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Trampa ideológica, política y académica

Trampa ideológica, política y académica

En los países del hemisferio norte, en particular, EEUU, se vienen pronunciado diversas voces desde el ámbito ideológico, político y académico, que con feroz ímpetu, inciden en los supuestos males de la  globalización y el libre comercio. Esto viene tanto desde las izquierdas más radicales hasta de las derechas extremas, con el argumento de que la globalización y el libre comercio produjeron  desigualdad al interior de sus países.

Este verbo está creando un pensamiento prevaleciente en los círculos intelectuales, políticos y mediáticos, que está erosionando fuertemente las líneas de acción económicas, alentando el proteccionismo y debilitando la globalización.

Esta coyuntura tiene dos fallas graves: primero, no es necesariamente cierto que se ha producido el nivel de desigualdad acusado en EEUU, y segundo, dicho análisis no toma en cuenta, que a nivel global, en los países emergentes, se ha producido una acelerada disminución de la desigualdad.

El mundo en conjunto es hoy un mejor lugar para vivir, con menos pobreza, menos desigualdad, mejores indicadores de salud, menor violencia y mayor esperanza de vida.

En lo concerniente al supuesto crecimiento de la desigualdad en EEUU, que tuvo como centro de debate el discurso populista en torno al estancamiento de los ingresos de las clases medias en dicho país que llevó a la presidencia al entonces candidato por el Partido Republicano, Donald Trump, no solo resulta ser falso, sino que aparentemente sería producto de una malintencionada manipulación de las cifras de pobreza de dicho país (ver Lampadia: Cuidado en el manejo de cifras de pobreza).

Como hemos escrito en Lampadia: Retomemos el libre comercio, Otra mirada al mito de la desigualdad, si uno realiza ciertos ajustes a los ingresos familiares promedio en EEUU tomando en cuenta el tamaño de los hogares, las transferencias e impuestos, se tiene que dichos ingresos aumentaron en un 51% entre 1979 y 2014, lo cual contradice flagrantemente la tesis de Trump.

En lo que corresponde al crecimiento de la igualdad dentro de los países emergentes, toda la evidencia empírica realizada en torno al crecimiento de la clase media en estos países, producto del crecimiento económico experimentado en los últimos años, ha sido impulsado en gran medida por la globalización y el libre comercio. Por ejemplo, según estimaciones del BID al 2016, sólo en América Latina y el Caribe, la clase media casi se duplicó en la última década y alcanzó las 186 millones de personas. 

Y si se quiere llevar el análisis de la desigualdad a un nivel global, han sido justamente- valga la redundancia- la globalización, el libre comercio y el capitalismo los que ha generado que en los últimos 200 años se pase de un 85% de la población global que vivía en pobreza extrema a solo un 10% al día de hoy, habiéndose acelerado durante las últimas décadas, un hecho nunca antes visto en toda la historia de la humanidad y que refleja un alto grado de prosperidad alrededor del globo (ver Lampadia: Recuperando lo mejor del capitalismo).

Dicho esto, lo que necesita el mundo no es otra cosa que más globalización y más libre comercio, y no mayor proteccionismo, ni antiinmigración. Aún cuando el análisis hecho por los líderes de las principales fuerzas políticas de EEUU y Europa fuera cierto – lo cual, como hemos ido mostrando con los datos, es altamente criticable –  su manera de diseñar e implementar política pública no está tomando en cuenta las potenciales consecuencias que tendrían en el resto del mundo. Al tomar sólo en consideración lo que sucede al interior de sus países, dichas políticas interrumpen un proceso de crecimiento que , como hemos demostrado, ha sido virtuoso para todo el mundo.

En ese sentido, este debate nos debe llevar a la reflexión y a estar muy atentos a los movimientos políticos que acontezcan a futuro en el plano internacional, y la producción académica y mediática, porque la invasión de artículos con sesgos antiglobalización y anticomercio es terriblemente perniciosa y no debería terminar por nublar nuestro entendimiento de que ambos procesos generan desarrollo. Muchos de estos artículos inclusive ignoran –intencionadamente- que la economía global está tendiendo hacia una economía basada en los servicios, dado el amplio campo de acción que están teniendo las nuevas tecnologías introducidas por la Cuarta Revolución Industrial (4IR) en las industrias manufactureras. 

Muchos argüirán que estas discusiones no son tan importantes para países como el nuestro que se encuentran al otro lado del globo y cuyos problemas estructurales internos – como la corrupción y la informalidad laboral – ya son suficientes para estar mostrando preocupación por aquellos externos, en apariencia, de menor valía. Pero nosotros siempre insistiremos en defender el libre comercio y la globalización en las grandes discusiones políticas y académicas, puesto que nuestro modelo de desarrollo se sostiene en gran parte en ambos pilares. Lampadia




La puerta de la verdad

Líneas abajo compartimos otro informe de Bjørn Lomborg, uno de los pocos (pero poderosos) analistas globales que nos demuestran con cifras, con hechos y con la verdad, los indicadores sobre el progreso de la humanidad en los planos económicos, sociales, ambientales e institucionales. Para una mejor ilustración sobre nuestra realidad, ver en Lampadia: 7 ensayos sobre la prosperidad

Las noticias malas nos ganan el ojo todos los días y por eso es que hay que hacer un cierto esfuerzo consciente para no dejar de ver los procesos de mejora de la humanidad en los planos indicados. Lampadia

Vivimos en un mundo mejor
16 de agosto, 2018
Bjørn Lomborg
Profesor Visitante del Copenhagen Business School, director del Copenhagen Consensus Center
Project Syndicate
Glosado por Lampadia

Es muy fácil formarse la opinión de que el mundo moderno se está desmoronando. Nos enfrentamos constantemente a un ataque de negatividad: titulares que amedrentan, resultados de investigaciones alarmantes y estadísticas miserables.

En verdad, existen muchas cosas en el planeta por las que deberíamos estar profundamente preocupados. Pero obsesionarnos con las historias de terror significa que nos perdemos el panorama más amplio.

Las Naciones Unidas se centran en tres categorías de desarrollo: social, económico y ambiental. En cada categoría, mirando en retrospectiva los últimos 25 años, tenemos muchos más motivos para celebrar que para alarmarnos. Por cierto, estos años han sido un período de progreso extraordinario.

A nivel social, el indicador más importante es cuántos años vive cada uno de nosotros. En 1990, la expectativa de vida promedio era de 65 años. En 2016, subió a 72.5 años. En apenas 26 años, ganamos 7.5 años de vida.

Un pesimista podría sugerir que esto significa que tenemos 7.5 años más para estar enfermos y sentirnos miserables, pero no es el caso. En 1990, pasábamos casi el 13% de nuestra vida enfermos, y ese porcentaje no ha aumentado. Y si bien se habla mucho sobre que la desigualdad está peor que nunca, en esta medición más vital, la desigualdad está disminuyendo: la brecha entre la expectativa de vida en los países pobres y ricos se ha achicado drásticamente.

En términos de desarrollo económico, uno de los indicadores más importantes es el porcentaje de personas que viven en la pobreza. Hoy mucha menos gente vive en una condición de necesidad deplorable. En 1990, el 37% de la gente vivía en condiciones de extrema pobreza; hoy es menos de una persona de cada diez. En apenas 28 años, más de 1.250 millones de personas han sido sacadas de la pobreza –un milagro que recibe demasiado poca atención.

Si miramos el medio ambiente, uno de los principales asesinos es la contaminación del aire en lugares cerrados causada por gente pobre que utiliza estiércol y madera para cocinar y mantenerse abrigados. En 1990, esto causó más del 8% de las muertes; ahora es el 4,7%. Eso equivale a que son más de 1.2 millones de personas menos que mueren por contaminación del aire en lugares cerrados cada año, a pesar de un incremento de la población.

Existe una tendencia similar en muchas otras estadísticas de desarrollo ambiental. Entre 1990 y 2015, el porcentaje del mundo que practicaba defecación al aire libre se redujo a la mitad, al 15%. En el mismo período, 2,600 millones de personas más tuvieron acceso a mejores fuentes de agua, alcanzando un porcentaje del 91%. Más de un tercio de toda la población del mundo ganó acceso a un agua de mejor calidad.

Las mejoras no terminan ahí: el mundo está más alfabetizado; el trabajo infantil ha venido cayendo; vivimos en uno de los momentos más pacíficos de la historia, y la mayoría de los gobiernos del mundo son regímenes democráticos.

Max Roser de la Universidad de Oxford ha creado un sitio web integral para explorar datos como estos. Curiosamente sugiere que podríamos pensar en estos cambios que se produjeron en 25 años en términos de lo que sucedió en las últimas 24 horas. Visto de esta manera:

  • Sólo en el último día, la expectativa de vida promedio aumentó 9.5 horas
  • 137,000 personas salieron de la pobreza extrema
  • 305.000 tuvieron acceso a agua potable más segura.

Los medios podrían haber contado cada una de estas historias todos los días desde 1990.

Pero las buenas noticias no son tan noticiosas como las malas noticias. Esto no es sólo culpa de los medios. Es más difícil contar una historia positiva. En muchos casos, la “noticia” no es que sucedió algo, sino que algo malo ya no está sucediendo. No capta nuestra imaginación de la misma manera. Un estudio interesante de 2014 determinó que inclusive cuando los participantes decían que querían leer historias positivas, su comportamiento revelaba una preferencia por el contenido negativo (una preferencia de la que ni siquiera eran conscientes).

Todos deberíamos proponernos prestar más atención a los hechos positivos. Cuando a la gente se le pregunta si las condiciones de vida en el mundo serán mejores en 15 años, el 35% cree que sí, y el 29% cree que empeorarán –esencialmente un cincuenta-cincuenta-. Pero entre la gente que entiende que muchas cosas en el planeta ya están mejor que antes, el 62% cree en el progreso. Ese porcentaje cae a apenas 17% entre quienes desconocen los hechos. La percepción de que todo está empeorando pinta un panorama distorsionado de lo que podemos hacer, y nos hace sentir más temerosos.

Consideremos el escenario bastante frecuente en el que los políticos y los medios despiertan el miedo a la delincuencia, inclusive cuando las estadísticas demuestran que las tasas de criminalidad a nivel nacional son bajas o están cayendo. Finalmente, se puede terminar dedicando la atención y los recursos escasos a solucionar un desafío equivocado, y ponemos más policía en la calle o reducimos las libertades civiles, en lugar de implementar más políticas que favorezcan el bienestar –pero que son menos noticiosas- como mejorar la pre-escolaridad o la atención médica.

Mientras que entender mal los hechos puede resultar fácilmente en políticas equivocadas basadas en el miedo, un reconocimiento más equilibrado basado en los hechos de lo que la humanidad ha logrado nos permite centrar nuestros esfuerzos en aquellas áreas en las que podemos obtener los mejores resultados (muchas veces donde ya nos está yendo bien). Esto garantizará que el futuro pueda ser aún más brillante. Lampadia