Alejandro Deustua
Conteto.org
16 de julio de 2025
Para Lampadia
Con la economía global cayendo quizás 0.8 puntos a 2.8% este año (FMI, información de abril post “día de liberación”) y el comercio internacional, hasta aquí resiliente, desacelerándose (BM), los pronósticos consideran además escenarios globales “de reestructuración económica” (al estilo Reagan y Thatcher) o de estanflación y recesión (El Erian). Ello revela la confusión reinante entre los analistas reflejando la gran incertidumbre “epistémica” y política desatada por el desmanejo arancelario de Trump.
Y mientras la gran mayoría de gobiernos intentan minimizar el daño apurando negociaciones con la primera potencia en plazo (¿otra vez prorrogable?) que se vence en dos semanas, las reacciones de la Unión Europea y Estados Unidos, cuyo comercio bilateral equivale al 30% del total mundial entre unidades que representan el 43% del PBI global (UE), implicarán mayor conflicto si no hay acuerdo entre ellos. En efecto, la UE ha reiterado que desea un entendimiento razonable pero considera una retaliación equivalente a US$ 84 mil millones. Trump ha amenazado con una retorsión aún más alta.
Bajo estos términos, un acuerdo dejará heridas. Pero su ausencia se reflejaría negativamente hasta en el reciente compromiso de los miembros de la OTAN sobre incremento de cuotas a 5% del PBI de cada uno y en impacto sistémicos y civilizacionales en tanto pondrá en cuestión la ya mellada unidad de Occidente. El balance de poder global puede debilitar o perder a su mayor puntal afectando a América Latina.
En efecto, si no hay acuerdo la desaceleración económica puede ser mayor a lo indicado por el FMI y el BM y las negociaciones entre terceros serán regidas más por la urgencia que por la confianza mutua. Como el Sr. Trump ciertamente no sufragará el daño sistémico infligido, su disminución dependerá de la sensatez del próximo gobierno norteamericano, de la fortaleza de las relaciones remanentes de interdependencia y de las nuevas que puedan construir otros. Éstas serán condicionadas por la fuerte concentración del sector servicios en los países desarrollados (y en pocas empresas en el sector de alta tecnología) y por las asimetrías en el intercambio de bienes heredadas de viejas estructuras.
Para los latinoamericanos, la integración será una alternativa necesaria y también una oportunidad de fortalecimiento regional. Pero la prioridad de nuestras relaciones extrarregionales, nuestra escasa productividad y el déficit de capital e infraestructura indican que el punto de partida para una nueva aproximación será bajo. Esos factores han determinado que el comercio dentro nuestros esquemas de integración (la Comunidad Andina y el Mercosur) no hayan rendido los frutos esperados a pesar del largo plazo trascurrido desde su fundación (56 años en la CAN y 34 en el Mercosur).
En efecto, en 2024 la CAN fue responsable de apenas el 6.6% del total de importaciones andinas y en el período 1969-2024 el promedio fue de un pobre 10.5% (CAN). Aunque ese comercio ha sido principalmente de productos terminados, su valor agregado es bajo y de muy escaso contenido tecnológico.
Y en el caso del Mercosur (integrado por las mayores economías de la región como Brasil y Argentina) las exportaciones intrazona alcanzaron apenas a 10.3% del total en 2024. Estos registros no son esperanzadores para los intercambios intrarregionales.
Menos en un escenario de proyección comercial decreciente. Si en el primer semestre el comercio global se han mostrado “resilientes” ello obedece más a los flujos entre países desarrollados (en Estados Unidos las importaciones crecieron por compras adelantadas para hacer stock antes del impacto de los nuevos aranceles) que entre los países en desarrollo. Y para el segundo semestre el Banco Mundial espera un fuerte decrecimiento de ese comercio estimado en un recorte de 1.3 puntos porcentuales sobre la proyección anterior a menos de 2.5% (y menor aún que “la mitad del promedio anual de alrededor de 4.9% de las dos décadas anteriores”, BM).
Frente a ello, los países andinos que suscribieron un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea (Perú, Colombia y Ecuador) vigente desde 2013 deberán aprovecharlo mejor. Las exportaciones andinas a la UE de US$ 20 mil millones (2024) menores que las colocadas en China y Estados Unidos, deben potenciarse. Para ello se requerirá inversión europea cuyos flujos deben buscarse a pesar de que en 2024 la inversión extranjera cayó en el mundo en -11%. Quizás el cobre, cuyo comercio Trump desea bloquear, pueda ser atrayente para quienes tienen necesidades tecnológicas y energéticas crecientes.
El otro pilar de apuntalamiento comercial es el CPTPP en el Pacífico (heredero del TPP). Este acuerdo de libre comercio, que incluye a países de la APEC, de la OCDE, de la ASEAN y de la Alianza del Pacífico (pero no a China ni Estados Unidos), tiene gran escala (12/13% de PBI mundial) se rige por las normas de la OMC y, de momento, escapa al proteccionismo en boga. Éste debe ser hoy potenciado al máximo. Lampadia