Ismael Benavides
Expreso, 5 de diciembre del 2025
KGB Y VELASCO: LA ALIANZA URSS-PERÚ 1968-1975 se titula el extraordinario libro de Aldo Mariátegui que describe en detalle la penetración de la Unión Soviética en los más altos niveles del gobierno de Juan Velasco Alvarado, a través del KGB, la agencia de inteligencia, seguridad y represión de ese país hasta su colapso en 1991.
Mediante un detallado estudio y análisis de las notas y registros de Vasili Mitrokhin, un ex agente de la KGB y desertor de la URSS, qué obran en la Universidad de Cambridge, Aldo describe con mucho detalle el modus operandi, las actividades, las operaciones específicas y los personajes reclutados en los altos niveles del Velascato además en el Chile Allendista y otros países latinoamericanos para ejecutar los designios del Kremlin.
Apenas la KGB identificó al Gobierno de Velasco como un potencial aliado y ejecutor de sus ideas, el siniestro Yuri Andrópov, legendario jefe de la KGB, instala su primera célula en el Perú en 1969, con numerosos agentes, además de operadores y espías peruanos a los que seducían no solo con ideología sino con prebendas y dinero. El primero de los traidores fue Efraín Ruiz Caro, comunista, asesor de confianza de Velasco con vinculaciones a políticos de izquierda de la época y que fue director de los expropiados diarios Expreso y Extra y otros diarios afines a la revolución.
La infiltración se trasladó a Torre Tagle donde reclutaron a varios operadores diplomáticos y también a una periodista, Vicky Peláez, que emigró como espía a Estados Unidos en 1993 y fue arrestada por el FBI. El más prominente operador de la KGB fue el general golpista Enrique Gallegos Venero, cercano a Velasco, quien fue jefe del Instituto Nacional de Planificación donde se gestó la estatización de la economía peruana y barbaridades como la comunidad industrial y la propiedad social. Gallegos posteriormente fue Ministro de Agricultura donde terminó de destruir el agro profundizando la reforma agraria. Se menciona también a otros militares cercanos a la KGB y la URSS como Jorge Fernández Maldonado y Pedro Richter Prada y con toda seguridad esa cercanía hizo metástasis al radical Leónidas Rodríguez Figueroa, Jefe de SINAMOS, además de otros militares izquierdistas que menciona el libro. La lista es larga y detalladamente descrita, sin embargo se sabe por otras fuentes que la actividad de la KGB no solo fue directa sino a través de agencias vinculadas como la Stasi de Alemania Oriental, la inteligencia cubana y representaciones en Lima de otros países de Europa del este que ejecutaron mandatos del Kremlin por medio de peruanos cuyos nombres aún no conocemos..
La lectura del libro no solo inspira la curiosidad de conocer cómo se infiltró la KGB en el gobierno militar sino también nos lleva a la conclusión que el Gobierno de Velasco Alvarado de nacionalista tenía poco y no tuvo problemas en entregarse incondicionalmente a una potencia extranjera, y la revolución fue un acto no solo golpista y antidemocrático, con espíritu revanchista, que no tuvo el bienestar de los peruanos en mente sino embarcarnos en una aventura socialista bajo órdenes de Moscú, que terminó en pobreza, inflación, una gran deuda externa, un estado caótico y el embrión de Sendero Luminoso en Ayacucho. La URSS nunca invirtió un centavo en el Perú, pero se aprovechó después vendiéndonos armas de tecnología anticuada y hoy sin repuestos, y depredó el mar peruano con su flota arrastrera.
La narrativa que creó la izquierda y Velasco sobre la Brea y Pariñas resultó falsa, y la IPC fue convenientemente indemnizada a sus dueños junto con todas las empresas norteamericanas expropiadas, mientras las tierras y empresas que expropiaron a los peruanos nunca fueron pagadas. Hoy Petroperú nos cuesta US$1,000 millones al año y una deuda impagable.
La destrucción económica del Perú fue vasta, no solo con el crecimiento de un estado ineficiente que llegó a representar más de 40% del PBI sino la creación de 135 empresas públicas que perdían US$2,500 millones al año, asfixiaban al sector privado y eran una carga para todos los peruanos.
Pero igual de nocivo fue el daño moral e intelectual a los peruanos, la pérdida de respeto por la propiedad privada, el desprecio por las libertades individuales, y la libertad de prensa y de opinión. Se envenenó a toda una generación de peruanos y se degradó la educación peruana a niveles nunca vistos. La Constitución de 1979 consagró los “logros” de la revolución, solo para llevarnos a la pobreza e hiperinflación por más de 10 años.
Aún hoy la izquierda peruana, retrograda y mal intencionada, resalta sus supuestas bondades y todavía vive en el recuerdo del grito de las portátiles de Velasco, “chino contigo hasta la muerte”.






