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Dignifiquemos el rol de los maestros

Dignifiquemos el rol de los maestros

Necesitamos un “Nuevo Pacto Social por la Educación”

Nancie Atwell, una profesora norteamericana, ganó este año el llamado “Premio Nobel de la Enseñanza” y recibió un millón de dólares. Este reconocimiento es el “Global Teacher Prize” (Premio del Maestro Global). La ceremonia de premiación fue en Dubái en el Global Education & Skills Forum (Foro de la educación y capacidades globales), con la presencia del ex presidente de EEUU, Bill Clinton, Andreas Schleicher, responsable del informe PISA y del Sheikh Mohammad, Primer Ministro de los Emiratos Árabes Unidos, según informó El País de España el 16 de marzo pasado.

La ganadora invocó a  “innovar sin permiso” y agregó que “la tecnología es solo un medio, no la panacea de la enseñanza”.

Al premio se presentaron más de 5,000 maestros de 127 naciones. Algunos de los países participantes no se evalúan por la prueba PISA. “Pertenecen a contextos tan distintos como Afganistán, India, Haití, Kenia, Camboya, Malasia, Reino Unido o EE UU”.

“Entre los proyectos finalistas figura el del profesor afgano Azizullah Royesh, quien tuvo que enseñar a sus alumnos a leer y escribir tras la caída del Gobierno talibán, en 2001. También llegó a la final el método ideado por la docente de India Bir Sethi basado en la empatía, creatividad y racionalidad. Entre los diez finalistas se hallaba la primera escuela para ciegos de Camboya y un colegio de Kenia en el que Jacque Kahura sortea la escasez de recursos y la rigidez del sistema con grupos pequeños, excursiones y servicios comunitarios”, señala El País.

Sunny Varkey, responsable del galardón, ideólogo de la Fundación Varkey, afirmó: “El premio no es solo cuestión de dinero, pretende sacar a la luz miles de historias de inspiración y ‘devolver a los profesores la legítima posición que les pertenece’. Por supuesto que hace falta más que un premio para elevar el estatus de la profesión”, añadió.

El premio establece que el millón de dólares se pague en diez cuotas anuales. “En esos 10 años, el ganador no debe comportarse ‘de forma que desprestigie la labor docente’ y, en los cinco años siguientes a la recepción del premio, no puede abandonar la profesión de enseñante”.

Los organizadores del premio quieren resaltar “el importante papel que juegan los profesores en la sociedad”.

A finales de los ochenta, Atwell escribió el libro “In the middle” (En el medio), una especie de “manual de instrucciones” para enseñar a adolescentes con dificultades para leer y escribir. Su secreto radica en que “la biblioteca del aula está llena de historias interesantes de escritores serios que los alumnos tienen tiempo para leer en el colegio, y también se espera que lean de noche en casa”, resalta. “Mientras la mayoría de los norteamericanos solo leen de seis a ocho libros al año, mis alumnos leen 40 libros”, agrega.

Reflexiones para la educación en el Perú

Tal vez la primera pregunta que debemos hacernos es: ¿Cuándo se jodió la educación en el Perú?

Nosotros encontramos dos razones: primero, la centralización y burocratización de la educación durante el gobierno militar a finales de los años 60 y, segundo, la hiperinflación.

Antes del nefasto velascato, era un honor estudiar en un colegio público. Los mejores profesionales egresaban de sus aulas, sus profesores incluían a los ciudadanos más capacitados y notables del país. A un alumno, profesor y director de colegios como el Guadalupe y el Alfonso Ugarte en Lima, o de la Independencia Americana en Arequipa, se les respetaba. A los maestros y directores se les remuneraba decentemente. Lo mejor de la sociedad se nucleaba alrededor de los colegios públicos.

La primera razón: La dictadura militar manejó los colegios como si fueran cuarteles. La mejor gente se fue alejando de las aulas y del magisterio.

La segunda razón: La hiperinflación que empezó a mediados de los años 70, fue minando y, posteriormente, destrozando los sueldos de los empleados públicos que estaban sujetos a salarios fijos y, por supuesto eran imposiblesde compensar. Así fue como los ingresos de los maestros y de las enfermeras y policías, entre otros muchos peruanos, se pauperizaron. Aún hoy, según el Ministro Saavedra, el ingreso real de los maestros es un tercio de lo que ganaban en los años 60.

En esas condiciones de miseria era lógico que apareciera un sindicato gremialista que terminó coronándose como el sindicato único, que además asumió un rol clasista y altamente politizado para defender a su gremio. La política y no la eficiencia se convirtió en la plataforma de lucha y superación. Poco a poco, la profesión perdió su respetabilidad y compensaciones adecuadas. Los maestros tuvieron que cachuelearse en otros oficios y sus esposas debieron producir dulces y empanadas, para compensar sus ingresos.

Finalmente, entre la regimentación militar y la pauperización de los ingresos, la profesión dejó de atraer a la mejor gente. Posteriormente la híper politización del sindicato y la torpeza de los sucesivos gobiernos, fueron terminando de “joder el magisterio y la educación del Perú”.

Es evidente, como dice el ministro Saavedra que es urgente dignificar la carrera magisterial. Ojalá, en pocos años tengamos algunos maestros peruanos concursando por el “Nobel de la Educación”. Pero eso no es solo cuestión de aumentar los ingresos de los maestros, en nuestra opinión se trata de lograr un “Nuevo Pacto Social por la Educación”.

Este pacto, entre la sociedad, el magisterio y los padres de familia, en representación de sus hijos, debe contener:

1. El compromiso del magisterio de despolitizar su agremiación, aceptar la meritocracia como el mecanismo de evaluación y mejora social y comprometerse con una gesta por la calidad de la educación.

2. La sociedad debe sacrificar otras demandas de recursos para privilegiar una mejora sustancial de las condiciones de trabajo de los maestros: remuneraciones, infraestructura y tecnología de avanzada.

3. Los padres de familia, con vouchers o sin vouchers, deben comprometerse por acercarse a las escuelas y ejercer un impulso y control sobre la calidad de la educación.

Todo esto, por supuesto debe ser alentado, no controlado, por un ministerio orientado hacia un rol promotor antes que controlador. Que promueva la innovación y que invite al sector privado a colaborar en la gran revolución educativa que necesitamos emprender. Lampadia




Retroceso que nos alejará del futuro que viene

Retroceso que nos alejará del futuro que viene

El Congreso aprobó la Nueva Ley Universitaria en contra de la opinión de todos los estamentos de la sociedad y acto seguido, el Presidente de la República, Ollanta Humala la promulgó dos días después en una ceremonia festera. Todo el país advirtió sobre los posibles daños de esta ley, Lampadia recogió algunas observaciones e hicimos nuestro propio análisis en  ¿Mejor educación con prepotencia?  y en Legislando para espejismos). Esta “Norma Contra-Propósito” es un nuevo intento para dotar al Estado de facultades controlistas en algo que requiere libertad, bajo el pretexto de “elevar la calidad de la educación superior” (pero sin lugar a dudas la ley producirá el efecto inverso).

Esta medida contradice el espíritu del reciente paquete de medidas reactivadoras de la economía que pretende desamarrar las manos de los ciudadanos y empresas. Por un lado se hace alarde de la desburocratización, y por otro, en lo más sensible, la educación universitaria, se pretende regimentarla con un proceso dirigido marcialmente, con insultos y descalificaciones a los  opositores y con una proclamación, que parece estar más vinculada a demostrar “aquí mando yo” que a crear el espacio de desarrollo que se necesita para que nuestros jóvenes sean parte del mundo global. Sorprende ver a un técnico de las credenciales de Jaime Saavedra, en el rol de pregonero de esta nefasta ley. (Ver: Ministro de Educación cumpliendo libreto político).

Es evidente que nuestras autoridades no forman parte del mundo global, del que también parecen querer apartar a nuestras generaciones futuras. Esta irresponsable de ley no resiste el menor análisis, si se le aplica un test de adecuación a lo que se hace en el mundo más avanzado en educación superior.

La futura Superintendencia Nacional de Educación Superior (SUNEDU) se encargará de emitir licencias de funcionamiento, supervisar la calidad del servicio (según sus paradigmas), pudiendo cerrar programas y universidades, así como otras muchas disposiciones restrictivas de la libertad académica. Cuando el país se enfrenta a un gravísimo problema de deficiencia educativa a nivel escolar, nuestros legisladores se voltean de espaldas y miran a las universidades, donde tenemos problemas no generalizados y hemos tenido avances sustanciales. En vez de arreglar lo que es un desastre, lo escolar, prefieren enfrentarse a unos cuantos mafiosos a costa de abandonar lo prioritario e incapacitar lo que estaba mejor.

Esta Ley es un retroceso inspirado en los cuarteles del velascato, va en dirección opuesta al rumbo de la educación superior a nivel mundial que busca su mayor libertad para facilitar la creatividad y adaptación al acelerado cambio del mundo moderno, aprovechando al máximo las nuevas tecnologías.

Alejados de la modernidad

Esta Ley regimenta un espacio que debería ser el más libre posible. En él se forman los futuros líderes de un mundo que aún no conocemos ni sabemos cómo va a ser. La norma pretende formar a los jóvenes bajo unos conceptos y sistemas diseñados por burócratas que ni siquiera conocen el mundo de hoy. Es imposible que este grupo de funcionarios pueda prever las necesidades del mercado laboral, linda con la estupidez asumir que un modelo educativo único es el mejor y que “un no académico” debe decirnos si se requieren tesis de bachiller, o si una carrera de economía debe durar 5 años (Perú) o 4 (EEUU) o 3 (Alemania). Sobre todo, cuando lo importante será la educación continua con el máximo de educación a distancia, que la hará más efectiva, económica e inclusiva.

The Economist ha publicado recientemente el artículo “Destrucción Creativa”, mostrando la nueva visión mundial de las universidades en la que el creciente costo de la educación superior, la constante demanda por capacitación laboral, y la tecnología unen fuerzas para imprimir un cambio sobre las tradicionales universidades presenciales al introducir cursos online masivos y abiertos, un sistema que permite educar a una fracción del costo. La Nueva Ley Universitaria evitará que los peruanos se beneficien de estas innovaciones. Leon Thrahtemberg hace una crítica similar (Ver: No basta parchar el pasado).

La Ley añade el voto universal, secreto, y obligatorio para la elección del Rector y Vicerrector, con el propósito de “fortalecer su participación en el gobierno de la universidad” (regreso al pensamiento de Córdova de los años 60), que politiza el espacio universitario.
La nueva “Ley deja sin efecto el Decreto Legislativo 882 en lo que respecta al ámbito universitario”, sin embargo mantiene la reinversión de utilidades, la cual permitió que se lograran altísimos avances en infraestructura educativa, como es evidente. Lamentablemente, la misma ley restringe su aplicación en forma importante.
El economista Gustavo Yamada calculó que el retorno de la educación superior en el mercado laboral, multiplica por 5 la esperanza de ingresos. Esto es muy importante para los más pobres, quienes tienen en la educación el mejor mecanismo de movilidad social.

Tampoco estamos aprovechando las mejores prácticas de otros países. Por qué seguimos inventando la pólvora. Por ejemplo, Polonia, para salir del desastre del comunismo soviético, importó e hizo suyas 80,000 páginas de leyes y regulaciones europeas. Hoy se distingue, por sus excelentes instituciones y por uno de los mejores niveles educativos del mundo, habiendo superado, en solo seis años, los indicadores del promedio de la OCDE. (Ver: Polonia la nueva estrella europea).

La nueva ley es incorrecta y trasnochada. Como dicen los especialistas como Thrahtemberg, la mejor reforma que puede hacer el Estado es realmente subir el nivel de las (principales) universidades públicas. Si ellas, como hoy las mejores universidades privadas, se convierten en auténticas antorchas del saber, las malas universidades del sector privado y público se verán forzadas a igualarse o quebrar. Lampadia