Por: Isaac Newton
Expreso, 3 de setiembre de 2020
“Puedo calcular el movimiento de las estrellas, no la locura de los hombres”, dijo Isaac Newton cuando perdió su fortuna en la “burbuja” de la Compañía del Mar del Sur (South Sea Company o SCC), la especulación que arruinó a muchos inversionistas británicos en 1720.
Fue esa especulación financiera la que originó el término “burbuja” y, a pesar de los siglos que han pasado, sigue muy presente y ha adquirido dimensiones mitológicas.
La Compañía del Mar del Sur fue fundada en 1711 bajo la suposición de que la Guerra de Sucesión española, que estaba por finalizar, terminaría con un tratado que permitiría intercambios comerciales con las colonias españolas en el Nuevo Mundo.
A la reina británica Ana se le asignó el 22.5% de las acciones de la SSC. Las acciones de la firma, con un interés garantizado de 6%, se vendieron muy bien gracias a la promesa de las inmensas riquezas de Sudamérica. Todo el mundo había oído hablar de las minas de oro y plata del Perú y México, consideradas inagotables.
Circuló, incluso, un informe que aseguraba que España estaba dispuesta a conceder cuatro puertos en las costas del Chile y del Perú, lo que incrementó la confianza en el negocio. No obstante, Felipe V de España nunca tuvo la intención de admitir a los ingleses en sus puertos americanos, y el Tratado de Utrecht, de 1713, fue menos favorable de lo esperado. El Tratado solo permitió a la empresa enviar un barco al año para comerciar con México, el Perú o Chile. No obstante, la popularidad de las acciones el empresa no menguó.
Cuando la Reina murió en 1714, su sucesor, Jorge I, heredó sus acciones y compró más. Su hijo, el Príncipe de Gales, no solo fue inversor sino que se convirtió en gobernador de la SSC en 1715.
Con tal respaldo, no solo aristócratas, políticos y comerciantes sino también sus sirvientes invirtieron en la Compañía.
El éxito del primer viaje, en 1717, fue moderado, pero luego de una disputa familiar con el Príncipe de Gales, el Rey se convirtió en gobernador de la Compañía en 1718, creando confianza en la empresa. La duquesa de Ormonde le comentó al escritor Jonathan Swift, quien también era inversionista, que el Rey había ”adoptado” a la SSC “y la llama su hijo amado”, dijo.
En 1720 hubo un auge increíble de la Compañía del Mar del Sur resultado de una propuesta de la empresa, aceptada por el Parlamento, de hacerse cargo de la deuda nacional. El precio de las acciones se elevó al son de los extravagantes rumores sobre tratados entre Inglaterra y España en los que la última otorgaría libre comercio a todas sus colonias y sobre las riquezas que producían las minas de Potosí.
En la Cámara de los Comunes solo un miembro se opuso a la idea y, aunque en la de los Lores varios hicieron lo mismo, fueron comparados con la mitológica Casandra, quien tenía el don de la predicción, pero la maldición de no ser creída.
LA PESADILLA DE NEWTON
Uno de los que no prestaron atención a las casandras fue Newton, quien no solo era ampliamente reconocido como el principal científico de su época, sino que además era el Maestro de la Casa de Moneda británica.
Inicialmente, al físico, matemático, astrónomo y teólogo le fue bien. Compró acciones en febrero de 1720, cuando el valor accionario de SSC era de cerca de 175 libras esterlinas (unas 24,170 de hoy), y las vendió en mayo del mismo año, cuando el precio era casi el doble. Si se hubiera quedado contento con sus ganancias se habría contado entre los que se enriquecieron con la burbuja.
Sin embargo, se dejó arrastrar por la ola producida por una campaña de marketing extremadamente efectiva impulsada por el hecho de que el gobierno quería cambiar la deuda soberana por acciones de la SSC, argumentos que fueron sobrevalorados. Los titulares de bonos del gobierno se convirtieron en accionistas de la Compañía y esos nombres de élite dieron a la SSC una apariencia de legitimidad que atrajo muchos compradores.
En cuestión de meses, el precio pasó de 100 libras a 1,000 libras por acción, a pesar de que era obvio que el precio de las acciones no reflejaba las ganancias de la Compañía. La única razón del alza era que había alguien dispuesto a pagar más.
En setiembre el mercado colapsó, y en diciembre las acciones de la Compañía del Mar del Sur cayeron arrastrando consigo otras acciones, incluidas las gubernamentales. Muchos inversores se arruinaron y la Cámara de los Comunes ordenó una investigación, que mostró que al menos tres ministros habían aceptado sobornos y habían especulado. Varios de los directores de la Compañía fueron deshonrados. La burbuja estalló y la explosión hizo trizas la fortuna de uno de los hombres más inteligentes que haya existido jamás: Isaac Newton.
La Compañía del Mar del Sur, sin embargo, sobrevivió hasta 1853, tras venderle la mayoría de sus derechos al gobierno español en 1750.