Francisco Marcelo Tarquino Sandoval
Para Lampadia
Conforme al artículo 58° de la Constitución Política del Perú, la iniciativa privada es libre y se ejerce en una economía social de mercado; sin embargo, ese deseado marco de competencia no supone que ésta sea perfecta: o no todos tienen la misma línea de partida o simplemente no entrenan igual. Un factor importante a través del cual el Estado puede “igualar”, son los programas sociales.
En efecto, si bien el inciso 2 del artículo 2° de la Constitución establece que todos somos iguales ante la Ley, esto no significa que el estado tenga que dar el mismo tratamiento a todos, sino que en determinadas situaciones y justificado en razones como vulnerabilidad o inclusión, se puede brindar un servicio diferenciado a sectores de la población a quienes, dejar a la suerte del mercado, podría incrementar su situación de vulnerabilidad generando una situación injusta u odiosa; justificando su acción a través de un programa social.
En efecto, respecto del estado, lo esencial es la universalidad de sus acciones. Todos somos iguales ante el estado y los servicios que éste brinda y sus actividades no discriminan a quien a él acude; los programas sociales resultan ser una excepción a dicha universalidad. A través de ellos el estado “diferencia” a un sector de la población para brindar un servicio focalizado amparado en razones de vulnerabilidad o inclusión.
Ahora, hablemos del Programa Nacional Cuna Más. Este cuenta con dos servicios, el de Cuidado de Diurno y el de Acompañamiento a Familias. El primero de ellos – y sobre el que nos ocuparemos – está dirigido a menores, entre 6 y 36 meses de edad, brindándoles atención en sus necesidades básicas de salud, nutrición, seguridad, protección, afecto, descanso, juego, aprendizaje y desarrollo de habilidades.
Un primer elemento a considerar, es el de los 36 meses. Como se sabe el ingreso a la edad escolar es a los 3 años cumplidos al 31 de marzo del año correspondiente; en consecuencia, los niños que cumplan los 36 meses después del 31 de marzo quedarían fuera tanto del Programa como del ingreso a la escuela, perdiéndose el apoyo a las familias por un buen tramo de tiempo, y el impacto formativo que podría tener el programa en momentos cruciales previos al inicio de la etapa escolar. En efecto, estudios sobre indicadores de eficiencia para la educación primaria en el alcance los objetivos en la Educación Básica Regular, sobre todo en Comprensión Lectora[1], demuestran que mientras un niño tiene más años de formación previa al inicio de la primaria, sus resultados positivos se incrementan en proporción a los años de aprendizaje previo.
Ahora bien, en cuanto a cobertura, se aprecia de la Red Informa que a octubre de 2022, la meta de atención era de 59,621 niños.
Más allá que los reportes señalen un cumplimiento del 100% (o muy cerca), de la meta, resulta importante tener en cuenta varios puntos:
- El verdadero nivel de éxito de esta cobertura dependerá de cuánto representan las cifras alcanzadas respecto del universo total de niños y familias identificadas en situación de pobreza o pobreza extrema. Comparado con el universo que nos pueda plantera el INEI dicha cobertura sería tan sólo del 14.58%, cifra no tan alentadora.
De cualquier forma, resulta importante que este indicador del programa esté planteado no sobre la base de un número fijo, sino en un cálculo de porcentaje del universo total, para así tener una mejor lectura del nivel de avance del programa;
- Por otro lado, sólo se reporta la cantidad de niños atendidos, pero no se hace un examen de los logros alcanzados o el impacto en su formación y crecimiento.
En ese sentido, es importante que este programa haga una medición en este aspecto, a dos niveles. Por un lado, los progresos en aprendizaje o formación de los niños a cargo del programa, con evaluaciones periódicas de los Centros de Cuidado Diurno; y, por otro lado, la capacitación de las madres cuidadoras a cargo de dichos centros. Así, podemos tener acceso a los niveles de progreso e impacto del programa en la población a la que atiende.
- Otro aspecto que no se reporta son los niveles de progreso en nutrición que tiene los niños;
- No existen indicadores del nivel de infraestructura de los Centros de Servicios; no se tiene información ni medición en metas, sobre cuántos Centros de Servicio se cuenta y si existe una brecha – de hecho hay una brecha – en la atención de los niños;
En suma, la importancia de las acciones que planteamos está en que esto supone la recopilación de información de impacto, que serviría para hacer medición del impacto del programa y seguimiento en etapas posteriores del crecimiento de los niños en cuanto a formación y nutrición para que la iniciativa de “igualar” sea aterrizada en logros específicos y permita al estado hacer seguimiento integral de sus resultados y acompañarlos de manera coherente en todos los aspectos del ciclo de vida, hasta cuando sea necesario, una vez logrado el objetivo de inclusión social. Lampadia
[1] Fuentes, Tarazona, Tarquino y Villanueva. Análisis, evaluación y propuesta de un modelo de indicadores de eficiencia para la educación primaria. ESAN ediciones, Serie Gerencia para el Desarrollo 57, 2016; p 109.