¿Quién la abrirá?
Sergio Bolívar
Para Lampadia
Nos encontramos tan distraídos en nuestras crisis internas que parecemos ignorar que otros ya están negociando nuestro sitio en el escenario mundial.
La visita reciente del canciller ruso Serguéi Lavrov a República Dominicana no se limitó a un acto de cortesía: marcó una estrategia precisa en el nuevo tablero global. Mientras potencias en ascenso como Rusia, China e Irán avanzan en América Latina, gobiernos incluyendo el peruano, permanecen enredados en sus dilemas internos, careciendo de dirección y presencia internacional. Nuestro verdadero desafío no es la multipolaridad, sino nuestra incapacidad estratégica para enfrentarla. El BRICS no constituye una amenaza, sino una evidencia de que el mundo ha dejado de orbitar con fuerza alrededor del eje occidental y busca activamente redefinir las normas, con nosotros o sin nuestra participación.
Durante la cumbre del BRICS en Kazán de octubre de 2024, a pesar de las discrepancias internas, se congregaron numerosos países interesados en un sistema menos dependiente del dólar, y menos influenciado por las potencias tradicionales. Lavrov aterrizó esta semana en Santo Domingo, inaugurando una embajada, firmando acuerdos turísticos y promoviendo la cooperación, sin aludir a su conflicto en Ucrania. Este hecho refuerza la decisión de los países BRICS de considerar América Latina como un escenario competitivo. Estos movimientos son indicativos de una estrategia de inserción que busca capitalizar los espacios dejados por Estados Unidos o la OEA. Ante este panorama, resulta pertinente cuestionar las acciones de China en África o en regiones pro-defensa de los derechos humanos, mientras en las cárceles del Servicio Federal de Seguridad (FSB) de Rusia y del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (Pasdarán) de Irán se perpetúan violaciones a estos derechos.
Rusia comprende que no necesita emplear la fuerza militar para expandir su influencia cuando puede hacerlo mediante la diplomacia y el multilateralismo. La elección de República Dominicana no fue casual. Su posición en el Caribe, su estabilidad política y su proximidad con la crisis haitiana la convierten en un aliado estratégico para Moscú, que actúa con planificación.
Mientras tanto, Perú carece de una política exterior proactiva, de liderazgo regional y de la capacidad para interpretar el momento histórico actual. Nuestros gobiernos confunden la neutralidad con la pasividad y reducen la diplomacia a puro protocolo, evidenciando solo una aparente resignación. América Latina, y Perú en particular, corre el riesgo de ser definida por actores externos en lugar de por decisiones propias. Si no logramos diversificar nuestras alianzas de manera inteligente y coherente, acabaremos por aceptar condiciones establecidas por aquellos que sí poseen una estrategia clara.
La solución no pasa por alinearse incondicionalmente con bloques nuevos o viejos, sino por recuperar la lucidez estratégica. Perú requiere de una diplomacia efectiva, una narrativa nacional cohesiva y una visión a largo plazo que comprenda que en geopolítica no existen amistades eternas, sino intereses permanentes. Reposicionarnos como un interlocutor activo en esta multipolaridad demanda liderazgo decidido, alianzas selectivas y una defensa decidida de nuestros intereses estratégicos. La elección no es entre EE. UU. y China, ni recaer en los discursos de la Guerra Fría. Se trata de forjar una posición de dialogo y relevancia en un mundo que no admite vacíos.
En este nuevo escenario sin mediadores, el silencio no equivale a neutralidad, sino a irrelevancia.
En la geopolítica, el espacio no ocupado será inevitablemente ocupado por otro. Como decía Churchill: “Las naciones no tienen amigos permanentes, solo intereses permanentes.” Es momento de que el Perú lo recuerde y actúe.
Lampadia