Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Ica, 2 de junio de 2025
Para Lampadia
Seamos sinceros. La Contraloría General de la República (CGR) no funciona. Su misión – en teoría – es “dirigir, ejecutar y supervisar con autonomía el control gubernamental a las entidades públicas, para contribuir al uso eficaz, eficiente y transparente de los recursos públicos”. Pero, nada que ver. En nuestro país, los recursos públicos se manejan de manera ineficaz, ineficiente y corrupta… muy corrupta. Es decir, todo lo contrario a lo que debería ser.
El Sistema Nacional de Justicia… ¿qué quieren que les diga? El Ministerio Público y el Poder Judicial, aparte de estar corrompidos desde las cabezas hasta los pies, están totalmente politizados e ideologizados. Los antecedentes penales y judiciales son cualquier cosa: muchos delincuentes están libres, y muchos inocentes están condenados. O sea, el mundo al revés. Dicho sea de paso, yo puedo dar fe de ello.
El Congreso de la República no fiscaliza nada. Al contrario, la mayoría de congresistas deberían haber sido fiscalizados y sancionados… por corruptos. Pero no. La mayoría no sabe nada de legislar, representar o fiscalizar. Solo saben de clientelismo político: tarjetazos, mochar sueldos de trabajadores, títulos académicos falsos, militancia partidaria, parejas sentimentales, familiares y amigos, narcotraficantes, mineros y taladores ilegales, etc.
Y así podría seguir con toda la recatafila estatal: Defensoría del Pueblo, Superintendencias y Organismos Supervisores, Ministerios, Gobiernos Regionales y Municipales… El hecho es que nuestro Estado – al revés de lo que debería ser – no sirve a la ciudadanía. Más bien, se sirve de ella.
Entonces ¿qué hacer? Pues controlar – y desenmascarar – al Estado… desde la ciudadanía. ¡Esa es la propuesta!
Es verdad, hay algunos pocos periodistas valientes – repito, pocos – que se han comprado el pleito de fiscalizar al Estado… desde la ciudadanía. Pero – en mi opinión – dicha fiscalización se circunscribe solamente a las más altas autoridades estatales: Presidenta de la República, Ministros, Congresistas, Gobernadores Regionales, Alcaldes, Jueces y Fiscales, y demás. Lo cual está muy bien. Excelente.
Gracias a dichos pocos periodistas valientes, salieron a la luz los ampayes de los Cuellos Blancos del Puerto (“¿qué quieres, que lo declare inocente o que le baje la pena?”, “le he pedido 10 verdecitos” … al narcotraficante, “ya cumplí tu encargo”, etc.), los del expresidente Castillo (Sarratea, coimas en asensos policiales, obras truchas, etc.), los de la presidenta Boluarte (relojes Rolex, “cofre playero”, cirugía plástica, etc.), y muchas mañoserías ministeriales, regionales y municipales.
Mérito exclusivo de ese puñado de periodistas valientes que se la juegan toda… por la verdad y la decencia. ¡Un aplauso para ellos! Pero:
¿Qué de los médicos corruptos que maltratan cruelmente a sus pacientes?
¿Los maestros violadores y extorsionadores?
¿Los policías coimeros?
¿Los inspectores municipales abusivos y chantajistas?
¿Qué de la corrupción y maltrato de funcionarios públicos de nivel medio y bajo?
Esos que maltratan sistemática y permanentemente a los ciudadanos de a pie. A ese control del Estado, me refiero.
Entonces, ahí va la propuesta.
Desarrollar un aplicativo móvil (léase, una “app” que opere en teléfonos celulares), que permita insertar fotos y videos de las instituciones y funcionarios sujetos a evaluación, y que también permita calificar de 0 a 20 (como en el colegio) la atención recibida.
Los criterios de evaluación serían los siguiente:
(A) tiempo de espera,
(B) cordialidad en el trato,
(C) relevancia de requisitos exigidos,
(D) pagos requeridos, y
(E) eficacia de la atención.
Siendo 0 pésimo y 20 sobresaliente.
De esa manera, tendríamos una evaluación ciudadana sistemática y masiva, que permitiría ranquear a las instituciones y funcionarios públicos, según las atenciones brindadas a los ciudadanos. Publicar – por decir, cada mes – el ranking de las mejores instituciones y funcionarios públicos… y los peores. ¡Qué bueno sería!
Saber – por ejemplo:
¿Qué instituciones y funcionarios tratan dignamente a los ciudadanos, y cuáles nos hacen esperar más de la cuenta?
¿Quiénes nos atienden con cordialidad y quiénes nos tratan mal?
¿Qué instituciones y funcionarios nos piden requisitos irrelevantes, quiénes son coimeros, y qué instituciones y funcionarios son los más eficaces en atender a la ciudadanía?
¡Esa es la propuesta! Que millones de ciudadanos – mediante un aplicativo móvil – evaluemos sistemática y permanentemente al Estado. Mejor dicho, a los funcionarios estatales. Incluso, denunciar a los malos funcionarios… y premiar a los buenos, que ciertamente los hay.
Insisto. El Estado jamás va a corregir el mal trato que sus funcionarios nos brindan a los ciudadanos. La inseguridad ciudadana, el maltrato en salud y educación, la caótica situación del Sistema Nacional de Justicia, la corrupción en todo lo concerniente a obras públicas y demás, jamás mejorarán, a pesar de la existencia de instituciones fiscalizadoras.
No replicar el modelo institucional del Banco Central de Reserva (BCR), lo dice todo. Efectivamente, no replicar lo que funciona estupendamente bien (léase: el BCR) para corregir lo que funciona pésimamente mal (léase: agua potable, salud y educación, seguridad y justicia, infraestructura pública; incluso, Congreso de la República), denota – claramente – que en el Estado hay gato encerrado. Y que el gato en cuestión se llama “corrupción”. No hay otra explicación.
¿Qué tiene el modelo institucional del BCR – que lo hace tan eficiente y eficaz – que no tienen las demás entidades del Estado?
Autonomía, meritocracia, capacidad, estabilidad, remuneraciones competitivas… en síntesis: profesionalismo.
Pero no. En las demás instituciones del Estado – en las que nos maltratan – priman la politiquería, la vara, la incapacidad, la inestabilidad laboral, las coimas… pura mediocridad.
CONCLUSIÓN: dado que el Estado no se va a fiscalizar a sí mismo, la ciudadanía lo tendrá que hacer. O dicho en términos coloquiales: dado que otorongo no come otorongo, nosotros mismos somos.
Controlar al Estado… desde la ciudadanía. ¡Esa es la propuesta! Lampadia