivel de desarrollo que tiene. O por qué cuando crecimos a tasas altas más que se dobló el empleo adecuado (aquellos que ganan por encima del salario mínimo), pero apenas aumentó unos puntos la tasa de los que se formalizaron. ¿Es tan difícil entender que los costos de la formalización son muy altos para la gran mayoría de las empresas en el Perú?
Lo que se le reclama a la CGTP es un mínimo de honestidad intelectual y de compromiso con la suerte de los trabajadores del Perú, y no solo con mantener sus misérrimas cuotas de poder. Decimos misérrimas porque esas cúpulas sindicales reinan de manera vitalicia, sin democracia interna, sobre una población sindicalizada que es apenas el 5% de los trabajadores del sector privado. Es ridículo. Pero les basta ese magro poder para ejercer un espejismo de chantaje sobre los gobiernos y los congresos, que no se atreven a avanzar en las reformas indispensables para liberar las fuerzas productivas.
Si la CGTP aceptara una modernización de la legislación laboral que permitiera incluir a todos y dinamizar el mercado laboral, muchos más tendrían beneficios laborales adecuados y los que ya los tienen incrementarían sus salarios, porque habría más inversión y más competencia por contratar trabajadores.
Pero no. Recientemente la CGTP se pronunció paranoicamente incluso en contra del “shock desregulador” argumentando que es una estrategia para eliminar derechos laborales adquiridos. Ni siquiera reconoce que en la última década o más las actividades económicas han sido ahogadas en una hiperplasia regulatoria, que les impide nacer, crecer o sobrevivir. Salvo a las grandes empresas, por supuesto. Por eso la estructura empresarial del Perú es un reloj de arena con una gran base de micro y pequeñas empresas y con más grandes empresas que medianas empresas. Las pequeñas no pueden crecer.
¿Qué les asustó en el shock desregulador? Seguramente la propuesta de un nuevo régimen tributario emprendedor, algo incluso menor a la propuesta del “combo formalizador” de Elmer Cuba y la CCL (que suprime los regímenes especiales laboral y tributario para ir a una sola escala gradual y progresiva para facilitar el crecimiento y formalización de las pequeñas empresas), que ya había sido aceptada y hecha suya nada menos que por el presidente de la CGTP, Luis Villanueva, en el CADE, despertando la ilusión de que se produciría una cambio auspicioso en esa organización. Pero nada.
La CGTP no deja crecer al Perú ni a los trabajadores. Los llamados “derechos laborales” son en algunos casos supuestos beneficios tan generosos que se han vuelto una cornucopia política para un saqueo populista continuado y permanente por parte del Congreso como lo que viene ocurriendo con la CTS, que es una y otra vez objeto de leyes que permiten el retiro de hasta el 100% del fondo acumulado, como acaba de ocurrir hace pocos días.
Lo que está haciendo reiteradamente el Congreso es reconocer que el trabajador prefiere recibir el dinero de la CTS directamente en el bolsillo que acumularlo en una cuenta. Pues entonces sincerar ese tema e ir a la reforma de fondo, propuesta por el laboralista Germán Lora:
que el aporte del empleador para la formación de la CTS se limite a depositar 6 sueldos en la cuenta del trabajador y, llegado a dicho tope, empleador no tendría obligación de seguir haciendo depósitos. Pero, eso sí, dicha cuenta solo podría ser abierta cuando trabajador esté desempleado. Un verdadero seguro de desempleo, pero se reduciría los costos no salariales del trabajo favoreciendo la formalización, y a partir de la sexta aportación el dinero iría directamente al bolsillo del trabajador.
Por supuesto, la CGTP se opone y al Congreso no le conviene perder la cornucopia. ¿Qué tal si hacemos una encuesta entre los trabajadores sobre esto? ¿Quién se anima a hacerla? Empecemos a cambiar el statu quo si queremos que el Perú y los trabajadores empecemos a progresar de manera sostenida y creciente. Lampadia