Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Ica, 1 de diciembre de 2025
Para Lampadia
La demonización es una técnica retórica e ideológica que – conscientemente – desinforma o altera hechos y descripciones para presentar a personas o instituciones, incluso a culturas o ideologías, como fundamentalmente malas y nocivas.

La demonización también se usa para atribuir maldad a lo que – sencillamente – es distinto de lo que se cree o apoya. A ese respecto, generalmente se recurre a sentimientos y pasiones para manipular a quienes se convencen más con éstos, que con razones o pensamientos. (Ver “demonización” en Wikipedia)
Bueno pues, los peruanos estamos enfrentando un artero y descarado plan de demonización en contra de nuestras empresas formales… grandes, medianas, y pequeñas.
La influencia pública del Estado – y de muchos medios de comunicación – se ha puesto en juego para estimular una reacción de descrédito en detrimento de – prácticamente – todo el sistema empresarial formal del país.
En efecto, para muchas autoridades, periodistas, políticos, y demás, las empresas mineras, petroleras, bancarias, AFP´s, de salud, de educación, de transporte, de telefonía, de energía, constructoras, comerciales, y – por supuesto – agroexportadoras… todas son abusivas, explotadoras, corruptas, y evasoras de impuestos. Ninguna se salva. Así se expresa la gente que está detrás de este siniestro plan de demonización empresarial.
Nadie niega la existencia en empresarios mercantilistas, argolleros, coimeros, abusivos, etc., quienes merecen las más drásticas sanciones. Pero no; la demonización empresarial a la que me estoy refiriendo, no apunta a dichos malos empresarios, si no a los demás: a los empresarios formales que generan empleos formales.
Este descrédito empresarial es aprovechado por funcionarios ministeriales, regionales y municipales para chantajear a mansalva a las empresas formales, so pretexto de faltas de seguridad, ambientales, laborales, tributarias, y demás.
Previo a ello, la burocracia estatal corrupta y abusiva elabora e impone mil y un requisitos y permisos, cada cual más absurdo y oneroso que el otro. Requisitos y permisos que sólo se exigen a empresas formales, porque las informales – previo pago del chantaje estatal – construyen y operan con total normalidad e impunidad. Efectivamente, la vista gorda del Estado frente a las empresas informales es descarada.
La demonización de nuestras empresas formales ha llegado a tales extremos, que lo moral y lo legal han quedado relegados a los últimos planos.
Con tal de desacreditar a las empresas, el Estado permite el bloqueo de carreteras y se rinde ante el más cobarde e incendiario vandalismo callejero. Se apedrean vehículos con niños adentro, se incendian ambulancias, se destruyen instalaciones empresariales… y no pasa nada.
El Estado está pintado… no actúa.
Incluso, ordena a la Policía a no hacer nada, exponiéndola a los más viles y humillantes ataques con piedras, bombardas, pintura… y hasta con bombas molotov. ¡Infame!
En este estado de caos social, el Estado de Derecho pierde valor, y millones de peruanos vemos truncados nuestros derechos constitucionales al libre tránsito, al trabajo, a la propiedad privada, a la integridad física… y hasta nuestro derecho a la libertad de expresión y opinión.
El problema es que detrás de esta demonización empresarial, subyace la destrucción de la economía nacional. Y con la destrucción económica vienen el desempleo, la pobreza, la inseguridad, la violencia, la corrupción… la crisis moral.
¿Tan difícil resulta ver que las empresas – y no el Estado – son las grandes generadoras de empleos formales para los peruanos?
¿Acaso no ven la relación de interdependencia que existe entre las grandes y medianas empresas, con las micro y pequeñas?
¿Y que si caen las grandes empresas, caen también las pequeñas?
¿Acaso no ven que las empresas son las proveedoras de esa inmensa y variada gama de bienes y servicios que requiere la ciudadanía – y el Estado – para sobrevivir?
¿Acaso el Estado no vive de los tributos que pagan las empresas y sus trabajadores?
Frente a tales interrogantes cabe preguntarse ¿quiénes están detrás de la demonización empresarial en nuestro país? Pues bien, aunque parezca mentira, hay gente que gana con la pobreza. Efectivamente, el narcotráfico, la minería, pesca y tala ilegal, y el terrorismo – todos – se nutren de la pobreza.
Por otro lado, la politiquería también gana con la pobreza. Eso de ofrecer el oro y el moro a los electores pobres – desesperados – suele favorecer a los políticos demagogos y corruptos en su afán por conseguir votos en las elecciones políticas.
Conclusión.
Hay gente que gana con la demonización de las empresas formales en nuestro país:
(1) los narcotraficantes,
(2) los mineros, pescadores y taladores ilegales,
(3) los terroristas, y
(4) los políticos corruptos.
La pregunta es: ¿estamos dispuestos a caer en la trampa de la demonización empresarial?
La respuesta – obviamente – debe ser un NO rotundo. Lampadia






