Salida de Salardi hunde reformas
Jaime de Althaus
Para Lampadia
La presidenta perdió una nueva oportunidad de sostener y enrumbar su gobierno al 28 de julio del 2026, y de mejorar su propia exánime aprobación.
Desoyó el pedido de todos los gremios empresariales del país de buscar una salida consensuada designando a un premier independiente y convocante, algo que era perfectamente factible.
¿Qué le impedía convocar a los gremios empresariales y a los partidos a consultar y pedir nombres para un presidente del consejo de ministros de consenso? Nombres para ese cargo que hubieran despertado confianza había varios. Una buena designación habría afianzado la recuperación económica, le hubiera otorgado más legitimidad a su gobierno y hubiera sincerado esa suerte de parlamentarismo encubierto que tenemos.
Tratar de entender qué le impide salir del estrecho círculo endogámico al que recurre para los nombramientos, sería materia de un estudio más profundo. Hay claramente una falta de recursos políticos y sociales, que le infunde desconfianza a quienes no conoce bien. O un reflejo patrimonialista, que ve el Estado como su chacra para beneficio propio y de los allegados y no para servir al país (una versión atenuada de Pedro Castillo).
También puede haber un problema de seguridad sicológica: quizá el acoso judicial que sufre la lleva a refugiarse en aquellos que le han demostrado lealtad a todo trance. No es casualidad que los tres primeros ministros que ha tenido son abogados que han pasado en algún momento por el ministerio de Justicia. Y que el exministro Juan José Santivañez, que se enfrentó a la Fiscal de la Nación y desactivó una unidad policial por defenderla, sea ahora su mano derecha y siga manejando el ministerio del Interior por interpósita persona.
Debe ser ese mismo síndrome el que la llevó a la lamentable decisión para el país de despedir a quien venía siendo el mejor ministro de economía de los últimos años.
Es que Salardi alentaba reformas que salían de la caja. De la caja no solo de este gobierno sino de los anteriores. Desregular para devolver libertad económica y empoderar Proinversión a costa del ministerio de Transportes para multiplicar la infraestructura, no solo desbordaba los límites ideológicos de la presidente, sino que le alteraba el pequeño mundo de reciprocidades que constituye su precaria gobernabilidad. Definitivamente Salardi no tenía un Milei detrás que lo respaldara.
El problema es que el propio ministro de economía entrante ya había planteado, cuando todavía estaaba en Transportes, que el Ejecutive observe la ley de la reforma de Proinversión.
El empresariado debería exigir que se promulgue. En caso contrario, el Congreso debería insistir.
La propuesta de pasar 14 programas de infraestructura a la ANIN, que hizo temblar al enjambre corrupto, ya debe haber sido enterrada.
Y en cuanto al shock desregulador, los aspectos laborales ya habían sido objetados por el ministro de Trabajo y no sabemos si se aprobarán el silencio administrativo positivo y el apagón normativo a partir de 28 de julio, entre otras medidas.
No sabemos cómo hará ahora la presidente para arrastrar su 2% de aprobación hasta el 28 de julio del 2026. Lampadia