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Reflexiones sobre la Cumbre de la OTAN

Reflexiones sobre la Cumbre de la OTAN

Una vez culminada la Cumbre de la OTAN la semana pasada en Londres, creemos necesario hacer una breve reflexión a la luz de un reciente artículo escrito por The Economist que compartimos líneas abajo que, entre otras cosas, incide en las crecientes tensiones políticas entre los más importantes países que integran la mencionada alianza militar y también las futuras amenazas que enfrentaría su cohesión con los denominados “nuevos alborotadores”.

Con respecto a las tensiones políticas, como era de esperarse se hicieron evidentes en las ponencias la incomodidad de varios miembros del bloque, pero en particular de EEUU, con las recientes declaraciones que hizo Macron respecto a los acercamientos que debiera tener la UE con Rusia y China, como parte de su plan para renovar al viejo continente frente a un escenario de desglobalización persistente (ver Lampadia: La visión de Macron). Como reflexionamos en una anterior oportunidad, creemos que esta nueva visión es necesaria dado el distanciamiento que ha acometido EEUU con la UE en los últimos años con el ascenso de Trump, pero también por otras complejas problemáticas que actualmente mecen al mundo occidental como el cambio climático, la seguridad de datos y la misma seguridad nacional — aún cuando la OTAN ya representa un esfuerzo importante al respecto — que obligan al bloque europeo a tener mayor independencia en estos temas. Por otra parte, la OTAN tiene que dar cuenta que el contexto actual de embates geopolíticos permanentes entre países obliga a la UE a ser más abierta en su relacionamiento estratégico para, por ejemplo, que sus mercados puedan ser más visibles en regiones del mundo que han estado más alejadas por tradición. Ello, además, no implica que la UE se separará de la OTAN,  siendo un ajuste más de política exterior más no de política militar.

Con respecto a lo que The Economist denomina como los “nuevos alborotadores” que ya se estarían cocinando al interior de la OTAN, no podemos estar más de acuerdo de que podrían desestabilizar dicha alianza en el plazo inmediato. Sin duda el posible ascenso al poder del líder socialista del Partido Laborista Jeremy Corbyn en las próximas elecciones al parlamento británico, y la compra de armas a Rusia por parte del régimen autoritario del presidente de Turquía, Erdogan, podrían generar tal trifulca al interior de la alianza al punto que se podría reconsiderar la continuación de la membresía de dichos países. Esperemos que no se llegue a dicho extremo en tanto las sanciones y advertencias que se hagan ante el incumplimiento de los artículos de los Tratados de OTAN sean suficientes para que no se cometan acciones que puedan perturbar a la alianza.

Por lo demás consideramos que la OTAN debe permanecer por considerarse la alianza militar más grande y más exitosa en la historia contemporánea– ya cumplió 70 años – y porque en un contexto de creciente gasto militar (ver Lampadia: El gasto militar global en niveles récord históricos) se hace imperativo preservarla para evitar cualquier conflicto bélico que pueda surgir en el futuro, que esperamos no sea el caso. Lampadia

Cumbre de la OTAN
Surgen nuevos alborotadores

A medida que EEUU retrocede, los miembros de la alianza más exitosa de la historia están discutiendo

The Economist
7 de diciembre, 2019
Traducido y comentado por Lampadia

Se ha hablado tanto de “crisis” en torno al 70 aniversario del nacimiento de la OTAN que ha sido fácil olvidar que hay razones para celebrar. La alianza no solo ha demostrado ser extraordinariamente duradera según los estándares históricos, sino que desde 2014 ha respondido adecuadamente a la agresión de Rusia en Ucrania, volviendo a centrarse en su misión central de defensa colectiva. Ha desplegado grupos de batalla multinacionales en los tres estados bálticos y Polonia y se ha comprometido a mejorar la preparación. Impulsado por las críticas del presidente Donald Trump, sus miembros han aumentado sus gastos en defensa. Aunque muchos países, especialmente Alemania, aún no cumplen sus promesas, la OTAN ahora estima que entre 2016 y 2020 sus miembros europeos y Canadá pagarán US$ 130 mil millones adicionales.

Este nuevo dinero ayuda a explicar un desarrollo positivo en la reunión de líderes de la OTAN en Gran Bretaña esta semana. Sin embargo, Trump, anteriormente el disruptor en jefe, solía llamar a la organización “obsoleta” y causó consternación en una cumbre en Bruselas en 2018 al amenazar con retirarse si los europeos no asumían una parte de la carga más justa, brevemente: conviértase en un defensor. Esta semana, en Londres, criticó las críticas del presidente Emmanuel Macron a la alianza como “desagradables” e “irrespetuosas”. No dio señales de bloquear palabras severas sobre Rusia o la reiteración del Artículo Cinco del tratado de la OTAN, la piedra angular de la alianza. El compromiso de EEUU estará en exhibición el próximo año, cuando unos 20,000 de sus soldados practiquen el refuerzo de Europa en un ejercicio llamado Defender 2020.

La mala noticia es que han surgido otros disruptores. El visceralmente anti-OTAN Jeremy Corbyn podría posiblemente convertirse en primer ministro de uno de sus principales miembros después de las elecciones generales británicas de la próxima semana. El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, causó consternación al comprar un sistema antiaéreo ruso, obstruyendo las decisiones de la OTAN sobre Europa del Este e invadiendo el norte de Siria sin tener en cuenta los intereses de sus aliados. Respondió con insultos personales a una sugerencia de Macron de que, dadas las acciones de Turquía en Siria, es posible que no pueda contar con la defensa mutua consagrada en el Artículo Cinco.

El alborotador más sorprendente, y la razón por la cual las relaciones se han vuelto feas, es el propio Macron. En una entrevista reciente con The Economist, dijo que la OTAN estaba experimentando “muerte cerebral”. Defiende una defensa europea más fuerte, que Europa necesita, y el 4 de diciembre insistió en que esto “no sería una alternativa a la OTAN sino uno de sus pilares”. Pero existe una sospecha persistente de sus intenciones entre otros aliados. Esto se debe en parte a su entusiasmo por un “diálogo estratégico” con Rusia. Ha enfatizado la amenaza del terrorismo sobre la tarea de defenderse de la agresión de Vladimir Putin. Macron está teniendo una visión a largo plazo y está tratando de estimular nuevas ideas, pero la mayoría de sus aliados, comprensiblemente, escuchan sus palabras como una amenaza para el progreso de los últimos cinco años. Las acciones de Rusia, no solo en Ucrania sino también en el territorio de la OTAN (incluso enviando asesinos a Salisbury en Gran Bretaña y, posiblemente, al Tiergarten de Berlín), requieren una respuesta firme. Cualquier deseo de concesiones será visto en Moscú como debilidad.

En Gran Bretaña, la OTAN empapelaba las grietas. La declaración de la cumbre afirmó el compromiso de sus miembros con el Artículo Cinco y proclamó que “las acciones agresivas de Rusia constituyen una amenaza para la seguridad euroatlántica”. Eso es bienvenido, pero la alianza necesita encontrar una nueva coherencia estratégica. Incluso si Trump sigue a favor, el enfoque de EEUU está cambiando ineludiblemente a su rivalidad con China en Asia y más allá. Los ejercicios y la creciente preparación consolidarán la alianza a nivel militar, y esto perdurará mientras los políticos van y vienen. El trabajo en áreas nuevas como el espacio y la guerra cibernética también ayudará. Eventualmente, un diálogo estratégico con Rusia podría tener sentido. Pero para prosperar, la OTAN también necesita un propósito común mayor. Una vez que el ímpetu vino de EEUU. Macron tenía razón al señalar que en el futuro Europa tendrá que desempeñar un papel más importante. Lampadia




¿Cómo sopesar las recientes tensiones políticas entre EEUU y Europa?

Si bien el nacionalismo como ideología política puede resultar atractivo para los votantes, ya que legitima cualquier política pública en función de los beneficios que provea al territorio comprendido dentro de las fronteras nacionales; en la práctica, propala el odio y la confrontación hacia cualquier país o bloque de países que pretenda tener cierta injerencia en los lineamientos de política local. Esto último puede terminar desestimando cualquier alianza supranacional construida previamente que haya generado mayor bienestar tanto para intereses locales como extranjeros.

Ejemplo de ello es lo que viene llevando a cabo el gobierno del presidente de EEUU, Donald Trump, con los países que conforman el viejo continente, Europa. En un reciente artículo publicado por The Economist (ver artículo líneas abajo), se analiza cómo, desde la llegada del Partido Republicano a la Casa Blanca, se han tomado acciones de política que cubren ámbitos del comercio y de compromisos medioambientales y de seguridad, las cuales han generado tensiones en las relaciones políticas entre ambos bloques importantes.

Pero como indica el famoso diario británico de corte liberal: “Sin embargo, a través de sus muchos altibajos, la relación [entre EEUU y Europa] ha demostrado ser resistente”.

Reflejo de ello, destaca The Economist, es la OTAN, aquella alianza de seguridad forjada entre América del Norte y la Europa Occidental, en las postrimerías del expansionismo de la Unión Soviética durante la Guerra Fría, allá por 1949. Su importancia recae en que constituye la alianza militar con mayor vigencia -70 años desde su fundación – en los últimos 5 siglos, y a su constante evolución tras históricos acontecimientos de naturaleza bélica y armamentista.

Una posible solución a las tensiones generadas entre ambos bandos pasaría pues necesariamente por adecuar la OTAN a estos nuevos tiempos, como otrora se hiciera a inicios de la Guerra Fría o con la desintegración del bloque soviético tras la caída del Muro de Berlín. El foco ahora sería generar una suerte de balance de poderes entre Occidente y Oriente.

En esta línea, coincidimos con The Economist que para tal fin deben implementarse las siguientes políticas, las cuales guardan ciertas implicancias para la OTAN:

  • Desde EEUU, eliminar barreras comerciales.
  • Fortablecer las bases europeas.
  • Desde Europa, cerrar las brechas de habilidades y de capital en el sector de seguridad, dejando así su papel de simple “observador” de las tensiones con EEUU.
  • Finalmente, como alianza EEUU-Europa, adaptarse a los avances de China también en materia de seguridad.

Reconstruir la sólida alianza entre EEUU y Europa, que alguna vez se llamaría “Los Aliados” a finales de la primera mitad del siglo pasado,  le daría además un respiro a la globalización, al ser ambos bloques la cuna de tan importante proceso de desarrollo. Lampadia

Relaciones trasatlánticas
Europa y EEUU deben trabajar para detener la disolución de sus relaciones

Vale la pena luchar por ello

The Economist
14 de marzo, 2019
Traducido y glosado por Lampadia

El océano Atlántico está empezando a verse terriblemente ancho. Para los europeos, EEUU parece cada vez más remoto, bajo un desconcertante presidente que se deleita en acosarlos, cuestiona el futuro de la alianza transatlántica y, a veces, muestra más calidez hacia los dictadores que demócratas. Los estadounidenses ven un continente envejecido que, aunque está bien para los turistas, se está desmoronando políticamente y se está quedando atrás económicamente, tan débil en crecimiento como excesivo en la regulación. Para los atlantistas, incluido este diario, tal fatalismo sobre las divisiones entre Europa y EEUU es preocupante. También está fuera de lugar.

Es cierto que algunas lagunas son evidentes. EEUU ha abandonado el acuerdo climático de París y el acuerdo nuclear con Irán, mientras que Europa sigue comprometida con ambos. Otros desacuerdos amenazan. El presidente Donald Trump ha llamado a la UE un “enemigo” en el comercio y está sopesando los aranceles punitivos sobre los automóviles europeos. La confianza se ha desplomado. Solo uno de cada diez alemanes confía en que Trump hará lo correcto en los asuntos mundiales, menos que nueve de cada diez que confiaron en Barack Obama en 2016. Hace veinte años, la OTAN celebró su 50 aniversario con una cumbre de líderes de tres días. El temor a otra ruptura con Trump ha relegado los planes para la fiesta de cumpleaños número 70 de la alianza el 4 de abril a una reunión de un día de ministros de relaciones exteriores.

Las intimidades pasadas no son suficientes para mantener los sentimientos cálidos hoy. Europa, inevitablemente, cuenta menos para los ojos de los estadounidenses de lo que alguna vez lo hizo. La generación que formó lazos en la lucha de lado a lado en la Segunda Guerra Mundial está desapareciendo e incluso la Guerra Fría se está convirtiendo en un recuerdo lejano. Mientras tanto, EEUU se está volviendo menos europeo. Hace un siglo, más del 80% de la población nacida en el extranjero provenía de Europa; ahora la cifra es solo del 10%. Las economías en auge en Asia están alejando la atención de EEUU.

Sin embargo, a través de sus muchos altibajos, la relación ha demostrado ser resistente. Los flujos comerciales entre la UE y EEUU siguen siendo los más grandes del mundo, con un valor de más de $ 3 mil millones por día. Los valores democráticos compartidos, aunque tambaleantes en algunos lugares, son una fuerza para la libertad. Y, respaldando todo, la alianza proporciona estabilidad frente a una variedad de amenazas, desde el terrorismo hasta una Rusia agresiva, que le han dado a la alianza una nueva importancia.

En el corazón de esta asociación de seguridad está la OTAN. Al cumplir 70 años, la alianza se destaca como sobreviviente: en los últimos cinco siglos, el promedio de vida de las alianzas de defensa colectiva es de solo 15 años. Aun cuando los líderes europeos se preguntan cuánto tiempo pueden confiar en EEUU, la relación en el terreno está prosperando. Como explica nuestro informe especial esta semana, esto es gracias a la capacidad de la OTAN para cambiar. Nadie imaginó que el compromiso de defensa mutua del Artículo 5 de la alianza se invocaría por primera vez, y hasta ahora solo, en respuesta a un ataque terrorista contra Estados Unidos, en septiembre de 2001, o al hecho que estonios, letones y polacos se encontraran entre los miembros de la OTAN para sufrir bajas en Afganistán. Desde 2014, los aliados han respondido enérgicamente a la anexión de Ucrania por parte de Rusia. Han aumentado el gasto en defensa, han trasladado grupos de batalla multinacionales a los estados bálticos y a Polonia, han establecido objetivos ambiciosos para la preparación militar y realizaron sus mayores ejercicios desde la Guerra Fría.

En EEUU, las encuestas sugieren que la opinión pública hacia la OTAN en realidad se ha vuelto más positiva desde que Trump asumió la presidencia. También en el Congreso, el respaldo a la alianza es sólido, se refleja en los votos de apoyo y la presencia en la Conferencia de Seguridad de Munich el mes pasado de un número récord de legisladores estadounidenses. Nancy Pelosi, la líder demócrata de la Cámara de Representantes, extendió una invitación bipartidista al secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, para dirigirse a una sesión conjunta del Congreso en la víspera del 70 aniversario.

El éxito de la OTAN contiene lecciones para la relación transatlántica en su conjunto. Para florecer en el futuro, no solo debe sobrevivir Trump, sino que debe cambiar tan audazmente como lo ha hecho en el pasado.

Primero, esto significa aprovechar sus fortalezas, no socavarlas: eliminar las barreras comerciales en lugar de caer en guerras arancelarias, por ejemplo. Trump tiene razón al acosar a sus aliados para que cumplan sus promesas de gasto en defensa. Pero está bastante equivocado al pensar en cobrarles un costo adicional del 50% por hospedar bases estadounidenses, como se dice que está contemplando. Tales asuntos no deben ser tratados como un “acuerdo de bienes raíces en Nueva York”, dijo el ex vicepresidente, Dick Cheney, al actual, Mike Pence, la semana pasada. Esas bases europeas ayudan a EEUU a proyectar poder en todo el mundo.

Segundo, el realismo debe reemplazar a la nostalgia. Los europeos no deben engañarse a sí mismos de que el próximo presidente de EEUU simplemente hará retroceder el reloj. En cambio, para ser útiles para los EEUU, los europeos necesitan volverse menos dependientes de ello. Por ejemplo, en defensa, solo han dado pequeños pasos para cerrar grandes brechas en sus capacidades y evitar la duplicación inútil. Sus esfuerzos deben extenderse más allá de la UE, cuyos miembros después del Brexit representarán solo el 20% del gasto de defensa de los países de la OTAN.

Una Europa más capaz ayudaría con el tercer y mayor cambio: adaptarse al crecimiento de China. El enfoque de Estados Unidos estará cada vez más en la superpotencia rival. La influencia de China ya se está haciendo sentir en la alianza, desde el equilibrio nuclear hasta las implicaciones de seguridad de, digamos, Alemania que compró un kit de 5G de Huawei o Italia participando en los proyectos de infraestructura de la Iniciativa Belt and Road. Sin embargo, los aliados apenas han empezado a pensar seriamente en todo esto. Un nuevo artículo de la Comisión Europea que ve a China como un “rival sistémico” es al menos un comienzo.

Sin restricciones en la deliberación

Si los aliados trabajaran arduamente en la mejor manera de perseguir sus intereses compartidos al tratar con China, podrían comenzar a forjar una nueva asociación transatlántica, con una división del trabajo diseñada para acomodar el impulso del Pacífico. Esto implicaría que los europeos asuman una mayor carga de seguridad en su propio patio trasero a cambio de la continua protección estadounidense y la coordinación sobre el desafío económico y tecnológico de China.

Hoy falta el liderazgo para hacer esto. Pero los europeos y los estadounidenses, una vez antes, convocaron la visión que trajo décadas de paz y prosperidad. Necesitan hacerlo de nuevo. Lampadia




¿Subsisten los refugios para las inversiones?

En el segundo semestre del 2018 aumentó la volatilidad y se corrigieron los mercados de capitales.

Ningún índice bursátil de las economías más importantes del globo se salvó de registrar ajustes por lo menos en algunos de esos meses y, como era de esperarse, las razones que explicaban estas caídas no distaban mucho entre sí para todos los países: incertidumbre sobre la guerra comercial EEUU- China,  alta expectativa de alzas de tasas de interés por parte de la FED, Brexit, una zona euro con desaceleración económica y tensiones políticas, entre otras.

Un reciente artículo escrito por Benjamin J. Cohen, profesor de Economía Política Internacional en la Universidad de California, Santa Bárbara, y autor del libro “Currency Power: Understanding Monetary Rivalry”, explica con brillantez y simpleza las implicancias que ha tenido la volatilidad de los mercados financieros sobre el apetito por riesgo de los inversionistas y la actual encrucijada en la que se encuentran: la imposibilidad de encontrar refugios para sus inversiones.

Como bien señala el referido autor, producto de la volatilidad de los mercados financieros, la aversión al riesgo de los inversionistas ha aumentado sobremanera, lo cual los ha volcado a la búsqueda de activos más “seguros”.

Al respecto, señala que es muy complicado encontrar esta clase de activos hoy en día, puesto que aquellos que lideraron este segmento por muchísimos años–inclusive en épocas críticas como la crisis financiera del 2008- , los bonos del tesoro de EEUU, han perdido su atractivo. Esto porque se tiene la expectativa de que la calificación crediticia de EEUU empeore con el tiempo dada la aparente falta de responsabilidad fiscal por parte del presidente Trump.

En este contexto, ¿Qué alternativas de inversión seguras o por lo menos, seguras comparadas a la deuda de EEUU, pueden ser tomadas en cuenta como referencia?

Entre las alternativas que Cohen analiza para este tipo de inversiones están los mercados de deuda de la zona euro, Suiza, la Japón y China

Al respecto, podría parecer que los bonos de países de la zona euro serían los candidatos inmediatos a superar la deuda en dólares como refugio de las inversiones, sin embargo, debe tenerse en mente ciertos procesos políticos que están aconteciendo en esta región del mundo como la actual “fragmentación” de la política [Veáse Lampadia¿Fragmentación política en Europa?] o el Brexit, factores que podrían determinar el pago de la deuda futura de estos países.

Por otro lado, si bien China es considerada el tercer mercado de deuda pública más grande del mundo, su excesiva regulación puede hacerla poco atractiva como inversión “segura”. Otro mercado de bonos que ofrece una amplia variedad de productos es Japón. Sin embargo, su excesivo endeudamiento público y poco crecimiento económico son factores que le juegan en contra.

En todo caso, lo que puede deducirse del análisis del autor es que no existe un refugio amplio y seguro para las inversiones, como existían hace una década. Lampadia

Para ver más detalle acerca del análisis realizado por el Prof. Benjamin J. Cohen sobre el tema ver líneas abajo:

¿Dónde han ido todos los paraísos seguros?

7 de Enero, 2019 
BENJAMIN J. COHEN
Traducido y glosado por Lampadia

Incluso en el apogeo de la crisis financiera mundial del 2008, que se originó en los Estados Unidos, los inversionistas globales vieron al Tesoro de los Estados Unidos como el activo más seguro disponible. Pero con el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, minando la fe en el dólar, los gestores de cartera se encuentran en mares agitados sin un puerto de escala que pueda ofrecer refugio contra la tormenta.

Con la caída de las acciones, el aumento de la volatilidad del tipo de cambio y la intensificación de los riesgos políticos, los mercados financieros de todo el mundo se han visto afectados. En momentos como estos, los inversionistas internacionales generalmente se vuelven cautelosos y priorizan la seguridad sobre los retornos, por lo que el dinero huye a “refugios seguros” que pueden proporcionar activos seguros, con grado de inversión, en una escala suficientemente grande. Pero no hay refugios evidentes hoy en día. Por primera vez en la memoria viva, los inversores carecen de un puerto tranquilo donde puedan refugiarse de la tormenta.

Históricamente, el refugio seguro por excelencia fue EEUU, en forma de los bonos del Tesoro respaldados por la “plena fe y crédito” del gobierno de los EEUU. Como lo dijo un estratega de inversiones en 2012, “cuando la gente está preocupada, todo camino conduce a los bonos del Tesoro”.

El estallido de la burbuja inmobiliaria de EEUU en el 2007 ofrece un ejemplo. Nadie dudó de que Estados Unidos fuera el epicentro de la crisis financiera mundial. Pero en lugar de huir de los EEUU, el capital lo inundó. En los últimos tres meses de 2008, las compras netas de activos alcanzaron medio trillón de dólares, tres veces más que la suma de los nueve meses anteriores.

Sin duda, algunas de estas reclamaciones en dólares se debieron al hecho de que los bancos extranjeros y los inversionistas institucionales necesitaban billetes verdes para cubrir sus necesidades de financiamiento después de que los mercados interbancarios y otros mercados mayoristas de corto plazo se apoderaran. Pero esa no fue la única razón por la que los gestores de cartera se apilaron en los EEUU. Gran parte del aumento de la demanda se debió a puro miedo. En un momento en el que nadie sabía lo mal que se podían poner las cosas, se consideraba que EEUU era la apuesta más segura.

Pero esto fue antes de la llegada del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quien logró socavar la confianza en el dólar en un grado sin precedentes. Además de abandonar cualquier noción de responsabilidad fiscal, Trump ha pasado sus primeros dos años en el cargo atacando a instituciones internacionales y luchando contra aliados de Estados Unidos.

Sin duda, incluso antes de Trump, la confianza en el dólar sufrió un revés en 2011, cuando Standard & Poor rebajó los títulos del Tesoro en una muesca en respuesta a un casi cierre del gobierno de EEUU. Ese episodio fue provocado por un enfrentamiento entre el entonces presidente Barack Obama y los congresistas republicanos por una propuesta de rutina para elevar el techo de la deuda federal.

Hoy, sin embargo, los inversores tienen aún más razones para preocuparse por la calificación crediticia del gobierno de los EEUU. Solo en 2018, el gobierno fue cerrado tres veces, y continúa en un cierre parcial hasta el día de hoy, debido a la demanda de Trump de fondos para construir un muro “grande y hermoso” en la frontera con México.

¿A dónde pueden ir los inversionistas si no es a los Estados Unidos?

  • La eurozona puede parecer una alternativa lógica. Después del dólar, el euro es la moneda más utilizada en el mundo. Y, en conjunto, los mercados de capital de los 19 estados miembros de la eurozona tienen un tamaño similar al del mercado estadounidense. Pero Europa tiene sus propios problemas. El crecimiento económico se está desacelerando, especialmente en Alemania, y el riesgo de una crisis bancaria en Italia, la cuarta economía más grande de la eurozona, se vislumbra en el horizonte.

Peor aún es la incertidumbre sobre el Brexit, que podría resultar altamente perjudicial si el Reino Unido se estrella fuera de la Unión Europea sin un acuerdo de divorcio. No hace falta decir que también se puede descartar a Gran Bretaña como un refugio seguro, al menos hasta que se resuelva el fiasco del Brexit.

  • ¿Qué pasa con el franco suizo? Aunque sus atractivos son obvios, los mercados financieros de Suiza son simplemente demasiado pequeños para servir como un sustituto adecuado para los Estados Unidos.
  • Eso deja a Japón. Con su abundante oferta de bonos del gobierno, es el mayor mercado único de deuda pública fuera de los Estados Unidos. Sin embargo, la pregunta para los gestores de cartera es si es realmente seguro invertir en un país donde la deuda pública supera el 230% del PIB.

En comparación, la relación deuda pública / PBI en los EEUU. es de alrededor del 88%; e incluso en la problemática de Italia, no es más del 130%. Es cierto que el mercado de deuda del gobierno japonés es más estable que la mayoría, debido al hecho de que gran parte de él está en manos de ahorradores nacionales (es decir, está bien escondido debajo del colchón). Pero Japón es un país envejecido con una economía que se ha mantenido casi estancada durante un cuarto de siglo. Los inversores tendrían razón si se preguntan dónde encontrarán los recursos para continuar con el servicio de su enorme deuda.

  • Y luego está China, con el tercer mercado nacional de deuda pública más grande del mundo. Ciertamente, la oferta de activos en China es amplia. Pero el mercado chino está tan estrechamente controlado que es esencialmente lo opuesto a un refugio seguro. Pasará mucho tiempo antes de que los inversionistas globales consideren confiar en los valores chinos.

Con la escasez de puertos seguros, los inversionistas se pondrán cada vez más nerviosos. Estarán inclinados a mover fondos ante la menor señal de peligro, lo que aumentará sustancialmente la volatilidad del mercado. La mala racha de hoy probablemente esté aquí para quedarse. Lampadia

Benjamin J. Cohen es profesor de Economía Política Internacional en la Universidad de California, Santa Bárbara, y es autor de Currency Power: Understanding Monetary Rivalry.