Pablo Bustamante Pardo
Expresidente de IPAE
Director de Lampadia
Es una pena que las izquierdas latinoamericanas hayan crecido a la sombra de la dictadura comunista cubana.

Este régimen no solo es una satrapía esclavizante y empobrecedora, es también un antro de corrupción, especialmente por su ligazón con el narcotráfico. Esto, desde hace muchos años, o décadas.
Esa misma praxis perversa instalaron los cubanos en Venezuela con Chávez y Maduro, empobrecimiento y corrupción. Pero el alumno fue más allá, exportó a toda la región, incluso a EEUU, prácticas criminales de extorsión y sicariato.
Más allá, en Brasil, tenemos otra escuela de corrupción, la del Partido de los Trabajadores, liderado por Lula da Silva. Su modalidad era la de asociarse con empresas corruptas, las constructoras brasileñas, y a través de ellas, dinero de por medio, corromper y cooptar a los políticos de la región.
También está por supuesto el caso de México, más lejano de nosotros, pero hoy, un país dominado por los carteles del narcotráfico. Donde sus gobernantes, AMLO y Sheinbaum proclaman: ‘Abrazos, no Balazos’ para los carteles.
Increíblemente, España, contagiada desde Venezuela con Iglesias y Zapatero, también sufre ahora de un socialismo corrupto.
Estas son las fuentes de donde beben todos nuestros izquierdistas en el Perú. No beben del laborismo británico o neozelandés, o de la socialdemocracia alemana. Prácticamente ninguno de nuestros izquierdistas ha tomado distancia de los gobernantes anti-democráticos, corruptos y corruptores de Cuba, Venezuela y Brasil.
Ojo que el Perú, después de treinta años de comunismo, socialismo y tibiezas, con Velasco, Morales Bermúdez, Belaunde 2 y Alan 1, desde 1990 hasta el 2011, con su gran recuperación económica y social, con una pujante economía de mercado, se convirtió, obviamente, en el objetivo político de las izquierdas regionales con el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla, que junto con nuestra propia cosecha de rojos, buscaban frenar nuestro desarrollo.
Este complot tomó cuerpo el gobierno de Humala, increíblemente santificado por Mario Vargas Llosa.
Entonces se activaron fuertes conexiones con Cuba a través de su embajador en Lima, Luis Delfín Pérez Osorio, que infiltró una buena cantidad de agentes
Así como con la plata de Venezuela, a través de Virli Rodríguez de su embajada y con la agente peruana Verónika Mendoza, y
Finalmente con Brasil, a través de las empresas constructoras, que actuaron como una suerte de agentes políticos de Lula, Odebrecht et al.
Muchos siguen pensando que el gobierno de Humala no fue tan malo como se esperaba. Pero un análisis un poco más profundo de los hechos demuestra que entonces se paró en seco la inversión minera, el motor de la inversión privada, se infiltró el Estado con miles de funcionarios anti-inversión privada, se sobre-reguló la economía, se empezó a cooptar muchos medios de comunicación, y consecuentemente dejamos de crecer.
Ya sabemos cómo después de Humala, ningún gobierno, hasta la fecha, nos regresó al camino del crecimiento, la inversión y la creación de empleo.
Ahora enfrentamos una nueva justa electoral sin que ninguno de nuestros izquierdistas haya hecho mea culpa y propósito de enmienda. Vamos a tener a muchos de ellos activando sus conexiones con esas fuentes de insidia política y corrupción, Cuba, Venezuela y Brasil, más la ‘ayuda’ de una nueva fuente de recursos económicos, la minería ilegal.
En este contexto, a los ciudadanos nos toca ahora hacer un gran esfuerzo por despolitizar nuestra visión de futuro y optar por alternativas electorales que favorezcan la producción, la inversión, el empleo y el crecimiento de la economía.
Aspectos todos, muy cercanos a la naturaleza del peruano que privilegia el bienestar de su familia y defiende su libertad de trabajo.
Lampadia






