Iván Arenas
Editado y glosado por Lampadia
Con la finalización de la construcción de Quellaveco y su posterior entrada en producción se acaba un ciclo de grandes proyectos de inversión minera en el país. No hay otro proyecto minero de la envergadura de Quellaveco que permita a la inversión privada minera continuar en ascenso en el cortísimo plazo. Según un documento reciente del Banco Central de Reserva, se estima que el crecimiento de la inversión minera para el 2022 caerá a -3,7% y en el 2023 a -16,2%.
El panorama no es nada alentador. Semanas atrás -la quincena de setiembre para ser exactos- desde Newmont se anunciaba que el proyecto minero Yanacocha Sulfuros, cuyo monto de inversión es alrededor de US$2,400 aproximadamente, se postergaba hasta el 2024. Esto días antes del inicio del Perumin35. Un baldazo de agua fría antes de uno de los encuentros más importantes del mundo minero en esta parte del continente. Solo vale rogar a Dios que dicho proyecto inicie realmente aquel año proyectado.
Después de la inversión de Quellaveco, todo indica que en el cortísimo plazo no hay nada más en la bolsa de proyectos. Ojo: hay en espera, alrededor de 28 proyectos mineros superiores a US$1,000 millones.
El asunto se complica mucho más cuando la inversión privada en proyectos de exploración minera (uno de los puntos neurales del sector) crece a un ritmo lento.
En un país como el Perú, la exploración minera es un negocio altamente riesgoso no solo porque solo 1 de 100 proyectos de exploración se convierte luego en una operación minera sino por la alta conflictividad social, política e ideológica alrededor del sector minero en general. En el MEF de Burneo se tiene claro que el problema principal no solo son los incentivos tributarios sino -sobre todo- la poca predictibilidad para las inversiones privadas en minería.
Un ejemplo: volvemos al caso de Quellaveco. El mismo Presidente de la República Pedro Castillo dijo ante un reducido grupo de entusiastas políticos arequipeños que él mismo “rectificaría” los permisos y licencias de agua dadas por instituciones competentes y técnicas a una operación minera que es una de las 10 más importantes del mundo.
Días después, el PCM Aníbal Torres tuvo que salir a enmendar los yerros presidenciales sobre Quellaveco. Aquí no pasó nada.
Otro dato: el gobierno ha demorado más de un año en recomponer los equipos de gestión social en los diversos ministerios, sobre todo en el Ministerio de Energía y Minas.
En suma, no hay otros proyectos mineros similares a Quellaveco y -honestamente- no creo que los haya en unos meses que se esperan convulsos políticamente.
Tía María, Conga o Los Chancas, para poner solo tres ejemplos, están paralizados por el activismo de un reducido grupo de antimineros que cosechan políticamente con la protesta y el bloqueo. No hay MEF ni incentivos que puedan mejorar la predictibilidad o las expectativas en el sector minero (que dicho sea representa más del 60% de las exportaciones y casi el 11% del PBI). Lampadia