Jaime de Althaus
Para Lampadia
A diferencia de las dos reuniones es anteriores de APEC, en esta sí se alcanzaron consensos. Y uno muy importante fue el que se plasmó en la Declaración de Lima, que dice: “Reconocemos que un objetivo fundamental del APEC es promover la integración económica… Apoyamos colectivamente el avance, de manera integral y sistemática, del Área de Libre Comercio de Asia-Pacífico (FTAAP)”.
Que esto haya sido firmado también por Estados Unidos es importante, aunque ya sabemos que las políticas proteccionistas de Trump serán un obstáculo para ese fin. A Estados Unidos debería preocuparle la paradoja que sea la China (“comunista”) quien tenga el liderazgo del libre comercio global, y no la nación abanderada de la libertad económica. Claro, el argumento norteamericano son las políticas de dumping de la China.
Lo que definitivamente sí habría preocupado a Estados Unidos es el protagonismo de Xi Jinping en esta reunión junto con la inauguración del puerto de Chancay. Para el Perú este puerto es muy importante porque, entre otras cosas, permitiría exportar e importar con menores costos e instalar industrias de alta tecnología (aunque falta todo el desarrollo territorial en la zona), pero lo que Estados Unidos debe estar viendo es que ese puerto es una vía para profundizar la penetración económica y comercial de la China en el Perú y en Sudamérica en general. De hecho, China es ya de lejos el primer destino comercial del Perú y nuestro país es el segundo destino de inversiones chinas luego de Brasil.
Lo cierto es que este hecho convierte al Perú en un jugador clave en el tablero geoeconómico global. Entonces la pregunta es cómo administrar esa posición favorecida para su propio beneficio sin sufrir represalias como, por ejemplo, aquella que le recomienda a Trump ponerle un arancel del 60% a todo venga del puerto de Chancay. El Perú debe desarrollar una política exterior inteligente orientada a equilibrar la relación con ambas potencias y con otros países.
De hecho, no solo se firmó una optimización del TLC con la China (mientras tenemos la espada de Damocles de aranceles norteamericanos), sino que firmamos acuerdos importantes -que ojalá se puedan desarrollar- con Corea del Sur, Japón, Hong Kong y otras economías. Con Japón la posibilidad de aliarse para explotar minerales críticos, por ejemplo, y con Corea la fabricación conjunta de aviones, patrulleras y otros equipos y la construcción de un dique seco de gran envergadura en lo que ahora es la base naval en el Callao, para darle servicio a grandes barcos, entre otros temas.
Con Estados Unidos ya habíamos firmado nuestra incorporación a la Asociación de Minerales Críticos, algo muy importante para ese país. Durante el APEC se anunció la donación a la municipalidad de Lima de 20 locomotoras y 80 trenes para el ferrocarril de pasajeros Chosica-Lima, una suerte de metro en superficie que aliviará considerablemente la movilidad de las personas. También se anunció la construcción de una estación espacial de la NASA en Piura, para lanzamiento de naves espaciales, y de 8 helicópteros Brackhawk.
Pero la Cancillería debería trabajar áreas de intercambio potencial con Estados Unidos tales como inversión en tecnología, acuerdos con Google y Amazon, asistencia en inteligencia contra el crimen organizado, equipamiento militar y lucha contra las drogas, por ejemplo.
Con Estados Unidos compartimos valores democráticos. Con la China no. Pero hábilmente Xi Jinping publicó el día anterior al APEC un artículo que traza un paralelo muy detallado entre nuestras civilizaciones para sostener que “…compartimos visiones similares y estamos unidos de corazón”.
Afirma que la civilización china y las civilizaciones americanas son creadas por descendientes de los mismos ancestros. Somos lo mismo en buena cuenta, lo que hace que “los chinos y los peruanos siempre se sienten cariñosos al encontrarse”. Apela a una fuente de integración mucho más profunda que el comercio: la cultura e incluso la sangre.
Frasea la propia integración económica en ese lenguaje: con el puerto de Chancay estamos forjando el “Gran Camino Inca de la Nueva Era”, como punto de partida de la integración nacional y sudamericana. El Perú, sin embargo, por prudencia geopolítica no aceptó incorporar al puerto de Chancay como un eslabón del proyecto global de la Franja y la Ruta, en la declaración conjunta que se firmó.
En el mismo artículo XI Jinping menciona “la Iniciativa para la Civilización Global (ICG), con miras a construir juntos la comunidad de futuro compartido de la humanidad”. Allí se defiende el principio de no imponer modelos políticos a otros países. De hecho, hay un eje geopolítico en el que China juega del lado de las autocracias. Aquí, sin embargo, el Perú sí podría hacer valer su comunidad cultural y su asociación estratégica con la China para demandarle que procure una transición política en Venezuela que retire a Maduro del poder, algo que le convendría a la propia China, a Venezuela y al desarrollo de todos nuestros países. Lo que, de paso, afirmaría nuestra posición en el eje democrático, junto con Estados Unidos y Europa. Lampadia