Fernando Cillóniz B.
CILLONIZ.PE
Ica, 3 de noviembre de 2025
Para Lampadia
El año 2025 – próximo a su final – ha sido un muy buen año de agua. Las lluvias de principios de año, entre enero y abril, fueron abundantes. Las lagunas y reservorios de la Sierra se llenaron. El estiaje fue corto. Tanto que, a fines de setiembre pasado, cayeron las primeras lluvias de temporada. Y todo parece indicar, que tendremos otra buena estación de lluvias… hasta abril del próximo año.
Sin embargo, la gente se olvida.
Durante el verano pasado – como siempre – botamos cualquier cantidad de agua dulce al mar. Y por si fuera poco, tuvimos desbordes e inundaciones por la gran cantidad de agua que tuvimos en nuestros ríos y canales. Incluso, producto de las lluvias, hubo huaicos de lodo y piedras que cortaron carreteras y caminos, y arrasaron con todo lo que encontraron en su camino. Y el Estado hizo poco o nada para guardar, aunque sea una parte de esas aguas sobrantes.
Por otro lado – como era de esperar – no llovió entre mayo y agosto, tal como ocurre todos los años, desde toda la vida. El estiaje es así… no llueve. Siempre ha sido así. Eso lo sabemos los agricultores de Costa, Sierra y Selva; y del Norte, Centro y Sur. Todos.
Ahora bien, quienes estamos involucrados en el quehacer agrícola, también sabemos que las plantas producen más – y mejor – cuando tienen agua todo el año; no sólo cuando llueve.
Para ello, algunos hemos construido reservorios donde guardamos las aguas sobrantes.
Otros han perforado pozos para extraer agua del subsuelo.
Así – con reservorios o pozos – los agricultores modernos y eficientes tenemos agua todo el año.

Ahí radica – precisamente – la principal diferencia entre la agricultura altamente productiva y la agricultura precaria: en la disponibilidad de agua durante todo el año. Y si el agua se maneja a través de sistemas de riego tecnificado, mejor aún. Entonces, la disyuntiva es:
¿Agua todo el año, o agua solamente cuando llueve?
Repito. Esa es la diferencia entre la agricultura exportadora moderna, que emplea formalmente a un millón de trabajadores, y que en el 2025 batirá todos los récords de exportaciones de arándanos, uvas de mesa, paltas, y demás; y la pequeña agricultura tradicional, que emplea informalmente a más de cinco millones de peruanos, y que la está pasando mal… muy mal.
Pregunta:
¿Tan difícil es entender la problemática del agua para la agricultura en nuestro país?
¿Acaso, tener o no tener agua todo el año – más el riego tecnificado – no hace la diferencia entre una agricultura próspera y una agricultura pobre?
¿Por qué no priorizar la construcción de reservorios – y pozos – en todo el país, para que los pequeños agricultores produzcan más, y dejen de ser pobres?
¿Qué pasa con los funcionarios del Ministerio de Agricultura que no son capaces de redactar el reglamento de la Ley de Canon Hídrico?
Una ley promulgada hace más de 2 años, que le transferiría recursos a la Sierra – a perpetuidad – para construir miles de reservorios y beneficiar a los campesinos altoandinos… y por extensión, a los pequeños agricultores de la Costa y la Selva, pero que no se implementa por falta de un pinche reglamento. ¡No hay derecho!
Está pues más claro que el agua, que eso que es tan sencillo de explicar, y de sentido común, no lo es para nuestras autoridades políticas. Sobre todo, para el Ministerio de Agricultura y los Gobiernos Regionales. Porque si así fuera, la conclusión sería aún peor: a nuestros políticos les importa un bledo que los pequeños agricultores se mueran de hambre.
¿Ignorancia, indolencia, desprecio, altanería, crueldad? ¡Esa es la cuestión! ¿Qué tienen nuestros políticos que no ven la solución a la problemática del agua para la agricultura? De repente, nuestros políticos son todo lo anterior, a la vez: ignorantes, indolentes, despectivos, altaneros y crueles con los pequeños productores del campo.
Si no cómo explicar que se vayan tanto por las ramas. ¿A quién se le puede ocurrir que sin agua todo el año se va a resolver la problemática de la pequeña agricultura?
¿Qué efecto podrá tener – más allá de la pose y la demagogia política – que el Presidente o el Ministro o el Gobernador regale tractores a agricultores que no tienen agua todo el año?
O que el Gobierno ofrezca financiamiento, o comprar su producción ¡si no producen… porque no tienen agua!
No priorizar el agua y el riego tecnificado, es como poner la carreta delante de los burros. Todo lo demás – mecanización, financiamiento, industrialización, compras estatales, reorganización del Ministerio de Agricultura, asociatividad, etc. – es secundario. Efectivamente, la carreta delante de los burros: esa es la imagen que mejor caracteriza al Estado, de cara a la pequeña agricultura, o agricultura familiar.
Conclusión: la máxima prioridad para la agricultura – sobre todo para la pequeña – debe ser el agua.
Abramos los ojos a la realidad. El 2025 que está por terminar fue muy bueno para los agricultores que tuvimos agua todo el año… pero pésimo para los demás. Lampadia






