Carlos E. Gálvez Pinillos
Expresidente de la SNMPE
Para Lampadia
Me encanta apreciar, cómo tantas cosas que nos resultaban impensables en el Perú, hoy son una realidad y somos capaces de observar, que tenemos para mucho más.
En el año 2001, nuestra agroexportación alcanzaba sólo a US$435 millones y, felizmente, un grupo de empresarios fue capaz de observar que teníamos un potencial importante.
Que, si aprovechábamos nuestros campos, nuestro clima, las ventanas de oportunidad climática, diferentes a las de algunos países productores y el manejo de nuevas formas de riego tecnificado, podríamos destacar en el mundo con producción de espárragos, paltas, arándanos y uva de mesa, entre otros.
Lo antes dicho, nos ha permitido una agroexportación de US$ 12,784 millones en 2024 y escalar al grupo de los principales exportadores de esos productos en el mundo, y tenemos para mucho más.
Lamentablemente, en nuestro país, muchos no se creen nuestras historias de éxito o, les molesta que algunos destaquen.
Por estas razones, en el gobierno del interino Sagasti, la costra burocrática a su cargo y con su apoyo, se dio maña para modificar la legislación agroindustrial, quitarle los beneficios tributarios que tenía y, no contentos con eso, le impusieron una remuneración extraordinaria y diferenciada en favor de los trabajadores agrarios.
Cuando observamos la evolución de nuestras exportaciones, tanto en valor como en tonelaje, podemos apreciar un crecimiento constante de uvas de mesa y de paltas. Una tendencia de crecimiento, que se acelera a partir de 2014 para arándanos, llegando a algo más de 300 mil TM y a cerca de US$1,800 millones el año 2024. Pero una declinación constante de nuestra exportación de espárragos, tanto en tonelaje como en valor, es resultado de una pérdida de competitividad.
Los fiscalistas de escritorio, siempre opinan y proponen mayor tributación para las empresas formales, sin entrar a mayor análisis de la actividad a que se refieren, por lo que me gustaría compartir alguna información:
- Los arándanos inician producción entre los meses 6 a 12 de su siembra, para maximizar su producción entre los años 3 y 4 de vida.
- La uva de mesa inicia producción comercial a los 3 años de su siembra, para maximizar producción entre los años 4 y 6 de vida.
- La palta inicia producción comercial entre los años 4 y 5 de vida, para alcanzar el pico de producción entre los años 6 y 10.
- Los espárragos inician producción comercial en los años 2 y 3, para recién maximizar su producción entre los años 3 y 7.
Lamentablemente, los que están tras la tributación, no consideran que:
Por envejecimiento de la planta, enfermedad o cambio de variedad, se debe resembrar entre los 5 y 10 años de vida, dependiendo de qué producto se trate.
Que se requiere renovar sistemas de riego, tales como mangueras, válvulas, filtros y emisores, entre cada 7 y 10 años.
Se requiere cambio de sistemas de soporte, tales como postes, alambres, espalderas y tutorado, cada 5 a 8 años.
Reemplazar sistemas de “fertiriego”, tales como tanques, bombas, filtros automáticos, cada 5 a 10 años.
Se tiene que hacer mejoras genéticas y cambio varietal de arándanos, uvas de mesa y paltas cada 7 a 12 años, para mantener productividad y competitividad de mercado.
Se debe hacer control fitosanitario anual y cada 3 a 5 años.
Se requiere ampliación de pozos o reservorios, dependiendo del acuífero, cada 8 a 15 años.
Todo esto, además de hacer limpieza de canales o revestirlos cada 5 años, mantenimiento y reemplazo de sistemas de monitoreo climático y agronómico, estaciones meteorológicas y sensores de humedad, cada 3 a 6 años.
Y también, reemplazar o mejorar los sistemas de energía cada 10 a 15 años.
Como vemos, mantener la competitividad de mercado y seguir creciendo en agroexportación, demanda una constante inversión de sostenimiento y actualización de plantas y sus variedades. Por esta razón, afirmar que el crecimiento de esta actividad en la década reciente, es suficiente para demostrar que no se requiere de ningún apoyo ni estímulo, no tiene asidero.
En consecuencia, haber homologado a la agroexportación con las demás actividades económicas y subirles la tasa de impuesto a la renta, de 15% a 29.5%, no resulta adecuado y debemos revisarlo.
Si queremos impulsar la constante reinversión en modernización, para convertirnos en líderes mundiales de estos productos, propongo que la agroindustria cuente con un régimen permanente de impuesto a la renta del 15%, para estimular la inversión y, aplicar el 14.5% diferencial al pago de dividendos, en el momento en que esto se materialice.
Igualmente, debemos permitir una flexibilidad laboral que se condiga con el tipo de actividad y su manejo por campañas. Lampadia