La anchoveta es el recurso pesquero más abundante del planeta. Concentra las mejores cualidades de los alimentos y basta para nutrir, teóricamente, al mundo entero. Sin embargo, Perú tiene 17.5% de desnutrición crónica infantil y 34% de anemia (1.1% más que en el 2012). En nuestro prodigioso mar también hay pota, perico, jurel, caballa, merluza, concha de abanico, langostino y decenas de especies que podrían convertirnos en líderes mundiales de pesca para consumo humano directo.
Entre los graves problemas que frenan el desarrollo productivo del sector está la injustificada demora en trámites que detiene proyectos, inversiones realizadas y pesca de recursos de oportunidad que no esperan a los burócratas. Miles de expedientes se enmohecen en los anaqueles de Produce, hiriendo gravemente a los empresarios sobre los que recae el fatal peso de contingencias que devoran su patrimonio y su futuro. Resolver esto no cuesta más dinero del que hoy pagan los administrados por un servicio que siempre reciben tarde.
Otra barrera se deriva de sobrecostos impuestos al regular la pesca de consumo humano como si se tratara de la actividad harinera. Esto lleva a mandatos tan absurdos, recién revocados, como obligar a pesar la pesca para alimentar personas, sin hielo, con lo que perdería inocuidad. La industria peruana compite con gigantes como Tailandia, Vietnam, China, Noruega, India o Indonesia, que cosecha tres millones de toneladas de origen acuícola frente a las 80 mil de nuestro país. Ellos promueven sus pesquerías y no les imponen trabas, ni cargas que frenan su competitividad y fomentan ilegalidad e informalidad. Poseen una infraestructura portuaria, carreteras y cadenas de frío que impulsan su desarrollo.
Muchos de estos males no son responsabilidad de este Gobierno, pero está en sus manos resolverlos sin un céntimo de la caja fiscal. Podemos citar algunas propuestas de solución como que se autorice a las procesadoras de anchoveta para consumo humano a tener sus propias embarcaciones, según su capacidad y ancladas a su licencia de planta. Así se evitaría caer en la paradoja de importar pescado de Asia por no tener unos pocos miles de toneladas para la conservería o congelado, a pesar de que en los últimos tres años se han pescado cinco millones de toneladas de anchoveta en promedio.
Corresponde sancionar el incumplimiento de los plazos que fija el propio Produce para atender los expedientes y tercerizar su evaluación para que no haya ninguno con retraso. Simplificar la contradictoria legislación de supervisión y control para hacerla más efectiva y no obligue a las empresas a poner un ejército de empleados para atender a funcionarios de Produce, OEFA, ANA, Digesa, Sanipes, etc. Buscar sistemas innovadores, propuestos hace algunos años, como el canje de multas (que tardan años en cobrarse y que nunca se utilizan en generar riqueza) por inversión inmediata y productiva en consumo humano, acuicultura, pesca artesanal o ciencia y tecnología. Resulta fundamental que se restituyan los incentivos a la acuicultura (iguales a los vigentes en agricultura) y se promuevan las asociaciones entre empresas, Estado y universidades que tanto éxito tienen en otros países.
Si se convirtiera el apoyo a la pesca para consumo humano directo en una política del Estado peruano, podríamos conseguir en los próximos cinco años que los 500 mil niños peruanos desnutridos de hoy, dejaran de serlo; triplicar nuestras exportaciones de consumo humano hasta los 3,000 millones de dólares; que la pesca diera trabajo formal directamente a 400 mil personas y que se asegure un aprovechamiento sostenible de nuestros recursos pesqueros.
Hoy está en manos del ministro Ghezzi y del presidente Humala que se dinamice y diversifique el sector pesquero. No cuesta dinero hacerlo, hace falta decisión política y capacidad de actuar ahora mismo; que no se deje pasar la oportunidad.