Ian Vásquez
El Comercio, 22 de julio del 2025
“De hecho, Viscardo y Guzmán se respaldó en pensadores liberales como Montesquieu y Adam Smith”.
En estas Fiestas Patrias es oportuno recordar al precursor ideológico de la independencia hispanoamericana que además fue peruano: Juan Pablo Viscardo y Guzmán (1748-1798).
Un libro que se publicará esta semana –“En busca de la libertad: vida y obra de los próceres liberales de Iberoamérica”, por mi colega Gabriela Calderón de Burgos– dedica su primer capítulo al peruano.
Viscardo y Guzmán nació en Pampacolca, en el ahora departamento de Arequipa. De niño obtuvo una educación jesuita, primero en Arequipa y luego en Cusco. Es probable que en el Colegio de la Transfiguración en Cusco fuera expuesto al pensamiento liberal de la llamada Escuela de Salamanca del siglo XVI y XVII que se difundía allí y que tanto influyó a los grandes pensadores y revolucionarios de la Ilustración.
En 1767, la corona expulsó a los jesuitas de su reino y fue desterrado Viscardo y Guzmán el resto de su vida. Vivió primero en Italia y luego en Inglaterra. Al renunciar a la Compañía de Jesús, el rey incumplió su promesa de restituir sus tierras.
Empezó a sintetizar su filosofía política basada en las ideas liberales y la legítima rebelión contra poderes injustos. Su “Carta dirigida a los españoles americanos” fue un panfleto revolucionario comparable a los escritos de Thomas Paine. El venezolano Francisco de Miranda –quien es mejor conocido como un precursor de la independencia y fue seguido por Simón Bolívar– tradujo la carta del francés original y se dedicó a difundirla por las Américas.
La carta fue extremadamente influyente. Según el historiador Gustavo Vergara, “no existió lugar importante de América Latina donde no llegase algún ejemplar de la Carta de Viscardo y Guzmán o se tuviese conocimiento de ella”.
Los otros escritos del arequipeño, como “La paz y la dicha del nuevo siglo”, fueron importantes también. En sus escritos, habló de los derechos naturales, de la “libertad y la seguridad de las personas”, y de la importancia del libre comercio “y que esta libertad inseparable del derecho de propiedad, y que incumbe a todos en estado natural, ninguna institución social la puede enajenar”.
Según el precursor peruano, “es pues una obligación […] no solo respetar sino aun proteger eficazmente los derechos de cada individuo”. Creía en la separación de los poderes y un gobierno limitado y representativo, y citaba a los derechos medievales de Aragón que limitaban la autoridad del rey. “El poder absoluto, al cual se junta siempre el arbitrario”, dijo Viscardo y Guzmán, “es la ruina de los Estados”.
También consideraba perniciosa a la guerra, incluso cuando da a la victoria, porque “se destruye uno mismo, al destruir a sus enemigos […] se debilitan las mejores leyes, y se da paso a la corrupción de las costumbres”. Argumentaba que “el efecto natural del comercio es el de llevar a la paz”.
Estas ideas eran radicales para Hispanoamérica, pero no eran originales. De hecho, Viscardo y Guzmán se respaldó en pensadores liberales como Montesquieu y Adam Smith, a quienes citó. Explica Calderón de Burgos: “Lo que sí fue original para su momento de publicación era utilizar ideas de la Ilustración y aplicarlas a la realidad de las colonias españolas en América”.
Desgraciadamente, todavía hacen mucha falta esas ideas en América Latina, donde no se conoce la historia de los pensadores y activistas liberales de la región que jugaron un papel importante en su momento. Calderón de Burgos nos explica que escribió su libro para rescatar esas historias olvidadas pero relevantes porque también forman parte de una larga tradición propia.