Rolando Arellano C., Presidente de Arellano Marketing y profesor de Centrum Católica
26 de junio de 2017
Señor Primer Ministro, querido Julio, estimados directores, empresarios y amigos.
Luego de la sorpresa que me dieron Julio Luque y don Guillermo Van Oordt al comunicarme este premio empecé a preguntarme por qué se me otorgaba ahora a mí. Creí encontrar la respuesta al ver que la lista de galardonados refleja 60 años de historia del país, y muestra que la mirada de los empresarios ha ido variando del pasado hacia el futuro del país. El primero es Norman King, de la Cerro de Pasco Corporation y Don Isaac Lindley; luego se refleja la época de la estatización con el general Fernandez Baca de Petroperú y la industrialización forzada con Octavio Mavila, entre otros, sigue la lucha contra las crisis económicas y políticas con Manuel Moreyra y Alvaro Quijandría, y después el renacer en nombres como Erasmo Wong y Gastón Acurio, para recientemente premiar la mirada de futuro, la educación como promesa, con José Miguel Morales entre tantos otros distinguidos premiados. La tradición, el presente, el renacer y la visión de futuro en la lista de elegidos por IPAE.
¿Y qué etapa de nuestra historia explicaría el premio de hoy? Quizás el tema en que tanto he insistido en mis trabajos, el del gran cambio que se está dando en el Perú y que marcará su futuro, el de menores distancias sociales, mayor autoestima, menor centralismo y mayor bienestar. Y sobre todo, mi insistencia en que se debe básicamente al esfuerzo empresarial.
Siempre que hablo de nuestro crecimiento y bienestar, veo, como aquí, caras de extrañeza en el auditorio. Pero entiendo que la fuerza del hoy nos hace olvidar el país con miseria, hiperinflación y terrorismo de hace unos años, donde sólo 4 de cada 10 peruanos comía adecuadamente y nuestros hijos deseaban emigrar. Viendo que hoy esa angustia es inmensamente menor, y que a pesar de los problemas aún crecemos más que la mayoría de países del mundo, reafirmo mi optimismo.
Y reafirmo que el cambio se dio básicamente por el empuje de millones de peruanos que, en el peor momento de nuestra historia, asumieron su derecho de sobrevivir y crearon decenas de miles de empresas. Y no fueron sólo micro empresarios, sino también medianos y grandes, que los hicieron cuando todo proyecto, industria, banco o taller, era un inmenso riesgo.
Y hoy tenemos una situación nunca vista, una sociedad piramidal que se convirtió en rombo, con pobres en minoría y mucha población en el centro. Una sociedad muy distinta a las épocas del guano o del caucho cuando creció la riqueza pero no se democratizó, una sociedad de millones de propietarios e independientes que no están dispuestos a ser pobres de nuevo. Ese es hoy el capital que debemos transformar en más bienestar permanente para todos. Porque quizás nunca más se le presentará al país una oportunidad así.
Es el momento de darle valor a la nueva clase media, que espera que le ofrezcamos respeto además de bienes y servicios a su medida, sabiendo que no son “nuevos ricos”, sino ricos nuevos. Entender que los mercados se siembran y no sólo se cosechan, y que ese ese 90% de no asegurados, ese 60% de no bancarizados o ese 80% de usuarios sólo de telefonía básica, son una inmensa oportunidad para quien comprenda su verdadera dimensión. Oportunidad de generar no solo utilidades, reinversión y empleo, sino también acercamiento y paz social.
Es tiempo de que, en lugar de competidores, veamos a nuestros millones de colegas como socios potenciales, como pasa en Suiza y en Corea. Que nos juntemos con los grandes para ampliar el bajísimo consumo de las categorías y conquistar otros países, o con los pequeños, tal como hizo el sistema financiero, el BCP premiado hoy es un ejemplo, al integrar a miles de bodeguitas cajeros corresponsales, y las empresas de cosméticos con sus millones de socias vendedoras de catálogo. Y el tiempo está de nuestro lado, porque el empuje de los primeros migrantes sigue en miles de jóvenes entusiasmados en desarrollar talleres y negocios, sólo que ahora se llaman “start-ups”.
Y es tiempo de valorizar la figura del empresario, grande, mediano y pequeño, como generador de trabajo y de desarrollo social. Tiempo de que todos nos llamemos empresarios y evitemos esas distinciones sin sentido de emprendedores para unos y empresarios para otros, que es como llamar ratón a un elefante pequeño, en vez de llamarlo elefante. Y es tiempo de dejar de sólo defendernos cuando uno de los muchos miles que somos comete delitos y empecemos a mostrarle a la sociedad lo mucho que valemos todos, constructores, bodegueros, industriales, gasfiteros, transportistas, mineros y taxistas. Porque es el momento de consolidar un país de empresarios, mejor para todos. Esta ventana de oportunidad no se presentará por mucho tiempo, y debe alegrarnos el tenerla.
No puedo terminar sin agradecer la apertura de espíritu de los miembros de IPAE al darme este premio, que además de empresario, acepto en nombre de los investigadores, científicos, economistas, sociólogos y consultores, que orientan la producción y el crecimiento social. Agradezco también a todos ustedes, porque si hoy mi empresa da trabajo a muchas personas, es porque nos han abierto las puertas de las suyas para ampliar y servir a los mercados. Y debo agradecer a mis colaboradores, pues como decía Ricardo Palma, “hijo soy de mis obras”, me han permitido hacer el trabajo que me gusta y producir aquello por lo que ahora se me premia. Más que autor de mi empresa, soy obra de ella.
Y si he dicho todo en primera persona, estoy cometiendo un inmenso error de apropiación, porque debiera haber dicho siempre nosotros, ya que no estaría aquí sin la ayuda permanente de Gina, mi esposa y mi mejor socia.
Permítannos terminar con un mensaje que resume todos los minutos que les he tomado: no dejemos que los problemas del corto plazo nos paralicen y nos hagan olvidar las inmensas oportunidades de un país que se transforma, que crece y donde todo está por construir. Muchas gracias a todos.
Rolando Arellano