Alfonso Bustamante Canny
Perú21, 20 de agosto del 2025
«Tras años de promesas incumplidas, los ciudadanos perciben que el socialismo criollo no resolvió los problemas que más afectan su vida diaria. Los recientes procesos electorales confirman este hartazgo», mencionó Bustamante Canny.
En América Latina los discursos se reciclan, pero las realidades pesan más que las consignas. Durante dos décadas, buena parte de la región apostó por proyectos autodenominados progresistas que prometieron justicia social y redistribución, sin embargo, dejaron como saldo escuelas que no enseñan, calles inseguras, hospitales colapsados y viviendas inaccesibles. El único empleo que generaron fue el de burócratas inútiles, que inventaron nuevos procesos administrativos que no solo paralizan la economía, sino que también fomentan la corrupción.
Tras años de promesas incumplidas, los ciudadanos perciben que el socialismo criollo no resolvió los problemas que más afectan su vida diaria. Los recientes procesos electorales confirman este hartazgo. La elección de Javier Milei en Argentina reflejó un rechazo abierto a la clase política tradicional y, en particular, a la ineficacia de las recetas estatistas. En Bolivia, los resultados de la primera vuelta muestran que el MAS ya no capitaliza el voto popular. A ello se suman el triunfo de Daniel Noboa en Ecuador, joven empresario que derrotó al correísmo; y la victoria de Santiago Peña en Paraguay, que ratificó un modelo económico más liberal y de centro-derecha. Todo indica que la región empieza a virar hacia opciones que prometen orden, eficiencia y libertad económica.
Pero este giro no es un cheque en blanco. Si los gobiernos de centro-derecha quieren consolidar esa confianza, deberán demostrar que son capaces de gestionar con pragmatismo y resultados. No basta con desmontar mitos socialistas, es necesario construir políticas públicas que respondan a las urgencias reales de la población.
Las prioridades son evidentes. Una educación pública que forme ciudadanos competitivos, seguridad ciudadana con policías preparados y justicia eficaz, programas de vivienda social que integren comunidades y reduzcan la informalidad, e infraestructura moderna que conecte territorios y potencie la inversión. A ello se suma la impostergable tarea de redimensionar el tamaño del Estado y volverlo eficiente, capaz de romper las barreras burocráticas y ponerse al servicio del ciudadano. Mientras abrir un negocio, tramitar una licencia o ejecutar una obra siga siendo un calvario, los políticos habrán fracasado.
La región no necesita más caudillos iluminados ni ideologías mesiánicas. Necesita gobernantes que administren con seriedad, reduzcan la tramitología y resuelvan lo cotidiano. Si la derecha repite los errores del populismo, el péndulo volverá a girar. El reto es romper ese ciclo.