José Ignacio de Romaña
Perú21, 1 de diciembre del 2025
«Debemos sabernos humildemente grandes por llevar sangre roja y blanca en nuestras venas».
En algunos artículos pasados he mencionado que, si al Perú se le comparara con un automóvil, tendría todo lo necesario para ser la más alta máquina de performance: un Fórmula 1. Pero, como bien digo, tiene todo lo necesario para serlo; lo que falta es ensamblarlo y contar con el equipo y el piloto capaces de hacer volar esa máquina.
Cito a Margaret Thatcher: los países no son ricos en proporción a sus recursos naturales; lo son en relación con las decisiones de sus gobernantes. En ese sentido, hay naciones sin una gota de petróleo o un gramo de oro; pero con visión de futuro, educación, planeamiento, liderazgo e infraestructura se transforman en potencias mundiales. Ahora bien, si a la riqueza del Perú le sumáramos ese nivel de liderazgo, no pasarían diez años para entrar a las grandes ligas de un país desarrollado.
¿Cuáles son las piezas para construir ese potencial Fórmula 1? La base es la educación: sin ella, no sabríamos dónde colocar el motor. Pero para lograrlo debemos generar la riqueza necesaria que permita no solo desarrollar infraestructura, sino ejecutar una reforma educativa del más alto nivel, sólida en valores cristianos y en el orgullo de nuestra historia como continuidad y amalgama de dos grandes culturas. Como decía Víctor Andrés Belaunde en Peruanidad: el peruano no es mitad de nada; es todo inca, español y cristiano. Debemos sabernos humildemente grandes por llevar sangre roja y blanca en nuestras venas.
Partes del chasis y la carrocería son nuestro enorme potencial agrícola, con más de 21 proyectos de irrigación que podrían quintuplicar las 250,000 hectáreas de agroexportación que hoy generan más de 12,000 millones de dólares. A ello se suma la minería, con más de 60,000 millones de dólares en proyectos formales listos para arrancar y que, de destrabarse, generarían confianza para activar otros tantos paralizados. El sector pesquero tampoco se queda atrás: la corriente de Humboldt nos provee una riqueza hidrobiológica única, y con el orden adecuado no deberíamos limitarnos a exportar harina de pescado, sino transformarla, como lo hace Vigo en España, en conservas de lujo para el mundo.
El turismo representa ese plus capaz de darnos la ventaja competitiva frente a otras escuderías. El Perú es la historia de América; es la capital gastronómica del mundo; es costa, sierra y selva; y, sobre todo, son 34 millones de seres humanos solidarios, creativos, amables y trabajadores, deseosos de ser parte de un Plan Perú que acoja a millones de visitantes.
A lo anterior se suma el clima privilegiado del sur, una de las zonas con mayor radiación solar del planeta. En un contexto de transición hacia la carbono neutralidad, la región de Arequipa es un lugar excepcional para producir hidrógeno verde a partir de energía eólica, solar o hídrica. Se estiman más de 200 millones de toneladas de hidrógeno verde y subproductos como el amoniaco verde. Sumamos también los hallazgos de hidrocarburos desde las costas de Lambayeque hasta Tumbes, que podrían elevar la producción nacional a cerca de 400,000 barriles diarios, diez veces más que la actual.
Uno de los proyectos neurálgicos para dar estructura a todo este potencial es la conectividad que permita acelerar la máquina: un gran proyecto nacional de infraestructura que nos una, un tren que vaya de Tumbes a Tacna y nos conecte con la Amazonía. Sería la gran autopista que articule nuestra vocación productiva.
Todo esto se enmarca en tratados de libre comercio con economías que representan más del 80% del PBI mundial, incluidos Estados Unidos y China, y se potencia con la reciente norma de Zonas Económicas Especiales, orientada a promover la transformación económica e industrial para que nuestros minerales, recursos hidrobiológicos y forestales se procesen, generando mayor valor agregado antes de salir al mundo.
Tenemos todas las piezas necesarias para ensamblar esta joya de la ingeniería. Cuando existe liderazgo, visión de largo plazo, disciplina nacional y un propósito claro, una nación puede transformarse. Por tanto, necesitamos al ingeniero que la diseñe, necesitamos al líder que nos convenza de que es posible y, sobre todo en este periodo electoral, necesitamos que cada uno de nosotros sea capaz de elegir al piloto que proponga un marco de inversión estable, comprometido con los principios del libre mercado, dispuesto a reducir la burocracia y a garantizar seguridad jurídica.
Debemos elegir al equipo y al piloto que sepa sacarle fuego a esta joya llamada Perú.






