Por: Erasmo Wong
Estimado señor Raúl Diez Canseco Terry, Fundador presidente de la Corporación Educativa Universidad San Ignacio de Loyola; Doctora Luciana de la Fuente Carmelino, presidenta ejecutiva de la Corporación USIL; Doctor Jorge Talavera, Rector de la Universidad San Ignacio de Loyola.
Querida esposa Lotty, miembros de mi familia, amigos y distinguidos asistentes a esta ceremonia
No puedo sino expresar la inmensa satisfacción y alegría que tengo esta mañana en que la Corporación USIL me distingue con la Medalla Valores Democráticos Fernando Belaúnde Terry. Compartir esta distinción con ilustres antecesores como Mario Vargas Llosa, José María Aznar, expresidente de España, Luis Bedoya Reyes y Javier Pérez de Cuéllar, entre otros importantes referentes, es algo que en lo personal me honra mucho y me llena de orgullo.
Se me otorga esta importante medalla en reconocimiento a la labor de defensa de la democracia y la libertad de expresión en nuestro país. Quisiera mencionar que esta posición surgió como necesaria ante el peligro que enfrentaba nuestro Perú con el triunfo electoral de Pedro Castillo. Situaciones como esta exigen de nosotros, de todos los peruanos, actitudes firmes y responsables, y eso es lo que hice.
Una vez que entró en vigor la Constitución de 1993, los empresarios nos dedicamos a lo que sabemos hacer: invertir en generar riqueza para el país, en la creación de puestos de trabajo, en generar mayores recursos para el Estado y de esta manera reducir la pobreza.
Fueron casi 30 años en los que nuestro país se ubicó entre los primeros del mundo en crecimiento y estabilidad económica.
Mientras tanto, un activo sector de la izquierda y de ex convictos por delitos de terrorismo, supuestamente reinsertados en la sociedad, fueron realizando un impune trabajo de adoctrinamiento de nuestros niños y jóvenes, gracias a que se fueron infiltrando en las dirigencias de organizaciones sociales, sindicatos y comunidades rurales, en un proceso de concientización premeditado cuyo objetivo era la destrucción de la democracia.
Lo que Sendero Luminoso no pudo mediante el terror, la violencia y la muerte, pretendían hacerlo infiltrándose en nuestro sistema democrático para lograr su denominada “refundación de la república”, utilizando como modelo los fracasados ejemplos de Cuba y Venezuela, países en los que están prohibidas la libertad de pensamiento, de expresión y de prensa, y donde sufren cárcel cientos de presos políticos y ciudadanos tan solo por salir a decir la verdad o por protestar por algo de libertad.
Estos regímenes tienen como denominador común la ambición del poder absoluto donde no existen contrapesos de poder, ni instituciones autónomas e independientes que los fiscalicen, haciéndose del manejo y control de todos los poderes del Estado. Nosotros estuvimos muy cerca de caer en ese abismo.
Ya desde el año 2021 veía en el horizonte una terrible desunión entre las fuerzas políticas que facilitaba la posibilidad de que los comunistas llegaran al poder. Lo que más me llamaba la atención era que, a pesar de la evidencia del peligro, la capacidad de abandonar intereses personales en pro de un interés superior como la defensa organizada del país ante una amenaza a la democracia, no lograba cuajar en nuestros principales políticos y empresarios. Siempre encontraban un pretexto para no responder al llamado por la unidad.
El temido resultado se hizo realidad: el 10 de abril pasaba a la segunda vuelta el más radical de los candidatos de izquierda Pedro Castillo, con la lideresa de Fuerza Popular Keiko Fujimori. La segunda vuelta exigía la unidad de las fuerzas democráticas para evitar el triunfo de los comunistas. No se pudo concretar. Un lamentable antifujimorismo, un odio visceral, inexplicable, impidió este esfuerzo. A veces cuando medito sobre los graves problemas nacionales me detengo en este penoso lastre, en este odio histórico que impide que enfrentemos con madurez el desafío de hacer grande nuestra patria.
El antifujimorismo, y sus dañinas secuelas, son páginas que debemos voltear, siendo este otro de los desafíos que me he planteado.
Esta desunión fue la principal causante del triunfo del partido Perú Libre y su candidato Pedro Castillo. Es imposible entender como alguien que se había hecho conocido liderando la más larga de las huelgas de profesores de los últimos años, con la pérdida de millones de horas de estudio para los niños, pudiera llegar a la presidencia. Pero no solo eso. Estaba rodeado de personas que abiertamente defendían a Sendero Luminoso.
Embriagados de poder vieron al Estado como su botín, repartiéndose puestos, favores y dinero, e intentaron perpetuar esta situación convocando a una Asamblea Constituyente para así tener una nueva constitución. Es decir, abiertamente promovían seguir el camino que ya antes habían transitado Venezuela con Hugo Chávez y Nicaragua con Daniel Ortega.
Era consciente que una vez emprendido este camino no había punto de retorno. Había pues que salir al frente, con la valentía que surge del patriotismo y del cariño a nuestro Perú. No había tiempo que perder buscando aliados en el mundo del empresariado.
Fue muy triste comprobar que la falta de unidad que había constatado en el mundo político se replicaba en el mundo empresarial. No voy a entrar en detalles, pero si mencionar que con posiciones así, acomodaticias y de conveniencia, es fácil que un tirano llegue a ocupar la presidencia de nuestro país. Es preciso cambiar.
Defender la democracia es anticiparse a los males que surgen cuando la democracia es dejada de lado. Y además equivale a un camino sin retorno.
Pensemos de nuevo en lo que sucede en Venezuela, no estuvimos muy lejos y es lo que iba a pasar en el Perú. Es así que como empresario me propuse hacer política haciendo el mayor esfuerzo para cambiar el rumbo del país, nefasto y sin retorno, al que Castillo lo estaba conduciendo. Era necesario defender la democracia y así lo hice.
Enfrentarse a todo un gobierno y sus aliados es muy difícil. Más aún cuando este se inaugura y tiene la fuerza y apoyo como sucede con todos los gobiernos que empiezan su gestión. Aun así, decidí enfrentar la prédica y mensaje del presidente Castillo y de sus principales voceros. Soporté el ataque mediático y en redes sociales, y también directo de sus integrantes. La idea era descalificarme, quitarme autoridad moral para así debilitarme. Nada de eso me amilanó.
Dichos ataques más bien me daban la fuerza y eran el estímulo para salir adelante, continuar con la lucha por la democracia y por la libertad de expresión. Fue así como, con un conjunto de ciudadanos, con el mismo objetivo de defender la democracia, conformé la Asociación Frente Democrático, que consolidara nuestros esfuerzos. Éramos un grupo de patriotas (así nos bautizaron los principales periodistas de Willax) que sabíamos que no teníamos la fuerza operativa que puede tener un partido político, así que optamos por el combate de las ideas, en plazas, calles y medios de comunicación. Pintas, entrevistas, memes, marchas y mítines eran nuestros instrumentos. No había lugar para el cansancio. Era normal que liderara reuniones hasta muy avanzada la madrugada. Los señalamientos que hacíamos, de ineficiencia gubernamental, de corrupción y de contrarrestar los llamados a una nueva constitución, encontraron gran recepción en la ciudadanía, a tal punto que nos lo hacían notar en cuanta oportunidad se presentaba. En Willax, “el canal que nadie ve”, nos convertimos en la única trinchera en la defensa democrática desde los medios y desde el Frente Democrático organizamos y mantuvimos en vilo las calles. No puedo dejar de mencionar que, llegado este momento, el reconocimiento popular no se hizo esperar.
No tengo dudas que esa actitud mantuvo viva la indignación ciudadana lo que terminó por debilitar al gobierno de Castillo quien, arrinconado por múltiples acusaciones de corrupción, terminó arremetiendo contra la Democracia a través de un golpe de Estado que no contó con el apoyo de nuestras Fuerzas Armadas ni de la Policía Nacional del Perú, ni de las instituciones. El golpe de Estado fallido fue la llave que abrió las puertas de la cárcel a Pedro Castillo, quien se encuentra allí asumiendo las consecuencias de sus acciones.
Cuando nuestra democracia y la libertad estaban en peligro es que tomé la decisión de poner a disposición de la libertad de expresión y de prensa al canal Willax, que se ha convertido desde entonces en el único medio de investigación periodística cuyas denuncias y develamiento de escándalos, relaciones turbias, y corruptelas desde el gobierno, ha hecho posible que hoy, estos cuestionados personajes se encuentren procesados por sus diversos delitos.
Pese a las amenazas oficiales contra el canal, y a las denuncias absurdas e injustificadas a nuestros periodistas y ejecutivos, nos sentimos más empoderados todavía para mantenernos inflexibles en la defensa de la verdad.
Hace más de 30 años nuestro país sufrió los embates del terrorismo, la intolerancia y el miedo, sin embargo, nosotros nunca nos amilanamos y al contrario lanzamos un grito de OPTIMISMO porque con esa actitud he luchado siempre como ciudadano y empresario y porque creo que la democracia y la libertad se tienen que defender con todos los recursos a nuestro alcance.
Fue así que salimos a las calles en las más grandes marchas realizadas en los últimos tiempos, fueron 16 las que organizamos, expresando nuestros pensamientos y promoviendo la participación popular para recuperar la esperanza, y jamás declinar ante cualquier amenaza que haga peligrar la libertad y la democracia.
Tengo el inmenso honor de ser el primer empresario en recibir la Medalla Valores Democráticos Fernando Belaúnde Terry y así acompañar en el reconocimiento a tan ilustres antecesores intelectuales y políticos. Es por eso que me permito señalar, ante este distinguido auditorio, mi ratificación en que la lucha continúa, pues nuestra democracia aún sigue endeble y es preciso fortalecerla con la seguridad que, a pesar de todo, la democracia sigue siendo el mejor de los sistemas, que debemos plantearnos objetivos claros de mejora en nuestro país y por lo tanto hacer el mayor de los esfuerzos para que a la Dirección del Perú, a su gobierno, lleguen los más capaces, los más honestos, los mejores. Esto no sería de ninguna manera una revolución, sería simplemente una evolución que nos merecemos todos.
Quiero aprovechar esta oportunidad para agradecer, ya que un esfuerzo de esta magnitud que genera tantos momentos de preocupación, dedicación y concentración no los habría podido enfrentar sin contar con la permanente comprensión, amor y apoyo de mi querida esposa Lotty, de mis hijos y en especial de esa fuente de inspiración que son mis nietos.
Luchar por la democracia, luchar por un Perú mejor, es luchar también por las futuras generaciones y es allí cuando pienso que esos momentos de felicidad que paso junto a mis nietos los quiero para todos los peruanos sin excepción.
Estimados asistentes a esta ceremonia, mirar hacia atrás nos permite mirar más lejos hacia adelante. Dentro de poco se cumplirán doscientos años del día en que los miembros de nuestro primer Congreso Constituyente, allá por el año 1825, acuñaron seis palabras en lo que se conoce como el hermoso lema de nuestra Patria: Firme y feliz por la Unión. Aquí me tienen y me tendrán luchando siempre por ese sueño y esa apuesta de unidad, impresa en el corazón de todos los peruanos desde el inicio de nuestra historia republicana: ¡Firme y feliz, en la lucha por la unidad de todos los peruanos!
Muchas gracias.