Ernesto Álvarez Miranda
Ex miembro del Tribunal Constitucional
Para Lampadia
En el Perú sí hemos sido capaces de articular sistemas profesionales de prestigio social y respetabilidad institucional. Dos de esos ejemplos son la carrera diplomática y la Marina de Guerra. En ambas se ingresa de joven a una escuela de alta exigencia, para recibir una preparación integral de forma intensiva. Y las dos carreras son muy celosas con su autonomía, pues tanto los ingresos, ascensos y bajas, son decididas por las autoridades que ocupan por mérito propio, el más alto nivel jerárquico, de forma que son fuertemente reactivos a la intervención externa. Diplomáticos y marinos no reciben sueldos altos, pero se sienten plenamente identificados con sus símbolos y tradiciones, observándose un fuerte sentido de pertenencia que dura la vida entera.
Esa actitud suscita admiración y respeto hacia ellos, por lo que no es exagerado afirmar que diplomáticos y marinos gozan de una alta deferencia social. Así, tienen mucho que perder si por una inconducta son retirados del servicio.
Eso mismo debemos trasladar a la judicatura, pues jueces y fiscales deben sentir que gozan de una elevada condición social por el hecho de participar de los procesos de decisión jurisdiccional que, son en realidad, los que limitan a los poderes fácticos y en última ratio determinan la correcta interpretación del Derecho.
Hay un sistema que ha tenido éxito en una sociedad con históricos problemas de crimen organizado y corrupción generalizada: el Consejo Superior de Justicia italiano está compuesto por delegados del Congreso y del Ejecutivo, en minoría; pero la mayoría de sus miembros son elegidos por voto secreto por la totalidad de jueces y fiscales. De esa forma, quienes gobiernan su carrera y toman las decisiones que les afectan profesionalmente, son los mismos integrantes de la judicatura. Como toda regla constitucional se concreta de la peor manera posible, el defecto del CSJ es el de haber producido tres grupos de jueces y fiscales que se relacionan entre sí por adherir a una perspectiva conservadora, progresista o liberal. El resultado se traduce en control político, pues la propuesta de un grupo suele ser fiscalizada por los otros, generándose un efecto de equilibrios e incentivos para evitar promocionar a personas de trayectoria discutible. Al no necesitar de factores externos para lograr sus objetivos, son ajenos a la política partidaria, lo que se demostró en el fenómeno Tagentópolis que provocara la renovación de toda la clase política italiana.
A mediano plazo habría que asumir con valentía, después de haber probado todo sin mejores resultados, que para que actúen con corrección y se preocupen por mantener sus cargos, es necesario permitir que jueces y fiscales dirijan y cultiven una carrera de la cual se puedan sentir legítimamente orgullosos. Lampadia